Pocas cosas hay tan placenteras como dormir profundamente y de un tirón durante las horas que hagan falta. De puro natural, resulta fácil olvidarse de que el sueño no siempre viene cuando uno quiere. Cuando no viene, dar vueltas en la cama, experimentar cada pequeño ruido de la noche como un estruendo y cada arruga de las sábanas como un escollo, mientras esperas en vano ser arrebatada por la inconsciencia, puede llegar a convertirse en una tortura. Por fortuna, no me sucede a menudo, o no últimamente. Pero han habido temporadas en que he formado parte de ese ejército de insomnes que, súbitamente despiertos -por cualquier razón o por ninguna en concreto-, pasan horas acechando un sueño que les es esquivo. El primero en la lista de mis remedios en estos casos es hacerme con un libro y, ya que no logro descansar, llenarme al menos la cabeza de historias. Con algo de suerte, al cabo de un par de horas empiezan a pesarme los párpados y caigo en brazos del sueño minutos antes de que suene el despertador. El siguiente remedio, casi tan efectivo como el primero, es la radio. Sin embargo, no puede ser un programa musical: no me pregunten porqué, pero a esas horas la música me desvela y sólo la voz humana -no importa de qué hable- logra calmar mis alteradas neuronas lo suficiente como para que, antes o después, se pongan en modo reposo. Veo pues con satisfacción que la BBC va a emitir por su canal Radio 3 una serie de programas que reúnen mis dos panaceas contra el insomnio: libros y radio. Bajo el bonito título de "The Darkest Hour", escritores insomnes, como Margaret Drabble o A. L. Kennedy explorarán el papel del insomnio en sus vidas e, imagino, en su creación literaria, mientras que el crítico John Sutherland dedicará uno de los episodios a analizar el insomnio en la literatura. Un proyecto muy prometedor. No olvidemos que Dickens era un gran insomne, mientras que está lleno de insignes personajes de la literatura universal, desde Macbeth hasta Heathcliffe, adictos a la noche y sus tinieblas físicas y mentales. El programa se emitirá a una hora apta incluso para no insomnes, las 22:45. Aunque, por lo que a mí respecta, a esa hora mis facultades empiezan ya a declinar.
Comentarios, anécdotas y rarezas varias para todo tipo de bibliófagos y bibliómanos
John F. Peto
jueves, 29 de septiembre de 2011
lunes, 26 de septiembre de 2011
SIN NOVEDAD EN EL FRENTE
La Primera Guerra Mundial., calificada por sus contemporáneos como "guerra para acabar con todas las guerras", no sólo segó las vidas de millones de personas y transformó la geopolítica y la economía del mundo occidental, sino que sembró las semillas de otras muchas convulsiones que dejarían una dramática estela de muerte y destrucción: la revolución rusa, la revolución alemana de 1918-1919 y, finalmente, la Segunda Guerra Mundial. La literatura y la historiografía que se han derivado de esta última -ingentes- han eclipsado a menudo a la Gran Guerra en el interés de los lectores. Sin embargo, las peculiares características de esta contienda -la guerra de trincheras en especial- la hacen única y merecedora de mayor atención. Para quien se interese por los aspectos históricos y militares, un buen punto de partida podría ser La Gran Guerra, de John H. Morrow. Pero para una inmersión en lo que fue el día a día de los soldados de a pie, esos que permanecieron meses viviendo entre el barro, las ratas y los cadáveres de sus compañeros, apenas cubiertos por una capa de tierra, el que quiera comprender cómo el horror y el miedo se convierten en algo cotidiano, el que quiera leer una auténtica "novela de guerra", hará bien en tomar Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque. Añadiré sólo una curiosidad: a pesar de la inmediatez y sensación de veracidad que transmiten sus páginas, en realidad Remarque sólo estuvo en el frente unas semanas, pues resultó herido por una granada y pasó el resto de la guerra en el hospital. En 1920 -igual que el protagonista de su novela El regreso- Remarque obtuvo el puesto de maestro de escuela en una pequeña localidad del norte de Alemania, Lohne. Allí conoció a August Perk, un cerrajero que, enrolado en el Ejército a los 17 años, había combatido durante toda la guerra, en el frente francés y en el ruso. Al parecer, muchas de las vivencias que Remarque retrata en su novela proceden de las experiencias que August le relató. Algunos recordarán también la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Lewis Milestone en 1930. La visión crítica y desesperanzada que da Remarque de la guerra y de los valores que la sustentan molestó a muchos: el estreno de la película en Berlín fue boicoteado por el entonces Gauleiter del NSDAP, Joseph Goebbels y sus muchachos, hasta el punto de que su proyección debió interrumpirse durante unos meses y por fin se autorizó sólo para "personas y círculos restringidos". Ni que decir tiene que, en cuanto los nazis subieron al poder, la obra fue prohibida, y fue uno de los primeros libros que ardieron en las quemas de libros de 1933.
