Es bien cierto que los viajes amplían horizontes, tanto los personales como -si uno tiene esa inclinación- los literarios. En estos días de final de verano, un viaje por tierras gasconas me ha permitido conocer de cerca la tierra natal de uno de los grandes personajes de la literatura romántica, el valiente d'Artagnan. Para quien no esté al corriente del asunto, es cierto que se trata de un personaje de ficción, pero basado en alguien que existió en realidad, Charles de Batz de Castelmore d'Artagnan, nacido entre 1611 y 1615 (no hay certeza en la fecha) en el castillo de Castelmore y muerto con honor durante el asedio a la ciudad holandesa de Maastricht en 1673. Como el héroe de ficción, Charles de Batz (d'Artagnan -en su partida de matrimonio firma como Dartaignan- era el nombre de la familia de su madre, que él adoptó al instalarse en París) era pariente del señor de Tréville, quien le ayudaría a entrar en la compañía de los mosqueteros del rey. Por cierto, que el nombre de "mosqueteros" deriva de que iban armados con un mosquete, algo que pocas veces se ve en las películas de espadachines que luego han inmortalizado a este cuerpo militar. Charles de Batz no sólo fue un aguerrido luchador y un mujeriego impenitente -igual que su contrapartida de ficción-, sino que contó con la confianza del rey Luis XIV hasta el punto de que este le encomendó la detención de su ministro de finanzas, Nicolas Fouquet, a quien llevaría durante tres años de prisión en prisión, y le nombró gobernador de Lille. Pero por muy grandes que fuesen sus hazañas, hubiese permanecido en la oscuridad de la historia de no ser por Dumas, quien a su vez sacó buena parte del material biográfico de unas apócrifas Mémoires de M. d'Artagnan, escritas por un tal Gatien de Courtilz de Sandras en 1700. Aunque el autor no conoció en persona a su héroe, sí debió de recopilar mucha información sobre él durante su encierro en la Bastilla -entre otras cosas, se dedicaba al panfleto político- cuyo alcaide era por aquel entonces Besmaux, que había sido compañero de d'Artagnan. A mí me parece fascinante la manera en que la literatura toma a un personaje real y, a través de varias encarnaciones novelescas, lo convierte, como en este caso, en alguien inmortal.
Por eso, no podía dejar de visitar Lupiac, el pueblo natal de nuestro héroe, un lugar pequeñísimo y no tocado apenas por el progreso, cuyo único reclamo turístico reside en un par de estatuas -una de ellas en la única plaza del villorrio- y un museo que no es gran cosa.
Pero es que esos cuerpos formados por los "cadets de Gascogne" tienen mucha historia y mucha literatura. La palabra "cadet" -incorporado ahora al francés con el sentido de "hijo pequeño de una familia"- proviene del gascón (una variante del occitano) y designaba a los hijos menores de las familias de la pequeña nobleza gascona que, dado que no tenían esperanzas de heredar, partían a París a ponerse al servicio del rey. Estos "cadets" se ganaron fama de valientes, pero también de orgullosos y de mujeriegos. El propio Dumas subraya, nada más comenzar su novela, la primera de estas características:
"Don Quijote tomaba los molinos de viento por gigantes y los rebaños por ejércitos: d'Artagnan tomó cada sonrisa por un insulto y cada mirada por una provocación. Por esta razón, desde Tarbes a Meung, llevó siempre el puño cerrado, y por lo menos echó mano a la espada diez veces al día."
Por supuesto, también los restantes tres mosqueteros tienen su equivalente en el mundo real, aunque no siempre tan cercano ni tan ajustado a la historia como en el caso de d'Artagnan. Y esta compañía cuenta entre sus filas con otro personaje literario de altura: Savinien de Cyrano de Bergerac, que también formó parte de ella. Pero -cosa graciosa- el Cyrano real no era gascón, sino que nació en París y el Bergerac que añadió a su apellido el nombre de una propiedad que su padre, antiguo pescatero enriquecido, compró cerca de París. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los mosqueteros fuesen de origen gascón propició el malentendido, que se ha perpetuado hasta el punto de que el Bergerac "falso", ubicado en el actual departamento de Dordogne, pero dentro de la región histórica de la Gascuña, vive de los réditos turísticos de este personaje y cuenta incluso con una estatua suya en su municipio. Y las referencias cruzadas se multiplican: en el Cyrano de Rostand, d'Artagnan y Cyrano se encuentran. También otros autores supieron encontrar un filón en esta coincidencia, como el folletinista Paul Féval, que escribió nada menos que siete novelas con diferentes episodios de la rivalidad entre Cyrano y d'Artagnan.
No me dirán que no se aprende viajando. Al final, lo que más lamenté es no poder visitar la verdadera morada de d'Artagnan, el castillo de Castelmore, que sigue en manos privadas. A juzgar por las fotos que se exponen en el museo, sigue tan destartalado como cuando nuestro héroe lo dejó para ir en busca de aventuras.
Me ha encantado. Tuve una época en mi adolescencia en que era muy muy fan de D'Artagnan y los tres mosqueteros. Fue un descubrimiento saber que estaba inspirado en un personaje real, del que apenas conseguí información porque en aquel momento (todavía no había internet) investigar era aún más aventura que hoy. Este artículo me ha sabido a poco :)
ResponderEliminarLa verdad es que podía haber contado más cosas, pero no quería hacerme pesada... Si algún día vas por esa zona, no dejes de visitar Lupiac. Los no dumasianos no de dan importancia, pero para los fans tiene su miga.
EliminarMe alegro de que el pasado verano leyera Los tres mosqueteros y Veinte años después. Así estas entradas se disfrutan más :)
ResponderEliminarSobre las relaciones en la ficción entre D'Artagnan y Cyrano, vi una película que se titulaba así: "D'Artagnan y Cyrano"... y por Dios, tan ilusionado que la cogí y qué mala era.
Saludos :)
La serie de Paul Féval sobre estos dos personajes es también bastante mala. Si la película se basaba en ella, estaría a la altura...
EliminarMuy interesante, no tenía ni idea; parece que Dumas construía a partir de lo real, desarrollando luego la historia todo lo que le permitía su imaginación sin límites. El conde de Montecristo creo que también se basa en un personaje real. Qué grandes estas novelas del XIX, qué tiempos.
ResponderEliminarUn saludo!!
Gracias, Gerardo. Sobre Dumas. quizás te interese otra entrada que escribí donde hablo de su padre, que fue general de Napoleón. Un personaje fascinante, que murió cunado Dumas era un niño, pero que marcó su vida y probablemente su obra.
EliminarBuenas tardes, aunque no tenga nada que ver con este post me gustaría saber si se va a continuar con la serie de bibliotecas que apareció hace unos meses en este blog. Gracias
ResponderEliminarAgradezco mucho tu interés. Sí que había pensado en hacer una nueva entrega de la serie de bibliotecas, pero lleva bastante trabajo, así que aún no puedo decirte cuándo será. Seguramente este invierno. Si tienes un blog y te interesaría participar, escríbeme al correo que figura en mi perfil y lo hablamos.
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