John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 29 de mayo de 2012

MI BIBLIOTECA (I): ORDEN Y MEMORIA

En esta primera entrega de la serie, el invitado que nos muestra su biblioteca es Carlos, del blog El buscador de Tusitalas. Admirador confeso de Robert Louis Stevenson (no en vano le dedica el título de su blog), Carlos nos habla en sus entradas de literatura, de cuentos, de aventura, pero también de cine, otra de sus pasiones. Junto, como veremos aquí, a la de rebuscar libros y buscar las ediciones más bellas. Todo un bibliómano.

Hace muchos años que dejé de contar libros, pero no de comprarlos. Debería consultar con un arquitecto para saber cual es el peso máximo permitido en libros que debe tener cada estancia, por eso de no hacerle un boquete indeseado al vecino (aunque la verdad nunca he leído una noticia que diga que la cultura sea el motivo de un hundimiento).
De momento, soy capaz de encontrar la gran mayoría de mis libros gracias a una “prodigiosa” memoria (exacto, como Mendel, ¿deberé preocuparme?) desarrollada desde muy joven, cuando mis pérfidos hermanos se dedicaban a cambiar el orden de los libros en las estanterías para divertirse viendo como mecánicamente los volvía a reinstalar en su lugar; pero también debido a mi infalible sistema de ordenación cronogeotemático. El criterio inicial consiste en separarlos por temas, pero considerando que la literatura es uno de los temas principales, dentro de esta hay dos niveles: el primero, los países y dentro de estos, los años de nacimiento de los autores. No me extrañaría que algún bibliotecario se quejara de mi despropósito; alegaré que con este sistema los raptores de libros andan algo confundidos.
Algunas de las abultadas estanterías
Los libros son viajeros y siempre he entendido que su condición es nómada, excepto aquellos que se encuentran encarcelados en las bibliotecas nacionales y demás. Debemos ofrecer a los libros libertad y dejarlos escapar, para que otro los capture y así infinitamente. Me encanta buscar los libros fuera de su lugar común, es decir, fuera de las librerías de compra nuevas a las que acudo para encontrar cosas concretas. Aunque me dejo ver por las librerías de segunda mano, alguna feria o el Mercat de Sant Antoni, confesaré mi secreto mejor guardado: mi biblioteca ha crecido gracias a los encantes viejos de Barcelona. De allí provienen mis mejores compras y mi acelerada pasión. Si algún día veis a un tipo alto subido a una montaña de libros que se agolpan en el suelo, impasible al frío o el calor y con el asumido riesgo de enseñar el canalillo que separa los glúteos, ese puedo ser yo. Obsesivamente, acabo comprando a través del regateo, que no deja de ser la parte más gratificante de todo el proceso. Y es que nadie me negará que conseguir una ganga o un raro es equiparable a pisar la luna por primera vez (bueno vale, me he pasado, pero durante unos segundos puede serlo y además quién sabe lo que se siente al pisar la luna; pocos, muy pocos…).
El problema de buscar gangas es que siempre las hay y eso deriva en una progresión infinita de libros y una disminución pareja de tu economía y espacio. Aún así, soy humano y por tanto me dejo vencer fácilmente por los placeres y acabo comprando libros semanalmente para regalar o para rellenar los huecos ya imperceptibles de mi casa. Porque esa es otra obsesión, si encuentro una edición de mejor calidad que la que tengo, no puedo evitar reponerla. Solución a esta duplicidad: regalar el otro. Pues sí, debo reconocer que uno encima es un sibarita del papel y busca buenas ediciones (tapas, traducciones, papel, ilustraciones, notas…).
Anecdóticamente esta manía el pasado Sant Jordi nos dio una estupenda gratificación. Mi mujer me pidió “algún” libro para ciertos alumnos de una clase un tanto especial, con dificultades de varios tipos. Inicialmente me pidió unos doce libros para regalárselos, que acabaron convirtiéndose en dieciséis. Los fuimos eligiendo según las características de cada uno: de ingenio, de aventura, sentimental, sencillo, fantástico… Parece ser que acertamos con todas las elecciones. Según me dijo, fue un momento muy emocionante, porque ninguno de ellos se esperaba nada, esos libros les hicieron sentir verdaderamente especiales. Mucho mejor que una campaña orquestada del fomento a la lectura.
Otro de los temas es qué elijo para leer, por qué, cuándo y dónde. Difícil seguir un criterio de lectura, aunque tengo más o menos una pila ordenada mentalmente –hay quién incluso habla del monstruo de la pila, que crece y parece querer devorarte-. En esa pila, con un supuesto orden, los libros se van desplazando hacia arriba o hacia abajo, e incluso aparecen nuevos que reclaman un derecho que no les corresponde cronológicamente. Supongo que, como le ocurre a cualquier buen lector, las prioridades pueden variar en poco tiempo gracias a los blogs y foros amigos, a los comentarios de los mismos autores o a alguna autorizada voz. En cualquier caso últimamente, y debido al blog que escribo, los temas se imponen a las lecturas en sí; es decir, pienso en aquello de lo que querría hablar y elijo la lectura en base a ello –siempre teniendo en cuenta que el libro escogido está en la pila-. De esta manera, leo algunos libros que podrían perderse en el limbo de lo interesante pero no atractivo para el momento. Pero, este método engendra monstruos, porque hace que me dedique a buscar más material que, a veces, no poseo. Más madera.

