Como ocurre con los libros, en el vasto mundo de los gadgets de temática literaria, esa inagotable fuente de tentaciones pensadas para locos de los libros (para los que aún no hayan caído en sus redes, un par de muestras aquí y aquí; pero no digan luego que no les avisé), una cosa lleva a otra. La primera vez que vi este anuncio, pensé por un momento que hacía referencia a libros que de verdad existen.
En realidad, el asunto va de que cada cual puede elegir el título y el autor que quiere poner en la taza, una propuesta que tiene muchas posibilidades. Pero bueno, bibliómana como es una, lo que captó mi atención fue ese Perdido en la biblioteca (Lost in the Library). "Quiero leer ese libro", pensé. "¿Será un relato de intriga? (alguien se pierde en una biblioteca laberíntica, y de paso descubre un cadáver o un misterio...) ¿De terror? (como el anterior, pero en este caso oye pisadas misteriosas, se siente seguida, quizás aparece un fantasma, o un loco con un hacha...) ¿Un ensayo sobre los placeres de perderse en una biblioteca en sentido figurado? ¿Un novela romántica? (chica amante de la lectura encuentra a su hombre ideal en la biblioteca, por improbable que eso pueda parecer) ¿Un tratado sobre libros perdidos? (el "lost" inglés tanto podría aplicarse a personas como a cosas)." Ya saben que el cerebro funciona a toda velocidad; todas estas opciones pasaron por el mío en los segundos que tardé en comprender mi error.
Lo cierto es que hay libros que no existen, pero que desearíamos vivamente leer. Son, de algún modo, libros imaginados, que esperan en algún limbo libresco a que llegue el escritor adecuado para rescatarlos de allí. A veces se trata de un tema o un personaje que nos llama la atención ("Alguien debería escribir sobre esto", "¿Por qué Fulanito no dejó unas memorias?"). Otras veces, sabemos que en algún momento esa obra existió, pero los libros tienen la manía de desaparecer del mercado con insólita rapidez y a veces ni con ayuda de los buscadores de obras de segunda mano (como Iberlibro) es posible recuperar un ejemplar. O sólo existe en alguna lengua exótica que somos incapaces de leer (confesaré que sólo aprendo idiomas por el placer de ampliar mi lista de lecturas).
A veces, sin embargo, alguno de estos libros "inexistentes" se materializan. Es lo que ocurrió hace poco, con gran alegría por mi parte, con Mal encuentro a la luz de la luna, de W. Stanley Moss, que relata uno de esos episodios heroicos e improbables que suceden en todas las guerras, concretamente el secuestro de un general alemán en Creta por un par de oficiales del Servicio Secreto británico y un pequeño grupo de resistentes.
Sabía de su existencia por uno de sus protagonistas, Patrick Leigh Fermor, que cuando en alguna entrevista le preguntaban por qué no relataba esa prodigiosa aventura, se limitaba a decir que ya lo había hecho su amigo. Para entonces el libro era inencontrable, salvo quizás en alguna biblioteca del Reino Unido. Hoy, supongo que aprovechando la creciente popularidad de Leigh Fermor en nuestro país, por fin El Acantilado se ha decidido a cumplir ese deseo tantas veces frustrado de sus admiradores. Mi más profundo agradecimiento. Sin embargo, la imaginación siempre supera a la realidad. No me malinterpreten, el libro -como dice Leigh Fermor en su postfacio- "está escrito de forma concisa y amena" y es una lectura muy recomendable para fans de la Segunda Guerra Mundial. Sólo que, de tanto imaginarlo, había adquirido proporciones míticas. Y ya sabemos que los mitos, cuando bajan a tierra, pierden grandeza.
A pesar de ello, seguiré persiguiendo esos libros que no existen. O que sólo existen en mi imaginación, que al fin y al cabo no es tan mal sitio.