John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 3 de diciembre de 2017

DEJAR UN LIBRO A MEDIAS



Según Daniel Pennac -que tanto reflexionó en torno a la lectura y cuyo aniversario, precisamente, se conmemoró el pasado 1 de diciembre-, entre los derechos del lector está el de dejar a medias un libro. Unos derechos estos que estaría bien grabar a la entrada de las bibliotecas y de las escuelas, para alivio de tantos lectores que no consideran que leer un libro deba ser una obligación, ni un paso más en su educación, ni una muestra de superioridad moral, ni una tarea ardua, pero necesaria. Que desean leer un libro sin más, sin connotaciones, a su ritmo, porque en ese momento les apetece (y tal vez en otro momento no, ¿qué pasa?). Y, si resulta que ese libro no les convence -sin importar que se lo hayan recomendado tantísimo, ni que su autor sea famoso, ni que a su vecina le haya encantado-, están en su pleno derecho de dejarlo cuando quieran. Es más, creo que aprender a abandonar una lectura que no cumple con las expectativas, lejos de ser un acto de pereza, es un acto de necesaria higiene mental.

Daniel Pennac

En mi larga nómina de lecturas hay infinidad de libros terminados, la mayoría, pero también unos cuantos que se quedaron a medias. ¿Eran todos malísimos? Sin duda, algunos lo eran. Pero, lo confieso, hay libros "malos" -con muchas comillas; como dicen los ingleses "one man's meat is another man's poison", lo que en castizo viene a ser "para gustos, colores"- que he leído hasta el final sin pestañear, a veces porque  simplemente la trama me había atrapado; otras, porque a pesar de la absurda deriva del argumento, no había perdido del todo la esperanza de que enderezase su rumbo en algún momento. Así pues, que flaquease en la continuidad de la lectura fue solo en parte achacable al libro en cuestión. También se ha dado el caso de que, a pesar de hallarme ante una novela suficientemente interesante y bien escrita, el desenlace me resultase excesivamente previsible; no me importó entonces dejarla de lado a pocas páginas de ese final que veía venir desde lejos. En otras ocasiones, en cambio, la culpa del abandono ha sido toda mía: quizás mi mente no estaba preparada para digerir ese libro en concreto, o la lectura me pilló en un momento en que estaba empachada de ciertas lecturas y -a modo de los que se encuentran delicados del estómago- necesitaba otro tipo de dieta libresca. Nunca me ha parecido grave. Algunos de esos libros los he retomado, con provecho, en condiciones más adecuadas. Otros, esperan aun su turno, que tal vez no llegue nunca.