jueves, 22 de septiembre de 2011
DESAHOGO LIBRERO
Quedarse sin trabajo es muy duro, y más en los tiempos que corren. Aparte de la idea de que uno podrá hacer caso omiso del despertador, tiene muy pocos aspectos positivos. Bueno, quizá también el derecho al pataleo. Ya que las cosas van tan mal, permitámonos al menos un desahogo. Eso es lo que parecen haber pensado los ya ex empleados de la cadena de librerías Borders. Haciendo buena esa fantasía -que creo todo el mundo ha albergado en un momento u otro- de darte el gustazo de decir por fin lo que piensas sobre tu trabajo, tus jefes y tus clientes, los empleados de Borders han hecho pública una lista de quejas titulada "Cosas que nunca te dije: Oda a la muerte de una librería". Y es que, mientras que en otros establecimientos el cliente suele ir bastante a tiro hecho -"quiero 200 g de jamón dulce y media docena de salchichas"-, gran parte de los que entran en las librerías tienen una idea muy, muy vaga de lo que buscan.
Sin olvidar a esos clientes que confunden "librería" con "guardería" y permiten que sus retoños corran por ahí sin ningún freno, o el habitual lector que, aparentando hojear una revista de decoración, esconde dentro el último Playboy, el dedo acusador de estos sufridos libreros apunta en general a esos clientes que no saben lo que buscan, pero que no dudan en echarle la culpa al librero si no lo encuentran. Algunas perlas:
"Estuve aquí la semana pasada y vi ese libro justo allí." Eso no quiere decir nada, cambiamos las mesas de exposición cada semana.
Si no sabe cuál es el título, el autor o el género, pero recuerda muy bien el color de la cubierta, nosotros tampoco lo sabemos. No entendemos cómo puede ser culpa nuestra que no seamos capaces de encontrarlo.
La mayor parte de las veces, cuando devuelve un libro lo ha leído antes: y nosotros lo sabemos.
Odiamos cuando un libro se pone de moda porque han hecho una película basada en él.
Nicholas Sparks no es un buen escritor... si a usted le gusta, estupendo, pero los hechos son los hechos
Personalmente, suscribo esta última queja con todo mi corazón.
Sin olvidar a esos clientes que confunden "librería" con "guardería" y permiten que sus retoños corran por ahí sin ningún freno, o el habitual lector que, aparentando hojear una revista de decoración, esconde dentro el último Playboy, el dedo acusador de estos sufridos libreros apunta en general a esos clientes que no saben lo que buscan, pero que no dudan en echarle la culpa al librero si no lo encuentran. Algunas perlas:
"Estuve aquí la semana pasada y vi ese libro justo allí." Eso no quiere decir nada, cambiamos las mesas de exposición cada semana.
Si no sabe cuál es el título, el autor o el género, pero recuerda muy bien el color de la cubierta, nosotros tampoco lo sabemos. No entendemos cómo puede ser culpa nuestra que no seamos capaces de encontrarlo.
La mayor parte de las veces, cuando devuelve un libro lo ha leído antes: y nosotros lo sabemos.
