John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 27 de noviembre de 2011

EL PALIMPSESTO DE ARQUÍMEDES


Los caminos por los que la sabiduría de los griegos, ese germen de la civilización tal como hoy la concebimos, ha llegado hasta nosotros son a menudo tortuosos. Mucho se ha perdido, seguramente para siempre -de no mediar algún milagro-, y otro tanto lo conocemos sólo de forma fragmentaria o a través de terceras personas. Esta es la historia de cómo unos escritos de Arquímedes han visto la luz, gracias al trabajo paciente de los investigadores, a las más modernas tecnologías, y a una serie de casualidades dignas de una novela. Allá por el siglo III a. C., Arquímedes de Siracusa escribió sus tratados sobre rollos de papiro, unos originales irremediablemente perdidos en la noche de los tiempos. Por fortuna, sus obras fueron copiadas por generación tras generación de escribas. Hacia finales del siglo V, probablemente, estos escritos dieron el salto al pergamino y fueron encuadernados. El que nos ocupa, el protagonista de esta historia, es un pergamino que se ha podido datar hacia el año 900, sin duda procedente de Constantinopla. Cuando en 1204 las grandes bibliotecas de esta ciudad fueron saqueadas por los cruzados, nuestro pergamino consiguió de algún modo sobrevivir y llegar hasta un monasterio cristiano. En 1229, un monje griego que necesitaba pergamino para un libro de oraciones desmontó el manuscrito de Arquímedes, rascó lo escrito y sobre esa misma piel copió el texto litúrgico. Un proceso muy común en una época en que el pergamino era un bien escaso y caro, y en que la salvación de las almas tenía un rango mucho más elevado que la ilustración de las mentes. El resultado de esta operación se conoce como palimpsesto (palabra hermosa donde las haya). A continuación, silencio, oscuridad y rezos durante varios siglos, hasta que en 1906 un clasicista danés, Johan Ludwig Heiberg, descubrió el manuscrito en la biblioteca de un monasterio ortodoxo griego en Constantinopla. No sé bien cómo (mi fuente no lo dice), supo reconocer que bajo las plegarias había un texto griego, una obra de Arquímedes. Consiguió que le permitieran fotografiar muchas de las páginas e incluso publicó algunos artículos desvelando aquellos fragmentos que había podido descifrar. Así, el mundo occidental tuvo noticia de la existencia de una obra de Arquímedes hasta entonces desconocida, el Método de los teoremas mecánicos. Gran cosa para la cultura, mala para la codicia: poco después de la Segunda Guerra Mundial, el palimpsesto desapareció de la biblioteca -sin duda fue robado- y se cree que permaneció en manos de una familia francesa durante la mayor parte del siglo XX. En 1998 salió inesperadamente a subasta en Christie's y fue adquirido por dos millones de dólares por un comprador anónimo. Recordemos que durante todo este tiempo ningún especialista había podido estudiar el manuscrito: la mayor parte de los textos de Arquímedes en él contenidos seguían siendo inaccesibles.
Pero ya no. Desde el pasado 16 de octubre en el Walters Arts Museum de Baltimore (EE.UU.) se puede visitar la exposición "Lost and Found: the Secrets of Archimedes", donde se desvela no sólo qué era lo que escondía el palimpsesto, sino cómo, en una paciente y escrupulosa labor que ha durado años, se llegó a descifrarlo. Gracias a William Noel, conservador del museo, y su equipo y gracias también a la generosidad del comprador -sigue siendo anónimo- que accedió a prestarlo para su estudio, el palimpsesto de Arquímedes ha desvelado sus secretos y ha regalado al siglo XXI varios tratados de Arquímedes, además de algunos otros textos de la época. Sobrecoge un poco pensar el largo camino que ha sido preciso recorrer para llegar a leerlos, pero también emociona ver cómo las voces de la Antigüedad pueden ser recuperadas.



6 comentarios:

  1. Una de las cosas que se les enseña a los alumnos es que la diferencia entre un texto oral y otro escrito es la condición efímera del primero y la perdurabilidad del segundo. Magnífico ejemplo éste que corrobora la aserción y que, si no te importa, Elena, usaré como lectura en alguna de mis clases a fin de que vean la importancia de cuidar lo escrito no sea que en el futuro alguien llegue a leer lo que en el presente fijamos con la palabra, esa herramienta tan útil que cada vez más se tiende a menospreciar.

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  2. Juan Manuel, estaré encantada de que utilices esta entrada en tus clases. Espero que ayude a inculcarles a tus alumnos la perdurabilidad de lo escrito. "Verba volant, scripta manent".

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  3. ¡Qué maravilla! He seguido entusiasmada la historia del manuscrito y el proceso por el que ha pasado a lo largo de los siglos. Ojalá que se descubrieran más obras perdidas...

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  4. Uauu, digno de una novela. Muy interesante, Elena!

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  5. Esta trama me parece mucho más interesante que la del Código da Vinci. Los literatos en el caso de los palimpsestos se convierten aquí en una especie de arqueólogos investigando textos pretéritos como si de fósiles se tratase.

    Hay un detalle también para reflexionar, durante la época de los escribas, los textos se manipulaban en cada copia, luego llega la imprenta y la edición se convierte en una forma de hacer copias exactas de cada ejemplar primigenio. Pero llegamos a la época actual y a internet, y de nuevo recuperamos ese espíritu de manipulación; donde por ejemplo en los blogs cada uno recoge poemas o fragmentos de otros, y con ellos reconstruye sus posts (como los "libros de lugares comunes" de los que hablabas en otro post, o los centones en la poesía).

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  6. Elvira, una verdadera novela; y estoy segura de que si tuviésemos todos los detalles (qué pasó con el manuscrito robado, quién es el comprador anónimo), aún lo sería más.

    Vigo,la realidad suele superar a la ficción (y el Código da Vinci no es que sea muy allá como ficción). Me ha gustado tu comparación entre la época medieval y la de internet. Sólo que ahora está mal visto manipular textos ajenos, y entonces era señal de que uno era verdaderamente culto.

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