Existe ahora una corriente de opinión que achaca las bajas tasas de lectura a la ubicua y constante seducción de las pantallas. ¿Cómo va a leer la gente -argumentan- si está rodeada de otras ofertas de ocio, tan sumamente atractivas? Es innegable que todos, salvo algunos pocos ermitaños tecnófobos que aún reniegan del móvil y sus fastos, perdemos cada día mucho tiempo consultando aplicaciones diversas. Tiempo que, sin duda, podríamos dedicar a otras actividades. Ahora bien ¿quién dice que privada del imán de las pantallas, la gente se lanzaría a leer y no a cualquier otra actividad? Qué se yo, a tomar cañas, a hacer deporte, a hablar con los amigos o jugar con sus hijos. En fin, en cualquier caso el asunto preocupa lo suficiente como para que se encarguen sondeos al respecto. Cazo al vuelo -sí, en esas redes malignas que me quitan tiempo para leer- un artículo aparecido en la web ActuaLitté con el tremendista titular "Desbordados, los lectores no terminan más que un libro de cada tres". Alarmante, se diría. Aunque si uno lee con atención los datos allí expuestos, la cosa no parece tan grave. De entrada, resulta que el titular no refleja del todo los resultados del sondeo, que, leído con más atención,  dice que "un francés de cada tres menor de 50 años deja a medias más de la mitad de los libros que comienza" (o sea, para dos terceras partes del público lector la tasa de abandono es menor). Con frecuencia, el motivo aducido para este abandono es "la falta de tiempo". Ignoro con qué grado de veracidad responde la gente a estas encuestas, pero yo las encararía con un sano escepticismo: personalmente, no he dejado nunca de terminar un libro que me interesase lo suficiente. ¿Quién no se ha quedado en vela hasta las tantas con tal de acabar un libro que le apasionaba? El tiempo, como todos sabemos, es relativo. Y elástico. Curiosamente, además, entre los menores de 35 años (que se supone son los más afectados por la adicción a las pantallas) solo un 16% dice que estos medios les impiden concluir sus lecturas. Vemos luego que todo el objetivo de la encuesta era sondear si tendría aceptación entre el público un sistema que permitiese convertir los libros en audio. Así que el malo de la película no eran las pantallas, ni la falta de diligencia de los lectores, sino el libro en papel, tan pesado y anticuado el pobre. Supongo que, como ocurre con todas las encuestas -fíjense sino en el ejemplo de las encuestas electorales-, cada cual saca de ellas la conclusión que más le interesa. Por mi parte, creo que nunca se me ocurriría achacar el abandono de un libro a que era muy largo y abultaba mucho. Precisamente, cuando un libro te gusta, lo que desearías es que no acabara nunca. Solo los tostones "se hacen" largos. Lo mismo que las malas películas, o las malas series. ¿Cuántas han dejado ustedes a medias, díganme? Al final, lo que cuenta es la calidad del contenido. ¿Para qué perder tiempo en libros que no lo valen? Háganse un favor, no se sientan culpables de dejar a medias los libros que no merecen su atención. Y empleen ese tiempo en leer otros que les compensarán sobradamente. Hagan uso, sin limitaciones, de sus derechos de lector. 





20 comentarios:

  1. mmmmm, yo dejo pocos libros a medias, y nunca es por falta de tiempo porque lo que hago es saltar a otro. Es decir, nunca dejo un libro porque vaya a hacer otra cosa, voy a leer otro libro, siempre en papel, que me guste más.

    Mmmm... está claro que no saben que inventar para tratar de acabar con el libro en papel.

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    1. Lo de intentar convencernos de que cualquier soporte (pantalla, audio) es mejor que el papel es una manía. Son muy insistentes, pero de momento el papel se les resiste...

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  2. Totalmente conforme, Elena. Yo lo practico sin complejos. Me ronda por la cabeza "Nana" de Zola que se me atravesó (tal vez porque venía totalmente entregada a "Eugenia Grandet" de Balzac y, claro, no es lo mismo). Otros muchos se me han atravesado pero, como bien dices, Elena, eso no quiere decir que no puedan tener una segunda oportunidad en un momento más propicio. Pero también reconozco que son tantos los que he dejado sin acabar (diría que sobre un 25 o 30%) que cada vez que empiezo un libro siento cierta inquietud hasta que finalmente me engancha.
    Un saludo.

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    1. Exactamente, Beatriz, sin complejos. Lo bueno de los libros es que no hacen reproches. La lectura es una actividad privada, y no es necesario rendir cuentas de cuánto, cómo ni dónde se lleva a cabo.

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  3. Reconozco que me cuesta mucho dejar un libro sin terminar, pero últimamente lo hago con más frecuencia, aunque puede que sólo me ocurra con unos dos o tres libros en un año como máximo, pero es que antes me obligaba a seguir aunque no me convenciese. Creo que hay que aprender a dar la espalda a una lectura que no te satisface, aunque aún siento reparos cuando lo hago.
    Saludos.

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    1. Te digo lo mismo que a Beatriz: sin complejos. Ningún libro va a acusarte de no haberlo terminado. El único juez competente eres tú, y seguro que encuentras otros muchos libros para llenar el tiempo que te deja esa novela que no llegaste a acabar.