Odiamos cuando un libro se pone de moda porque han hecho una película basada en él.
Nicholas Sparks no es un buen escritor... si a usted le gusta, estupendo, pero los hechos son los hechos
Personalmente, suscribo esta última queja con todo mi corazón.
lunes, 19 de septiembre de 2011
WILLIAM GOLDING Y SUS CUBIERTAS
Tal día como hoy, un 19 de septiembre hace cien años, nació William Golding. Aunque es autor de numerosas novelas relatos e incluso algún libro de poemas, ninguna de sus obras logró alcanzar la popularidad de El Señor de las moscas (1954), la primera que publicó. Sin duda, quien no la haya leído la conocerá ya sea por alguna de sus adaptaciones cinematográficas o por haber oído hablar de ella, puesto que las cuestiones morales que plantea, ciertamente provocativas, levantaron , y lo siguen haciendo, grandes controversias. Pero no voy a entrar aquí a hablar de este asunto, que ha hecho correr suficientes ríos de tinta. Me interesa en cambio -al hilo de lo que plantea un artículo en The Guardian y aprovechando que el centenario traerá nuevas ediciones de su obra- comentar la dificultad que entraña diseñar una cubierta para esta novela. Si la creación de una cubierta para cualquier libro requiere tener en cuenta una serie de factores que no siempre resultan fáciles de casar, cuando se trata de una novela como El Señor de las moscas, la dificultad de aunar el respeto hacia lo que el autor quiere transmitir con los inevitables aspectos comerciales, se hace más aguda aún. A lo largo de la ya dilatada historia editorial de este libro, se han sucedido los intentos, de cariz muy diverso. Puede resultar interesante pasar revista a algunos de ellos.
En un principio, los editores se inclinaron por tratarla como una novela de aventuras con un trasfondo exótico:
Edición original, Faber and Faber |
Edición alemana (aunque el título figure en inglés) |
El motivo de la cabeza del cerdo sangrante, impactante pero no muy atractivo, es retomado en España por la edición de Círculo de Lectores, con poca fortuna (a mi juicio):
Hubo también, cómo no, algunas ediciones que se limitaron a utilizar algún fotograma de la película dirigida por Peter Brook, pero eso, señores, es la salida fácil. El editor inglés, Faber and Faber, es probablemente el que más ha reeditado la obra, y por lo tanto quien más versiones de la cubierta ha realizado. La de 1993 toma como motivo la figura de uno de los protagonistas y consigue ser visualmente atractiva, a la vez que da indicios de que no estamos ante una obra tierna o banal:
Diseño de David Hughes |
En nuestras tierras, Alianza también ha ido variando sus diseños, hasta llegar al de 2010, en que la cabeza de cerdo ha perdido la sangre, pero conserva el aspecto amenazador:
Por fin, la edición inglesa que conmemora el centenario de su autor opta por una cubierta más tipográfica, simbólica y con un cierto tono "retro". A mí, al menos, me ha gustado:
(Me disculpo por la deficiente calidad de algunas de las imágenes, no siempre he podido conseguir buenas reproducciones.)
viernes, 16 de septiembre de 2011
AMOR ENTRE LIBROS
Hay algo muy personal y muy íntimo en los libros que nos gustan. Esos que nos han conmovido, que nos han sorprendido, que nos han hecho reflexionar o madurar. ¿Qué hay pues de extraño en desear compartir esas lecturas con la persona a la que amamos? O, a la inversa, ¿podríamos plantearnos convivir con alguien cuyas lecturas favoritas estuviesen en las antípodas de las nuestras? ¿O con alguien que no leyese en absoluto? Desde este prisma, las afinidades librescas constituirían una base muy válida para seleccionar a una posible pareja. En esta era en que proliferan los servicios de emparejamiento a través de internet, no podía faltar una web que aprovechase este filón: se trata de alikewise, una web de contactos (su lema lo deja muy claro,, "dating by the book") basada en las lecturas de cada cual. Basta con elegir sexo, franja de edad y ámbito geográfico -lo siento, España no figura entre las localizaciones posibles- para dar con una serie de candidatos que comparten alguna de las lecturas que nos interesan. Evidentemente, como con todo lo que circula por la red, es posible mentir como un bellaco y cualquiera puede presumir de amar a Proust sin haberse leído ni una página. Cabe imaginarse la primera cita entre dos personas que ambas han falseado su perfil de lecturas; para esos casos, habría que recomendar la obra de Pierre Bayard, Cómo hablar de los libros que no se han leído. Sólo le he echado un vistazo a esa web, pero me ha dado cierta mala espina ver que las fotos que aparecían eran todas de hombres y mujeres delgados y atractivos, como de anuncio.