Mi rincón en compañía de Sherezade
Mi sitio de lectura preferido es la cama –estilo Twain, para entendernos-, aunque donde más leo es en el trayecto hacia el trabajo. Tiendo a la distracción, por lo que ni vasos de whisky, ni música de Bach, ni niños jugando alrededor y, como me pasaba cuando estudiaba, no puedo aguantar más de una hora seguida.  Y por cierto, aunque sea incorrecto, yo al lavabo siempre con un libro para hojear.

13 comentarios:

  1. La doble fila es lo mejor de las bibliotecas, siempre... como si aún quedaran cosas por descubrir más allá de a primera vista.
    Genial leer los detalles de las costumbres de otros lectores, siempre son interesantes de leer (no hay nada como saber acertar con un libro, preciosa anécdota).
    Saludos!

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  2. Muchas gracias a Elena por esta idea, y a todos los colaboradores. Me encanta leer sobre los libros y las bibliotecas ajenas, y aunque la mía ya no puedo decir que sea pequeña, no sé por qué siempre siento envidia de las demás, pienso que tendrán muchos volúmenes que yo no poseo y que me estaré perdiendo. Un cordial saludo a todos.
    Sonia.

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  3. Me gusta mucho estas colaboraciones. Además me muestran bibiotecas ajenas un tema que me interesa(su orden/desorden es un mundo). A esto se unen las inevitables comparaciones, éste lo tengo, éste no Saludos

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  4. Fabulosa colaboración!! Qué manera tan fantástica de retratarse!! Me encuentro identificada con tantas cosas!!
    Me ha encantado. Enhorabuena.

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  5. Ja, ja, no lo puedo evitar. Es ver tus estanterías y automáticamente poner la cabeza de lado y comenzar a tratar de identificar títulos (¿Cual será este de el Acantilado del que tiene tantos? ¿Este de Valdemar debe ser Stevenson?..) Es una deformación que algún día se convertirá en una deformidad.
    Un rincón extraordinariamente sugerente y una iniciativa estupenda de Elena.
    Saludos.

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  6. Qué interesante es la idea de Elena, así como la primera entrega del Buscador de Tusitalas. Yo tampoco puedo evitar preguntarme por los títulos, aunque son pocos los que identifico sin dudarlo: la edición completa de Las Mil y Una Noches (¡qué envidia!), El señor de los anillos, Bajo el volcán, ¿Los gozos y las sombras?...
    Si algún día, en los Encantes, ves a alguien con grandes colmillos y los ojos inyectados de sangre, no te asustes, sólo querré saludarte.