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  4. Hablando de lo propio: yo dejo mucho más libros sin acabar que los que realmente termino. Un cálculo aproximado (e improvisado ahora mismo) supone que termino el 32.5% de los libros que empiezo. Parte se debe a mi manía de leer varios a la vez. Parte a que leo mucho ensayo (y he descubierto que lo que el autor quería decir, lo dice pronto; y hay mucho relleno). Parte se debe también a que picoteo cosas sin seguir un plan preciso (sé que puede parecer una insensatez, pero he descubierto que el azar provoca curiosos compañeros de viaje). Y, en todo caso, no me salto partes del libro para llegar antes al final; sé que se hace, pero lo considero una trampa.

    Hablando de lo ajeno: la cuestión del tiempo que lleva la lectura no es relevante. Los que dicen no tener tiempo para leer son los mismos que se programan un maratón de fin de semana para verse lase series engulléndose toda una temporada del tirón (cuando antes veían un episodio, máximo dos, de seguido). Son también los que se ven películas de 2 horas y media, cuando antes las películas no solían pasar de los 90 minutos.

    Coda final: que esto de leer (o no hacerlo) es libre; que cada uno ha ido modelando sus hábitos conforme a sus preferencias o gustos personales y que, en todo caso, dejemos que se note que existe, en los que nos declaramos, un aire de verdadero respeto hacia las elecciones ajenas.

    Gracias, como siempre. Me chiflan tus artículos. Hacen que se me desengrase la materia gris.

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    1. Gracias por tu detallado comentario, Alberto. ¡Me ha encantado la precisión del (improvisado) porcentaje de abandono! Casi tan fiable, diría yo, como a encuesta francesa. Yo soy muy partidaria de dejar que el azar gobierne las lecturas. Los propios libros son los que mejor nos conducen a otros libros, creo que ya he hablado de esto en alguna otra ocasión. En cuanto a lo de no disponer de tiempo para leer, es claramente una bobada. Creo recordar que el actual presidente de Estados Unidos declaró que nunca lee libros porque está demasiado ocupado. Jugando al golf, sin duda. O mandando tuits. Con esto está todo dicho.

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  5. Hay un hecho irrefutable: leer un libro significa no leer otro. No otro libro en concreto, sino otro cualquiera, el que sea, aunque todavía no se haya escrito. Porque el número de libros que podemos leer antes de diñarla es limitado. Supongamos que de aquí a cuando me vaya al otro barrio voy a leer 100 libros. Si leo uno que no me gusta, me quedarán 99, de modo que habré perdido la oportunidad de leer algo placentero y habré dilapidado mi tiempo.

    Amparado en esta sabia reflexión, no tengo el menor problema en abandonar libros. ¿Cuántos? Ni idea, pero muchos. Lo que de verdad me fastidia son esos libros que ni me gustan ni me disgustan, que tienen partes que están bien y otras que me dejan frío, y que cuando llegas al final te preguntas: "¿Por qué demonios habré leído esto?"

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    1. Al hilo de tu comentario, César, queda por comentar un aspecto que la dichosa encuesta tampoco contempla: suponen (erróneamente, como todos los lectores sabemos) que cuando uno abandona un libro es para dedicarse a otras actividades. Cuando, evidentemente, lo habitual es dejar un libro para coger otro. Muy partidaria yo también de no perder el tiempo con libros que no despiertan mi interés, cuando hay tantas cosas por leer.

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  6. Nunca había pensando en mi tasa de abandono. La verdad es que, como dices, los motivos para dejar sin terminar un libro son variados. No siempre tienen que ver con su calidad literaria.

    Comparto la opinión de Pennac respecto a que la lectura no debe ser mortificante y supongo que es un consejo orientado a ganar lectores. Pero a veces hay que obligarse un poco, en estos tiempos parece que estamos cada vez por aguantar menos, con cualquier cosa. Igual que hay quien empieza una relación y ya está pensando en la siguiente o se siente frustrado con su móvil a los dos meses, porque quiere uno mejor. Espero que con los libros no nos acabe pasando lo mismo, que a las tres páginas ya estemos con los ojos puestos en el siguiente, o lo leamos a lo Fraga para apuntarnos un tanto y presumir en las redes sociales.