En la misma vena, pero mediante un procedimiento más rudimentario y más cercano, leo que una librería de Brooklyn, Word, ha instaurado un servicio de citas que consiste en un tablero de corcho donde los clientes pueden colgar sus preferencias literarias, en la esperanza de pillar así un alma gemela. Mmm, no sé... Me temo que no son los primeros en haber tenido esa idea: la difunta cadena Borders hizo algo parecido hace unos años, con un servicio que llamaron "Happily Ever After". No diré que sea eso lo que haya llevado a la compañía a la quiebra, pero para mí que con un nombre tan cursi estaba destinado al fracaso.
martes, 13 de septiembre de 2011
HISTORIA DE DOS CIUDADES
Muy próximo ya el esperado segundo centenario de Dickens (que nació un 7 de febrero de 1812), una efeméride que sin duda nos traerá muchas novedades dickensianas, algunos valientes empleados de Penguin Books se han embarcado en una admirable empresa: leer un libro de Dickens cada mes y comentarlo en su blog. Un empeño hercúleo, no sólo por la cantidad de obras que Dickens llegó a publicar, sino también porque la mayoría de ellas son francamente voluminosas. Por suerte, el reto no exige acabarlas todas, y lo que es seguro es que garantiza muchas horas de buena lectura. En cualquier caso, este empeño me temo que queda fuera del alcance de aquellos que somos reacios a añadir a nuestra abultada lista de lecturas pendientes aún más renglones. Pero sí vale la pena, creo yo, plantearse leer al menos uno de sus libros, como homenaje y celebración de este grandísimo autor inglés. De ahí que mi recomendación de hoy recaiga en una de sus novelas más populares (en los países anglosajones), pero quizá menos leídas aquí: Historia de dos ciudades. Más allá de lo recomendable que resulta siempre leer a Dickens, he aquí algunos motivos para escoger esta obra en concreto:
-Porque es perfecta para los aficionados a la Historia. Dickens se basó en La Revolución francesa de Thomas Carlyle para escribirla.
-Porque tiene uno de los mejores párrafos iniciales de la historia de la literatura:
"It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair..."
[Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación...]
-Por su antihéroe, Sidney Carton, un tipo desagradable, y alcohólico por añadidura, que sin embargo demuestra al final ser capaz de la máxima generosidad y sacrificio.
-Porque, aunque no es corta, sí lo es bastante más que otras obras capitales de Dickens, como David Copperfield o Grandes esperanzas (420 págs. en la edición de Penguin que yo tengo). Un alivio para los que van sobrecargados de lecturas.
Finalmente, para los adeptos del libro electrónico, porque se pueden encontrar versiones digitales en numerosos lugares. Y encima, gratis.
