Por fin llegó el invierno, "and with a vengeance", como dicen los ingleses. Casi de repente, hemos pasado de ir en manga corta a abrigarnos con bufandas y plumones. Pronto se hace de noche, y la caída de las temperaturas invita a refugiarse en casita, con una bebida caliente y frente a un fuego crepitante. Igual que en verano apetece tomar zumos, ensaladas o gazpacho, ahora nuestro organismo pide espesas sopas humeantes y guisos de los que han estado muchas horas cociendo. Y si el frío condiciona el alimento de nuestro cuerpo, también nuestro espíritu requiere lecturas adecuadas a la estación más inclemente del año. Novelas donde hace frío, para que el contraste entre lo de fuera y el cálido interior donde las leemos sea más pronunciado. Novelas donde suceden terribles tragedias, o quizá sólo dolorosos desgarros personales, donde reina la oscuridad y, a veces, la traición.
Si a ustedes les sucede como a mí, si su yo lector reclama devorar libros invernales, en el más amplio sentido de la palabra, aquí tienen algunas sugerencias. ¡Abríguense bien!
La historia de Buck, el perro que tiene que aprender a tirar de un trineo y a sobrevivir en la fría Alaska, llena de nieve, frío, lealtad y venganza, tiene todos los ingredientes para ser leída mientras nos abrigamos aún más con la mantita.
Emily Brontë-Cumbres borrascosas
Imposible evitar estremecerse con la historia de Catherine y Heathcliff, apasionada y romántica. Emily Brontë sabe evocar como nadie los desolados páramos de Yorkshire. Ya lo dijo Virginia Woolf: «Con un par de pinceladas podía conseguir retratar el espíritu de una cara de modo que no precisara cuerpo; al hablar del páramo conseguía hacer que el viento soplara y el trueno rugiera.»
E. Annie Proulx-Atando cabos
De los páramos ingleses a las costas de Terranova. Igualmente ventosas, y muy frías, por supuesto. Esta novela sobre un viudo con dos hijas que regresa a su pueblo natal para escribir en el periódico local, comprarse una barca y hacer nudos marineros, mientras otros nudos existenciales se desenredan (o no) a su alrededor, obtuvo el premio Pulitzer y el National Fiction Award. Su sutil humor negro reconforta entre tantas tormentas.
Nikolai S. Leskov-Lady Macbeth de Mtsensk
Si se trata de ambientes fríos, por supuesto no podían faltar los autores rusos. La lady Macbeth eslava del relato que da título a este libro resulta tan sangrienta como la original, en versión rusa. Es decir, más rústica y aún más brutal. Y el resto de relatos son también representativos del país, desde los refinados ambientes peterburgueses hasta alguna sórdida historia de desavenencias matrimoniales.
Anton Chejov-La isla de Sajalín
Casi cualquiera de las obras de Chejov es buena compañía para las noches invernales. No sólo es el frío, que hace acto de presencia más de una vez, sino su cuidadoso despiece del alma humana lo que acompaña su lectura. Pero la isla de Sajalín, por una vez, no es ficción, sino reportaje. Crónica de unos meses pasados por el autor en esa salvaje y remota isla, una colonia penitenciaria regida por normas inicuas.
Caroline Alexander-Atrapados en el hielo
Para frialdad máxima, las expediciones polares. No podía faltar en este paseo por los lugares inhóspitos -qué bien se está acurrucado en el sofá bien calentito, ¿verdad?- un vistazo a la odisea de Shackleton y sus hombres entre los hielos de la Antártida. La edición cuenta además con las fotos originales de uno de los integrantes de la expedición, Frank Hurley. Eso es como ver los hielos en primera fila.