    Siempre que se habla del tema de la tecnología versus lectura me viene a la cabeza Nicholas Carr. A grandes rasgos, viene a decir que Internet nos vuelve dispersos. Estamos sujetos a constantes interrupciones, tendemos a pasar de una cosa a otra en segundos o pendientes de varias a la vez, sin mantener verdadera atención en nada y este tipo de comportamiento nos impide, en otras cosas, profundizar y sumergirnos en la lectura como antes. En fin, aunque discutible, es bastante curioso.

    Respecto al audiolibro, alguien me contó que en las fábricas de puros en Cuba, leían Los Miserables a las trabajadoras, para distraerlas. Pero no sé, no le veo mucho futuro en estos tiempos de dispersión total.

    Muy interesante, como siempre.
    Saludos.

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    1. Bueno, es verdaderamente difícil sumergirse en una lectura si uno está siempre pendiente del móvil. Recientemente, Pennac sugirió añadir un undécimo mandamiento a su decálogo del lector: "El derecho a apagar el móvil mientras se lee". Muy sensato, ¿verdad?

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    2. No era "Los miserables", sino "El Conde de Montecristo" de ahí los puros havanos de la marca Montecristo.

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  7. Estoy en las mismas que muchos de los que han comentado antes: me cuesta muchísimo dejar un libro, al menos de los elegidos por mí. Recuerdo que en clase no tenía reparos en dejar a medias algunos tostones aunque se titularan El Quijote o Crimen y castigo. Todavía tengo que practicar más la higiene mental de la que hablas en el primer párrafo. Pero cuando algo me lleva abandonar, siempre es el propio libro.

    Saludos.

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    1. Practica, pratica y verás qué bien te sientes cuando en vez de perder el tiempo leyendo un tostón lo dedicas a leer algo que de verdad te satisface.

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  8. No recuerdo haber dejado conscientemente de leer ningún libro. Personalmente me lo tomo como un contrato que ha de llevarse hasta el final. Como mucho lo he aparcado a la espera del momento adecuado. Igualmente en el cine.
    Por culpa de esta manía mía, puedo criticar con argumentos de peso "Fiesta" y "Babel", esos dos tostones pretenciosos.
    Es un placer leerte, aunque esta vez no seguiré tu recomendación.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. También es uno de los derechos del lector seguir leyendo si así le antoja, Alberto. Gracias por leerme a mí, aunque esta vez no coincidas en mi propuesta.

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  9. A mi modo de ver, tragarse un libro que no te convence hasta el final( por los motivos que aduces, importante autor afamado, recomendación etc) es algo muy adolescente ( O al menos es lo que yo hacía en mi adolescencia) Creo que indica inseguridad hacia el propio criterio. En mi caso, aunque a veces lea " libros malos" por ene motivos, no sólo dejo los que no me convencen, sino que además los echo de mi casa. Si son repugnantes, los tiro en el contenedor de reciclaje, para que ese pobre papel vuelva a tener una oportunidad. Ahora incluso me libro de los que no merecen relectura, ya que me preocupa el peso de las estanterías sobre los forjados y también el hecho de acumular en vano.
    Borges se lamentaba en un poema por los libros que no podría leer en su tiempo de vida. Yo me lamento de aquellos que no voy a poder releer si no me da tiempo a que se me olviden.
    Un placer leerte, Elena Rius.

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    1. Un placer verte de nuevo por aquí, Blanca. Yo tengo ma misma impresión que tú: esa gente que se empeña en terminar contra viento y marea todo lo que comienza a leer, por malo que sea, parece que no tiene un criterio muy firme. Aunque a veces uno lo termina por "darle una oportunidad", o por obligación (esas son las lecturas que más cuestan, basta con que debas leer algo, para que se te haga cuesta arriba; yo aboliría lo de las lecturas obligatorias en la escuela: ahuyentan a los jóvenes de la lectura por placer, que es la única auténtica).

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