La labor del biógrafo tiene algo de conjuro: rescatar del pasado a un personaje, reconstruyendo su trayectoria completa para que éste parezca vivir de nuevo ante los ojos del lector. Pero el pasado, lo sabemos, no puede nunca ser recuperado en su totalidad. El retrato que la biografía traza tiene, posiblemente, tanto del biografiado como del propio biógrafo. ¿Cómo se explica, si no, que el mismo personaje resulte tan favorecido en una biografía, mientras que en otra se nos revela como alguien mezquino y desagradable? Sin embargo, hay pocos biógrafos dispuestos a admitir su parcialidad. Como mucho, aducen que Fulanito no consultó las fuentes adecuadas, que ellos han tenido acceso a una correspondencia que Menganito ignoraba, o que los avances de la ciencia han aportado una información decisiva para desentrañar algún aspecto ligado quizás a la misteriosa muerte de su biografiado. Siempre me ha resultado enojosa esta resistencia a admitir que, por más que hayan investigado, hay facetas de su biografiado que nunca estarán a su alcance. Por eso resulta tan refrescante encontrarse con una obra como
Footsteps. Adventures of a Romantic Biographer, de
Richard Holmes, capaz de mezclar sin complejos su labor como biógrafo con su propia biografía, y de mostrar cómo las afinidades vitales han guiado su elección de temas y sujetos. Arroja además luz sobre ese extraño proceso que hace que alguien decida dedicar varios años de su vida a rebuscar en la de otro sujeto, generalmente ya fallecido (a veces varios siglos atrás).
Para Holmes, todo empieza con un viaje (una manera estupenda de empezar cualquier cosa). A sus diecinueve añitos, a mediados de los sesenta, este joven recién salido de una estricta educación británica emprendió una aventura que resultaría decisiva para su futuro: rehacer el viaje que Robert Louis Stevenson realizó por la región francesa de las Cévennes en 1878. Tal como Holmes confiesa, las Cévennes resultaron para él una iniciación.
"...lo que experimenté en las Cévennes en el verano de 1964 fue un encantamiento. No fue nada a partir de lo que elaborar un relato gótico, o que pudiese interesar a la Sociedad de Investigaciones Psíquicas; fue un acto de violación psicológica deliberada, una invasión o una transgresión del presente en el pasado, y en cierto sentido del pasado en el presente. Y en esta experiencia de encantamiento encontré por primera vez -aunque entonces no era consciente de ello- lo que ahora creo que es el proceso esencial de la biografía."
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Parque Nacional de las Cévenes, Francia |
Según Holmes, realizar una biografía de alguien tiene dos aspectos esenciales. Por un lado, el acopio de datos, hechos y materiales biográficos; por otro, la "creación de una relación ficticia o imaginaria entre el biógrafo y su sujeto; no simplemente un 'punto de vista' o una 'interpretación', sino un diálogo vivo y continuo entre ambos". Siempre me han decepcionado las biografías que contemplaban a su sujeto desde lejos, como aspirando a una imparcialidad olímpica (no olvidemos que los dioses del Olimpo distaban bastante de ser imparciales).
Para que este diálogo entre ambos sea fructífero, debe haber antes que nada una identificación en mayor o menor medida consciente entre biógrafo y sujeto. Es una especie de enamoramiento previo. Pero el amor nos ciega y un biógrafo con los ojos vendados es un mal biógrafo:
"El verdadero proceso biográfico comienza precisamente en el momento en que esta forma ingenua de amor e identificación se quiebra. El momento de la desilusión personal es el momento de la recreación impersonal y objetiva."
Sin embargo, Holmes extrajo también una lección final de sus experiencias tras los pasos de Stevenson, que tiene que ver con la imposibilidad de reconstruir el pasado:
"..cuanto más atenta y escrupulosamente sigues los pasos de alguien a través del pasado, más consciente te vuelves de que nunca existió por completo en ningún lugar de aquel recorrido. No puedes congelarlo, no puedes clavarlo con una chincheta en ningún recodo del camino, ninguna curva del río, ninguna visión desde una ventana. Está siempre en movimiento, acarreando su vida pasada hacia el futuro."
Aún así, o quizás precisamente por ser capaz de reconocer estas limitaciones, Holmes es autor de maravillosas -y premiadas- biografías sobre los poetas románticos ingleses (Shelley, Coleridge) y de un libro -éste sí, traducido al español- acerca de la ciencia en la época romántica:
La edad de los prodigios: terror y belleza del romanticismo.
Me resulta incomprensible que una obra tan absorbente y estimulante como estos "pasos" de un biógrafo insigne no tenga versión española. ¿A qué esperan, señores editores?