Como los lectores que frecuentan este blog saben bien, aquí nuestro vicio es la palabra impresa. Hablamos (casi) siempre de libros y de lectura. No es que no apreciemos la música o las artes visuales, todo lo contrario. Pero he de confesar que suelo preferir un artículo que reseña una novela antes que esa misma reseña en formato vídeo, lo mismo que antes leería la propia novela que la escucharía en un audiolibro. Sin despreciar estos otros medios, mi primera inclinación es por lo escrito. Me temo que, entre las cerca de quinientas entradas con que cuenta a día de hoy este blog -que, por cierto, cumplió nada menos que ocho años el pasado 20 de abril- encontrarán muy pocas en las que se mencionen productos audiovisuales. No obstante, los hados, que seguramente conocen mi escasa afición a ver televisión, decidieron -no me cabe duda- llevarme la contraria. Y pusieron en mi camino, en una de esas noches en que una enciende el aparato con intención de apagarlo enseguida, o de buscar una serie o película concreta, un espléndido documental de Emili Manzano sobre Eduardo Mendoza, La verdad sobre el caso Mendoza. Si el nombre de Mendoza -un escritor que cuenta con toda mi admiración- fue en el primer momento lo que detuvo mi gesto (ya casi iniciado) de cambiar de canal, el contenido del programa consiguió mantenerme clavada frente a la pantalla durante los 58 minutos de su duración.
Yo les dejo aquí el enlace, recomendándoles vivamente que vayan corriendo a la web de RTVE y vean el documental entero, porque sólo estará disponible (al menos eso advierten ellos mismos) hasta el próximo 8 de mayo. ¿Por qué deben verlo? Respuesta obvia: porque Mendoza es un gran escritor y Manzano un muy buen realizador. Pero, mas allá de esto, porque entre los dos logran contar muy bien cómo se forja un escritor, ya que el documental se centra en los inicios de Mendoza, y nos deja -lamentando que no haya más- tras la publicación de su primera y fulgurante novela, La verdad sobre el caso Savolta.
Entre las muchas cosas interesantes que revela este documental se encuentra la historia de la censura previa por la que pasó la novela. Por si alguien no está al corriente, incluso en aquellos tardíos años del franquismo -se publicó en 1975- los libros se sometían a censura. Se suponía que este trámite era voluntario; pero es que, de no someterse a él y obtener así el placet de los censores, los editores se arriesgaban a que, una vez en la calle, la obra fuese prohibida y secuestrada, con el consiguiente quebranto económico. La novela de Mendoza, por avatares editoriales que se explican en el documental, pasó dos veces por manos de los censores. El primero -del que, con su habitual benevolencia, Mendoza dice que "debió de hacer una lectura apresurada"- opina de ella que es "un novelón estúpido y confuso", sin pies ni cabeza, "escrita por un escritor que no sabe escribir" y lo que le importa es sobre todo que no hay escenas de sexo o referencias políticas que deban ser podadas. Recomendó, eso sí, que se cambiase el título original, que era Los soldados de Cataluña. Un verdadero ejemplo de lector con anteojeras. Sin embargo, unos meses más tarde, un segundo censor hace un diagnóstico absolutamente certero de ella: "El verdadero protagonista de la novela es la ciudad y su compleja humanidad (...) A la trama detectivesca, basada en una rica descripción de los personajes, se suma una buena dosis de humor e ironía, con lo que llega a rozar los límites de la tragicomedia clásica". Curiosamente, este censor dice de la novela casi lo mismo que dirán sus primeros críticos, que la encontrarán magistral (obtuvo el Premio de la Crítica en el año de su publicación). Los censores eran anónimos y sólo sabemos de estos dos que uno era el lector número seis y el otro el lector número cuatro. Pero resulta muy sorprendente ver cómo difieren la opinión de uno y de otro. Parece que, incluso en una tarea como la de censor -que yo siempre me imagino como llevada a cabo por unos señores adustos, tal vez con sotana- había cabida para todo tipo de lectores. Incluso buenos lectores.
Confío en que esta pequeña muestra les haya despertado el apetito. Hay mucho más. Corran, vayan y vean el documental. Incluso si, como yo, son más de libros.
Entre las muchas cosas interesantes que revela este documental se encuentra la historia de la censura previa por la que pasó la novela. Por si alguien no está al corriente, incluso en aquellos tardíos años del franquismo -se publicó en 1975- los libros se sometían a censura. Se suponía que este trámite era voluntario; pero es que, de no someterse a él y obtener así el placet de los censores, los editores se arriesgaban a que, una vez en la calle, la obra fuese prohibida y secuestrada, con el consiguiente quebranto económico. La novela de Mendoza, por avatares editoriales que se explican en el documental, pasó dos veces por manos de los censores. El primero -del que, con su habitual benevolencia, Mendoza dice que "debió de hacer una lectura apresurada"- opina de ella que es "un novelón estúpido y confuso", sin pies ni cabeza, "escrita por un escritor que no sabe escribir" y lo que le importa es sobre todo que no hay escenas de sexo o referencias políticas que deban ser podadas. Recomendó, eso sí, que se cambiase el título original, que era Los soldados de Cataluña. Un verdadero ejemplo de lector con anteojeras. Sin embargo, unos meses más tarde, un segundo censor hace un diagnóstico absolutamente certero de ella: "El verdadero protagonista de la novela es la ciudad y su compleja humanidad (...) A la trama detectivesca, basada en una rica descripción de los personajes, se suma una buena dosis de humor e ironía, con lo que llega a rozar los límites de la tragicomedia clásica". Curiosamente, este censor dice de la novela casi lo mismo que dirán sus primeros críticos, que la encontrarán magistral (obtuvo el Premio de la Crítica en el año de su publicación). Los censores eran anónimos y sólo sabemos de estos dos que uno era el lector número seis y el otro el lector número cuatro. Pero resulta muy sorprendente ver cómo difieren la opinión de uno y de otro. Parece que, incluso en una tarea como la de censor -que yo siempre me imagino como llevada a cabo por unos señores adustos, tal vez con sotana- había cabida para todo tipo de lectores. Incluso buenos lectores.
Confío en que esta pequeña muestra les haya despertado el apetito. Hay mucho más. Corran, vayan y vean el documental. Incluso si, como yo, son más de libros.