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  7. A mí me pasa lo mismo que comenta Oscar: tengo que saber los libros que hay en las estanterías. He visto por ahí la saga de Los tres mosqueteros de Dumas, la saga completa (o eso creo) de Sherlock Holmes de Valdemar, la Vida de Johnson... Lo cierto es que, basándome en esa idea de Carlos de colocar sus libros cronologicámente, puedo ir imaginando los libros que habrá entre ellos. Y es muy sugerente :)
    Espero las próximas entradas con muchas ganas.

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  8. Bueno, bueno, hay que ver cómo nos sale a todos la vena bibliómana y codiciosa en cuanto se pone a tiro una biblioteca ajena... Prepárense todos, porque en próximos capítulos van a haber unas cuantas que seguro serán motivo de envidia. To be continued.

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  9. Y yo me "quejo" de libros...veo que tus estantenrias rebosan...me gusta esa idea de los libros nómadas, viajeros...pero cada vez que me hago más mayor, menos ganas me dan de prestarlos...es decir...¿volverán? porque ya he sufrido eso de que los libros no vuelven...(quizá es que en realidad, no eran míos).
    Con respecto a los libros por todas partes...en mi caso es igual...hasta por las escaleras...y en el baño también...porque...¿quién sabe? Lo mismo se necesita un poco de Katherine Mansfield o Doris Lessing, o Mark Twain. Mi sitio preferido para leer también es la cama.
    Saludos!!

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  10. Como a vosotros os gusta mirar, a mí me gusta enseñar.Es divertido también ver lo que los demás ven o creen ver en esas estanterías.
    Es muy curioso que ver una biblioteca hecha tiene más morbo que una biblioteca pública o una librería con muchos más estantes, quizás por aquello de que los libros te están explicando muchas cosas de esa persona.
    Evidentemente hay más rincones por casa con libros (me hubiera gustado presentar la de mis hijos, o la que nos acompaña por las noches) pero supongo que esta muestra ya es buena. Me alegra saber que nadie toma nota de mi secreto, porque supone que no deberé pelearme más que ahora por los mejores.
    Oscar, niño vampiro, little emily, tenéis más ojo que un aparato de blade runner. Oscar, esos Acantilado no pueden ser otros que Zweig. Esa fila central, con tantos Valdemar, pertenece a la literatura británica seguida de la norteamericana (ale, a trabajar el ojo). El gordo de Acantilado no es la vida de Johnson pero podría serlo,aunque si has entendido mi magnífico sistema cronogeotemático, comprenderás que cerca de Dumas tiene que existir otro gran francés anterior en el tiempo (pues sí es Montaigne).
    Y ahora le toca al siguiente, que yo también quiero ejercer de voyeur.
    Enhorabuena Elena.

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  11. Uff, difícil para mí hacer que mis libros pasen a otras manos. Supongo que será después de muerto, jeje. Aunque tienes razón: los libros son nómadas, y pueden vivir cientos de años, de aquí para allá; comenzando en una lujosa editorial, traspasado de mano en mano por un siglo entero antes de acabar en alguna librería de viejo, en una feria de libros usados o, en el peor de los casos, destruídos =(

    Me ha encantado tu entrada. ¡Te sigo! ^^

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  12. Ooooh, qué bien ha comenzado esta serie. Y qué cotillas somos todos :)

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  13. ¡como he disfrutado esta entrada! a mi me pasa lo mismo que aunque ya posea un libro, si sale en una edición más chula tengo que comprarlo, y termino regalando el anterior ;)
    ¡Que bien que todos los jóvenes que recibieron libros les gustara! y que fueran pensando en las características de cada uno ¡felicidades por soltarlos de esa manera!

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