sábado, 10 de septiembre de 2011
GENTE LEYENDO
El vasto mundo de los blogs no deja de sorprenderme. En este terreno, puede parecer a priori que los libros y la lectura son un tema bastante acotado, en el que cabe poca innovación: recomendar un libro, comentar las últimas novedades literarias, teorizar sobre la necesidad de que la gente lea más, comentar particularidades del estilo de tal o cual autor... Sin embargo, la imaginación humana siempre consigue ir más alla. Mi último descubrimiento es el blog SeenReading, que se hace eco -de forma original y creativa- de ese impulso casi irresistible que, siempre que observamos a alguien leyendo un libro, nos lleva a intentar averiguar cuál es y a sacar de ello -generalmente de forma precipitada y poco fiable, lo admito, pero ¿quién lo va a impedir?- conclusiones acerca del lector. Yo, al menos, no puedo evitarlo. A veces, en mi afán por descifrar el título del libro que un desconocido sostiene en el metro o el autobús, he recurrido a tretas vergonzantes, como dejar caer algo para agacharme y así poder leerlo. Y hace tiempo que domino el arte de leer del revés, de modo que incluso en las posturas más complicadas suelo lograr mis objetivos. Mis motivos no van más allá de la mera curiosidad; sé de autores que hacen lo mismo, pero movidos en su caso por la esperanza de que un día, en algún lugar, se toparán con un lector enfrascado en "su" libro. (Por cierto, a medida que se vaya popularizando el libro electrónico, este tipo de investigaciones van a hacerse imposibles.) Julie Wilson, la creadora del blog de que hablo, ha logrado sistematizar ese fisgoneo y convertirlo en un proyecto bloguero: no sólo toma nota del libro que están leyendo sus compañeros de banco, de tren o de autobús, sino que se fija también en cómo es la persona y cómo viste. E incluso, intenta averiguar qué pagina están leyendo (esto no es tan fácil, yo lo he probado más de una vez y me ha acarreado miradas furibundas del lector). Luego, refleja en su blog estos detalles, junto con el título del libro, el lugar donde se produjo la observación y un párrafo tomado de la misma página o parte del libro que leía. Por si fuera poco, completa la observación con un breve texto de ficción propio sugerido por ese encuentro. La señora Wilson vive en Toronto, de modo que no es probable que ustedes se la encuentren -a menos que algún amable lector resida allí, claro-, pero por si acaso la próxima vez que alguien se ponga a husmear en el libro que leo, me consolaré pensando que quizás esté recopilando datos para su blog.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
INTERCAMBIO DE LIBROS
Mientras los fundamentalistas del libro electrónico van por ahí augurando que lo digital va a barrer al papel en menos que canta un gallo, a mi alrededor parecen multiplicarse los otros, esos que tienen páginas que se pueden doblar, y un olor característico. No sé si soy sólo yo la que lo advierte, pero cada vez abundan más las iniciativas de intercambio de libros. La última y más inesperada, ayer en el "punto verde" de mi barrio, a donde me había acercado para tirar pilas y otros desechos reciclables -un aparte: lo mío es más conciencia cívica que ecológica; escéptica que soy, tengo serias dudas de que realmente hagan algo con todos esos materiales que obedientemente separamos, guardamos y finalmente depositamos en el contenedor adecuado-, junto a los diversos contenedores había una flamante estantería con algunos libros y un simpático cartelito que anunciaba: "Libros que merecen seguir siendo leídos. Sírvase usted mismo". Ignoro si la idea partía de la encargada del local -el cartel estaba hecho a mano, no parecía una cosa muy oficial- pero en cualquier caso, la encontré muy positiva. Pero es que hace muy poco encontré en la red un par de iniciativas parecidas, una en Inglaterra y otra en Alemania. En el primer caso (visto en el blog El niño vampiro lee, gracias) se trataba de esas típicas y añoradas cabinas de teléfono británicas, reconvertidas ahora en mini-librerías para uso público; en el segundo, de estanterías colocadas en un lugar muy céntrico de Colonia, donde se fomenta que la gente tome un libro y deje otro que ya haya leído a cambio. Viendo esto, recordé otro gesto que me llamó la atención durante un viaje a Francia hace algunos meses. En el hotel donde me alojaba -perteneciente a una famosa cadena- había una estantería de "intercambio de libros": se animaba a los huéspedes a dejar allí ese libro que llevaban consigo y ya habían terminado y tomar en su lugar uno de los muchos que huéspedes anteriores habían dejado a su vez. Supongo que si uno es usuario habitual de esa cadena, podría suceder que, al cabo del tiempo, encuentre en un hotel de -pongamos- Nantes ese ejemplar que dejó una vez en Montpellier.
