Las gentes que andamos desde siempre en el mundo de los libros estamos ya acostumbrados a lidiar una y otra vez con las mismas preguntas y a responderlas ya sea con cualquier evasiva, ya sea con algún sarcasmo, según nos dé. "Habrás leído muchos libros, ¿no?", cuando les dices a qué te dedicas; respuesta: desde un escueto "Pues sí" a un demoledor "En realidad, no me gusta leer" si te pillan en un día malo. "¿Y todos estos libros los has leído?", pregunta típica del que accede a tu biblioteca; respuesta: desde un "Por supuesto" si quieres dejar a tu interlocutor alelado (un poco incrédulo también, pero la mayoría no se atreve a exteriorizarlo) hasta un "La mayoría los guardo para cuando me jubile" que debería hacerles sospechar aún más, pero que suelen tragarse sin rechistar. Y, como estas, todo un catálogo de frases que ya podemos prever desde el minuto cero. Es más, si no fuésemos por naturaleza gentes librescas, es decir, más interesadas por lo que ocurre dentro de los libros que por impresionar a los que están fuera de ellos, tendríamos ya un vademécum que nos facilitaría la vida en ocasiones así.
A veces, sin embargo, nos topamos con una expresión nueva, un comentario tan absurdo como los anteriores, pero que nos sorprende porque ilumina un aspecto en el que no habíamos caído. Me ocurrió hace poco con un "Qué bonito es leer, ¿verdad?", que me dejó absolutamente alelada. Por supuesto, no supe qué contestar (creo que en mi estupefacción dije algo así como "Claro", pero pienso que lo más probable es que boqueara como un pez, nada más). Luego, naturalmente, empecé a reflexionar sobre lo que había oído. ¿Bonito? Jamás calificaría así el acto de leer. Leer es para mí, sobre todo, una necesidad vital, ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Algo que uno hace porque no puede dejar de hacerlo; si caes al agua y no nadas, te hundes. No nadas porque sea bonito (aunque en algunas circunstancias pueda resultar de lo más placentero), sino por instinto de supervivencia. Para nosotros los bibliópatas -tomo prestada esta feliz expresión de un blog amigo- es inconcebible pasar un día sin leer. Si por algún motivo no hay un libro a mano (y, creánme, hay momentos en que poco importa que sea bueno o malo), leemos los prospectos de los medicamentos o los textos de las cajas de cereales que toman nuestros hijos.
Leer no es bonito. Puede ser una experiencia maravillosa, puede ser un tostón, puede ser angustioso, puede ser emocionante, puede ser indiferente, puede ser arduo (como cuando intentas abrirte paso en un texto escrito en un idioma que no dominas). Pero no bonito.
Leo también en una entrevista al psicobiólogo Ignacio Morgado que "La lectura es la potenciadora de capacidades mentales con un mejor equilibrio coste/beneficio. Leer supone poner en juego un número importante de procesos mentales: percepción, memoria y razonamiento". No me cabe duda de que debe de ser así. Pero que no me vengan ahora con que hay que leer porque es saludable. O porque previene la degeneración mental en la vejez, un componente más de la dieta perfecta. Leemos porque de otra manera no seríamos nosotros.
Es parte de nuestra identidad. Yo, lector.
Leo también en una entrevista al psicobiólogo Ignacio Morgado que "La lectura es la potenciadora de capacidades mentales con un mejor equilibrio coste/beneficio. Leer supone poner en juego un número importante de procesos mentales: percepción, memoria y razonamiento". No me cabe duda de que debe de ser así. Pero que no me vengan ahora con que hay que leer porque es saludable. O porque previene la degeneración mental en la vejez, un componente más de la dieta perfecta. Leemos porque de otra manera no seríamos nosotros.
Es parte de nuestra identidad. Yo, lector.