Bueno, pues vamos a intentar hablar de mis lecturas de 2013. No es tan fácil como parece. Primera dificultad: no llevo la cuenta de los libros que voy leyendo, excepto de los que leo por razones profesionales; pero a estos, salvo honrosas excepciones, mejor dejarlos de lado. Mi memoria -excelente para determinadas cosas- tiende cuando se trata de lecturas a confundir los meses e incluso los años. De modo que ¿cómo saber si un libro determinado lo leí en octubre de 2012, enero de 2013 o cualquier otro momento? No puedo fiarme del recuerdo. Siguiente paso: intento encontrar algún rastro en el blog. Algo hay, sí, pero también hay que tener en cuenta que pocas veces hablo de los libros leídos. Quedan muchos sin mencionar, no porque no me hayan gustado, sino por falta de tiempo, porque el tema no encajaba en el post que me apetecía escribir, porque ya había hablado de ese autor hacía poco... en fin, innumerables razones que explican que las reseñas del blog, si bien son una pequeña ayuda, no solucionan el problema. ¿Y si probamos a través del orden? Me explico: los libros pendientes de lectura están en un estante especial (o, a veces, apilados en la mesita de noche, un montón que empieza a mostrar un precario equilibrio que debería preocuparme); cuando se terminan, en teoría deberían ir a su lugar correspondiente en la (s) librerías(s). Pero, como todos sabemos, la perfección no existe; más de una y más de dos veces, ese ordenamiento ideal queda pendiente. A lo mejor siguiendo la pista de los libros que andan fuera de lugar conseguiría una relación más o menos fiable de los libros leídos en los últimos meses. Sólo que, si tengo que hacer todo esto, creo que va a finalizar el año antes de que haya logrado reunir esa lista.
A estas alturas, empiezo a temer que será una tarea superior a mis fuerzas.
Vayamos, pues, a lo práctico. Voy a hablar sólo de aquellos libros que me sorprendieron, superaron mis expectativas o me revelaron un autor que desconocía. Esos libros que brillan como lucecitas en el camino y hacen que el año lector tenga sentido. Vamos allá, sin ningún orden en especial y a riesgo de dejarme algunos:
Anatomía de un instante, de Javier Cercas. Pertenezco a la generación que es capaz de recordar muy bien qué hacia ese fatídico 23 de febrero de 1981, y francamente, después de todo lo que ha llovido y de todo lo que se ha publicado al respecto, cuando salió el libro de Cercas pensé que sin duda estaría muy bien para los jóvenes nacidos después de esa fecha, pero que a mí poco podía aportarme. Y ahí quedó la cosa, haciendo caso omiso de críticas elogiosas y de premios como el Nacional de Narrativa. Luego, hacia mediados de este año (creo), en una visita a la biblioteca mis ojos se posaron sobre él. ¿Por qué no?, me dije. Tan mal no puede estar... Resultado: pasé los siguientes tres días enganchada al libro, leyendo febrilmente como si se tratase de una historia desconocida para mí, o del más absorbente de los thrillers. Imagino que cualquier cosa que pueda decir respecto a la maestría de Cercas para diseccionar la historia reciente y sus protagonistas, para mostrar el lado humano de todos ellos, ya lo habrán dicho antes. Sólo me queda terminar con otra frase manida: "Una crónica que se lee como una novela".
Crematorio, de Rafael Chirbes. Había oído hablar mucho y bien de este autor, que hasta hace poco era más valorado en el extranjero (en Alemania, en especial) que en su país natal, pero todo lo que sabía de él me dejaba con la impresión de que sus obras me remontarían a la España más bronca y profunda, esa que tan poco apetece y que hemos de soportar en exceso en la vida real. Se me hacía cuesta arriba, la verdad. Con algo de renuencia, decidí que no podía seguir ignorándolo y comenzar mi exploración por la que tal vez sea su novela más conocida. Debo reconocer que su lectura ha constituido una verdadera sorpresa (en positivo). Las críticas hablan de su extraordinario retrato de la especulación inmobiliaria, pero yo destacaría la profunda humanidad de sus personajes, la riqueza estilística, el manejo del lenguaje y del tiempo... Un novelón de los que dejan huella. Después de esto, me da que Chirbes va a ser uno de mis autores de 2014.
El libro del cementerio, de Neil Gaiman. El caso es que leo muy poca literatura de la llamada juvenil -aunque las categorías están cada vez más confusas, es cierto- y aún menos de la etiquetada como "terror" o similar. De algún modo, Gaiman me parecía corresponder a una o ambas etiquetas. De nuevo, sorpresa gratísima: este Libro del cementerio es una historia tan llena de humor y ternura (ojo, no confundir con cursilería, Gaiman sabe mantenerse lejos de ella), con unos personajes tan simpáticos, que al igual que otro gran clásico -de otro género- me ha parecido una lectura indicada para todo tipo de público "de 9 a 99 años".
Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer. Aquí no ha habido tanto sorpresa como pleno cumplimiento de las expectativas. Una novela muy británica y muy inteligente, que sabe mantener el interés del lector gracias a unos personajes perfectamente dibujados y a un enredo que conduce a un final tan inesperado como satisfactorio. Mortimer es muy conocido en Gran Bretaña por su serie sobre abogados (él mismo combinó la abogacía con la literatura y se definía a sí mismo como "un abogado que escribo o, me gusta más pensar, un escritor que ejerce la abogacía). Sin embargo, esta novela no es "de abogados", aunque ciertamente un testamento juega en ella un papel decisivo. La lectura perfecta para un fin de semana gris.
Stoner, de John Williams. Otro de los grandes descubrimientos del año. Hablé aquí mismo de este libro hace poco, de manera que no voy a repetirme. Es, sin lugar a dudas, un libro conmovedor.
Me doy cuenta de que sólo he hablado de obras de ficción. Por supuesto, han habido otros géneros. A destacar entre los textos autobiográficos el Diario de invierno de Paul Auster (seguramente de esos libros que sólo se aprecian a partir de una cierta edad), algún ensayo histórico que abre nuevas perspectivas, como los Reinos desaparecidos de Norman Davies o la biografía del general Alexandre Dumas (el tercer Dumas, podríamos decir, tan excitante como cualquiera de las novelas de su hijo), The Black Count, de Tom Reiss. Lamentablemente, esta última sólo existe por ahora en inglés, pero a la vista de su indudable interés y, sobre todo, de que ha obtenido el Premio Pulitzer de Biografía, estoy segura de que pronto verá la luz la traducción española. ¡No se la pierdan!
¡Felices lecturas 2014!