Uno de los aspectos más curiosos de la bibliopatía es constatar cómo la fiebre por uno u otro género va y viene de acuerdo a leyes insondables. Como todos los afectados por esta incurable enfermedad, soy bastante omnívora en cuanto a lecturas; pero mientras hay temporadas en que alterno géneros en rápida sucesión -o en plan lectura simultánea, que también-, hay períodos de sequía por lo que respecta a algún género. O todo lo contrario, meses en que mi dieta lectora se centra casi en exclusiva en uno determinado. Ahora, por ejemplo, después de casi todo un invierno sin abrir ni una novela policiaca, llevo un par de semanas encadenando novelas del género negro. Y la fruición con que las estoy devorando augura, creo, un verano lleno de crímenes...
Quizás a consecuencia esta renovada fiebre policiaca, parece que estoy más atenta a cualquier noticia que se refiera al género, más abierta que de costumbre a recibir sugerencias de otras posibles lecturas en la misma línea. He detectado, por ejemplo -fíjense hasta qué punto me estoy mimetizando con lo que leo, que hasta al escribir me convierto en investigadora-, entre las próximas novedades del mercado anglosajón unas cuantas obras que tienen como denominador común un detective que es un personaje literario. Como Esther Greenwood, la protagonista de La campana de cristal (The Bell Jar), de Sylvia Plath. El título -The Hell Jar-, un juego de palabras facilón, no es muy prometedor. Pero vaya, todos los lectores de Plath sabemos que Esther es una chica lista y no hay nada extraño en que se ponga a hacer cábalas en torno a la muerte de uno de los internos del hospital psiquiátrico a donde la lleva su depresión. Seguro que la adrenalina producida por la persecución de un asesino contribuye a hacer que se sienta mejor.
Otro remix policiaco-literario concierne nada menos que a Meursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus. Habrá que ver si el autor de este pastiche copia también el estilo del autor francés. Por lo que cuentan, Meursault es tan agudo en sus observaciones detectivescas que acaba convertido en consultor de la policía colonial argelina.
La gran Maggie Smith en la versión cinematográfica de la novela de Forster |
Y de Argelia, a Roma, de la mano de uno de los personajes de E. M. Forster, la Charlotte Bartlett de Una habitación con vistas. El título anunciado tiene su gracia, porque emplea un lenguaje que podría muy bien ser el de la propia Charlotte: Charlotte Bartlett and the Mystery of the Slightly but Unacceptably Delayed Train (Charlotte Bartlett y el misterio del tren ligera pero inaceptablemente retrasado). Todo muy victoriano, como ven.
Por motivos bien distintos, estas tres novelas despiertan mi curiosidad lectora. Sin embargo, debo confesar que no estoy muy segura de que no sean un espejismo de la autora de la web donde las he visto mencionadas, puesto que no incluye ni sus autores ni enlace alguno a más información respecto a ellas.
Pero la idea de reciclar personajes ajenos y convertirlos en investigadores no es de ahora. Sin esforzarme mucho, puedo recordar una serie que retomaba a Jane Eyre -The Jane Eyre Chronicles, de Joanna Campbell- y a Rochester, su ya marido, como (improbables) detectives. Y, en ese pozo sin fondo que son los derivados holmesianos, otra en la que la resuelta Mrs Hudson era la verdadera detective, manipulando astutamente a sus inquilinos Sherlock y Watson. (Por supuesto, el propio Watson se ha convertido más de una vez en protagonista .)
Quien dice personajes, dice autores reciclados en pesquisidores: desde Jane Austen al españolísimo Francisco de Rojas (en las excelentes novelas de Luis García Jambrina), está claro que el territorio policiaco es amplio y permite todo tipo de licencias (no me cabe duda de que mis lectores encontrarán más ejemplos de ello).
No puedo finalizar este recorrido literario-criminal sin mencionar una de mis novelas detectivescas favoritas: Hamlet, venganza, de Michael Innes. No sólo estamos ante un clásico del género, sino ante un misterio que rebosa literatura por los cuatro costados. Por un lado, los crímenes están basados en obas de shakespeare. Además, con deliciosa ironía, Innes -seudónimo de un ilustre profesor y crítico literario, J.I.M. Stewart- hace que su detective, Appleby, comente sus descubrimientos con Giles Gott, un académico con interesantes ideas sobre Shakespeare, que a su vez escribe novelas policiacas con seudónimo. Si buscan todos los ingredientes de una novela detectivesca muy british, aderezados con referencias literarias a raudales, ésta es sin duda su novela.