Para mí, pues, que no sólo sigue el libro en papel más vivo que nunca, sino que los lectores tienen cada vez más ganas de compartir con otros sus lecturas. Por cierto, algunos libreros avispados han tomado buena nota: en una librería de Ingolstadt (Alemania) vi este verano una mesa con "libros recomendados por los lectores". El funcionamiento consiste en que, si te gusta un libro que has leído, haces una pequeña nota elogiándolo y el librero la pone, junto con un ejemplar del libro, en esa mesa. Desde luego, un sistema mucho más personal y cercano que las recomendaciones de los editores, a los que inevitablemente guía el interés.
sábado, 3 de septiembre de 2011
COCINA LITERARIA
El arte culinario hace su aparición más de una vez en las obras de ficción. Puede tratarse un una simple evocación. como la de la madalena de Proust, de un símbolo de un tipo de vida, como el delicioso bizcocho, todavía caliente y fragante a mantequilla, que come por las mañanas la joven burguesa Cécile Grégoire en Germinal o -versión más elaborada y declaradamente gastronómica- de los platos que cocina Pepe Carvalho en las novelas de Vázquez Montalbán. En todos estos casos, la gastronomía actúa como complemento de la trama, ayuda a definir a un personaje o a redondear la historia. Pero también ocurre que un autor literario o su obra sirven de inspiración para la literatura gastronómica. Es lo que ha hecho, por ejemplo, Mark Crick- fotógrafo y dibujante británico- en Sopa de Kafka, una obra que lleva como subtítulo Un recorrido por la literatura universal en 14 recetas. Este pequeño volumen reúne 14 pastiches literarios que adoptan la forma de receta culinaria. Así, los "Huevos al estragón comentados a la manera de Jane Austen" comienzan así: "Es una verdad por todo el mundo admitida que los huevos que tardan mucho tiempo en consumirse acaban por echarse a perder"; John Steinbeck nos cocina un Risotto de setas ("Allí estaban los boletus, secos, engurruñados, unas láminas retorcidas por la falta de agua, del color de la tierra reseca.", hay que reconocer que parece estar hablando de la tierra agostada del Medio Oeste americano), y los "Filetes de lenguado al estilo de Dieppe" que nos presenta Borges son, más que una receta, un intrincado laberinto de acontecimientos que acaban con alguna que otra muerte. Kafka, por su parte, más que cocinar, intenta hacer frente a unos invitados imprevistos con lo poco que tiene en su frigorífico; unos comensales que no recuerda haber invitado y que -cómo no- resultan de lo más inquietante. Un divertimento literio que, gracias a las múltiples habilidades de su autor, incluye ilustraciones "a la manera de" Andy Warhol, Picasso o Matisse, naturalmente dibujadas por él mismo.
Algo similar se le ha ocurrido a la escritora culinaria Esterelle Payany, en su Les criminels passent à table: 30 recettes vraiment mortelles des méchants de la littérature. Se trata aquí de recetas inspiradas por algunos de los "malos" más fascinantes de la literatura, tanto de los cuentos populares como de las obras clásicas o de autores modernos. Cada capítulo se abre con un fragmento de la obra en que está inspirada e incluye unas bonitas ilustraciones de Jean-François Martin.
La madrastra de Blancanieves cocina unas tentadoras manzanas al caramelo y Long John Silver aprovisiona su barco con galletas de marinero, mientras que el estofado con paprika de Drácula debe cocer durante toda la noche para alcanzar su punto óptimo. ¿Y quién podría resistirse al pollo con limón a la veneciana de Tom Ripley?
Claro que, hablando de Venecia, corro a la librería a hacerme con otro libro de recetas de procedencia literaria, A la mesa con Brunetti: por fin sabré cuál es el secreto de esos prodigiosos guisos con los que Paola Brunetti regala a diario a su familia y de paso nos hace salivar de envidia a sus lectores.
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