John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 16 de agosto de 2020

ESCRITORES: LA VERDAD DE LA FICCIÓN

     


Así cree Hollywood que trabajan los escritores

Imagino que lo mismo pasa con los pintores, escultores, músicos y cultivadores de otras disciplinas artísticas en general, pero como el caso que me queda más cercano es el de los escritores, me ceñiré a ellos en esta ocasión. Concretamente, a la abismal diferencia que existe entre lo que es de verdad el trabajo del escritor y lo que el público imagina. Una errónea concepción que se ve reforzada por haber sido repetidamente plasmada en películas y novelas, precisamente. Sí, aunque parezca paradójico, los propios escritores (bueno, algunos entre ellos), y desde luego una gran mayoría de los guionistas, gustan de representar a los autores de ficción como seres tocados por una inspiración cuasi divina, dados a arrebatos y adicciones varias, que ya sea malviven en una pintoresca buhardilla o, habiendo por fin alcanzado el reconocimiento que su genio merece, disfrutan de hermosas villas campestres donde un bucólico paisaje les sirve de inspiración. Estos seres de ficción pasan la mayor parte de su tiempo alternando con otros escritores, peleándose con una amante a la que descuidan (también existe la versión con esposa despechada, que sospecha la existencia de la susodicha amante) o -en la variante “autor exitoso”- asistiendo a elegantes cócteles y homenajes diversos a su genio. Muy bonito, desde luego. Sin embargo, nada de esto se ajusta a la realidad. Entra dentro de lo posible que unos pocos escritores hayan hecho alguna vez una o varias de estas cosas, pero puedo asegurarles que la vida de la inmensa mayoría de ellos transcurre de forma muy distinta y es -duro es decirlo- mucho menos novelesca.

Johnny Depp, haciendo de genio torturado
en La ventana secreta

De entrada, escribir es un trabajo arduo y lento, que requiere horas y horas de dedicación, a veces para conseguir un resultado más bien decepcionante. Los autores que hacen de la escritura su profesión están necesariamente obligados a encararlo de forma regular, metódica, dedicándole buena parte del día, un día tras otro. Es lo más parecido a un trabajo de oficina y queda muy lejos de esos escritores ideados por Hollywood a los que nunca vemos escribiendo. Otro de los mitos que cuesta desterrar (me temo que muchos aprendices de escritor se dejan seducir por ello) es el de que escribiendo uno se hace rico. Pues no, salvo contadísimas excepciones, escribir una novela o dos -suponiendo que se publiquen, y suponiendo que gocen de ventas aceptables- te dará apenas para cubrir los gastos mínimos de los muchos meses que te has pasado trabajando en ellas. A menudo, ni eso. Los escritores profesionales escriben un libro tras otro porque les gusta su oficio, sin duda, pero también -¿sobre todo?- porque solo así logran subsistir. ¿Inspiración? ¿Ideas geniales? Les llegan escribiendo, si es que han de llegar. Lo cierto es que la inmensa mayoría de escritores -sí, incluso esos que salen en las listas de más vendidos- se ven obligados a completar sus ingresos con otras actividades, a veces relacionadas con la escritura (clases, conferencias) y otras veces, ajenas a ella, para subsistir. Lo de hacerse rico, ya eso.

Y no quiero hablarles, porque sería casi cruel (tampoco es cuestión de disuadir a todos los futuros escritores), de todo el papeleo y la burocracia anejos al oficio de escribir: contratos de edición plagados de cláusulas traicioneras, líos fiscales, certificados de doble imposición y otros apasionantes episodios de la vida del hombre o la mujer de letras. En el pasado, los “hombres de letras” solían dejarle a la sufrida esposa -siempre en la sombra, transcribiendo o copiando manuscritos, como la pobre Sofía Tólstaya- los enredos administrativos. En esta nuestra época, más igualitaria (o eso esperamos), cada palo aguanta su vela y, en consecuencia, el autor/a debe enfrentarse a ello por sí mismo.

La esposa de Tólstoi,
quien al parecer copió a mano
las siete versiones de Guerra y paz

Así pues, no se crean todo lo que ven por ahí. Tampoco presten demasiado crédito a esos escritores famosos que dicen haber escrito su novela "de un tirón" o "en dos semanas". En ese tiempo, como mucho, habrán hecho un primer borrador, y omiten tranquilamente los meses de revisión y reescritura que toda obra que se precie suele comportar. Como otros mitos creados por la ficción -el del príncipe azul, el del amor indestructible-, el del escritor no resiste una comparación con la realidad. Sean realistas. Pero no dejen de escribir. Tiene su propia recompensa.