John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

viernes, 8 de febrero de 2019

Y TÚ ¿QUÉ SUBRAYAS?


No entra en mi ánimo dar nuevas alas a la vieja controversia de si es lícito o no subrayar los libros. Sabemos ya de sobra que siempre existirá la facción "Subrayar, no", que considera casi un sacrilegio estropear las páginas impresas con antiestéticos trazos de lápiz o -dios no lo permita- bolígrafo, facción enfrentada a la de "Subrayar, sí", que cree firmemente que los libros están para ser llenados de subrayados, notas y comentarios, y que esas señales de haber sido leídos, y leídos a fondo, son las marcas que distinguen la biblioteca de un buen lector. Lo otro, afirman -conste que no estoy más que haciéndome eco de las razones de los partidarios de esta opción- son bibliotecas de coleccionista, con libros de mírame-y-no-me-toques que, al contrario que sus garrapateados ejemplares, son libros carentes de vida. Los lectores habituales suelen ubicarse en uno u otro campo, y los hay también que se quedan a medio camino -aunque, ya lo saben, los tibios y equidistantes acaban recibiendo por todos lados-, optando por subrayar ciertos libros y otros no. En mi caso, por ejemplo, rara vez subrayo una novela (a no ser que la esté empleando con alguna finalidad didáctica), pero me tomo la libertad de subrayar los ensayos siempre que me parece necesario. Claro que ocurre en ocasiones que no subrayo porque estoy leyendo en algún lugar donde no tengo a mano un lápiz o donde es incómodo hacerlo (ejercer el arte del subrayado en determinados trenes es garantía casi segura de que las líneas van moverse como borrachas por la página). La alternativa entonces es doblar esquinas, una actividad que de nuevo cuenta con detractores y valedores. 
Pero todo esto era antes de la llegada del libro electrónico. Una sus grandes ventajas, a decir de sus promotores, es que se puede subrayar sin necesidad de lápiz -ni de desfigurar el libro porque, evidentemente, el libro físico no existe- y que además es posible acceder a los fragmentos resaltados con suma facilidad, pues se presentan todos juntos. Sin duda hay que saludar estas características como un avance, una más de las comodidades que ofrece el libro virtual. (Sobre sus desventajas, como la condición fantasmal de estos ingenios, he hablado en otras ocasiones.) 



No obstante, hay -al menos en los Kindle- una característica en los libros electrónicos que me parece entre curiosa e inquietante. Se trata de lo que llaman el "subrayado social". Consiste en que es posible ver qué pasajes han subrayado otros lectores y cuántos de ellos lo han hecho. Así, una está tan tranquila leyendo una novela y de repente, zas, en la pantalla aparecen varias líneas marcadas, con una pequeña referencia que indica "subrayado x veces". No sé a ustedes, pero a mí esta función tiende a dejarme entre atónita y desconcertada. Atónita, porque en demasiadas ocasiones el subrayado busca destacar unas frases del todo anodinas, trilladas, sin ningún interés. Desconcertada porque, si resulta que hay varias decenas de lectores que han coincidido en fijarse precisamente en esas frases, ¿no querrá decir que soy yo la que falla? ¿La que es incapaz de ver la inmensa sabiduría que sin duda encierran? Sé que es posible desactivar esta opción y darse a la lectura solitaria. He estado a punto de hacerlo en más de una ocasión, pero confieso que siempre me he retenido porque -por mucho que algunas tonterías me irriten- me divierte ver que la gente subraya frases como "Una vida dedicada a los perros le hace a una indiferente ante el estado de su hogar", "Aunque hacía tiempo que se había acostumbrado a ser pobre, no podía olvidar lo agradable que resultaba ser rica", "La verdad se encuentra en los libros de contabilidad" o, incluso, "--¡No, el maldito cobarde está en el frente! --dijo ella indignada" (tres usuarios han subrayado esta última frase, lo que me resulta del todo inescrutable). Sólo espero que, en compensación por los sobresaltos y cábalas que me suscitan estos subrayados, "ellos" -aludo por supuesto a esos otros lectores anónimos que a su vez verán los míos- quedarán aún más estupefactos con los míos. 
Por lo que a subrayar libros se refiere, tengo la impresión de que hemos entrado en un mundo nuevo, que va más allá de la polémica acerca de si subrayar o no. Antes, al menos, tus subrayados quedaban en la intimidad. Como mucho, los veía algún amigo al que le prestabas el libro. (O tu biógrafo, si lograbas alcanzar la categoría de eminencia biografiable.) Ahora estamos en la era del "yo subrayo mejor que tú" o "subrayar por vanidad". La verdad, no sé si reírme o preocuparme. 

19 comentarios:

  1. "No subestimes la estulticia ajena", que decía un amigo mío. Con ese tipo de subrayados yo asumo que un tonto lo subraya y otros lo ven subrayado y también lo hacen, no sea que se pierdan algo importante.

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    1. Supongo que es el efecto imitación. Seguro que la gente ya era borreguil antes de las redes sociales, pero han provocado que sea aún más evidente.

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  2. Uy, no sabía que existía eso. Yo subrayo poco o mejor dicho, subrayo por épocas. Hay veces que llevo el lápiz dentro del libro y subrayo mucho y otras veces no tengo necesidad y me vale con doblar esquinas. Ahora llevo una época de no subrayar y coincidio contigo que el ensayo se presta más a ello...

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    1. Pues fíjate cuando leas en Kindle (si es que lo haces). No todos los libros, pero muchos sí lo llevan incorporado. Es como mínimo curioso ver lo que subraya la gente. Aunque enseguida cansa...

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  3. Uy, pues a mí me da cierto pudor eso del "subrayar social". Depende de la lectura, claro, pero es un poquito como desnudar tu alma delante de desconocidos eso de que vean qué pasajes te conmovieron más o te interesaron o... No sé, que subrayar supone una lectura íntima, privada, personalísima, y no me apetece compartirla con todo el mundo. Besos.

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    1. Supongo que el mundo debe de estar lleno de gente a la que no le importa (es más, les encanta) compartir todos sus actos y pensamientos con desconocidos. Sólo hay que ver lo que algunos llegan a colgar en redes sociales...

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  4. No puedo con esa obsesión de que todo el mundo tenga que ver todo. Sí, imagino que se puede desactivar, pero es como que hasta un libro tiene que convertirse en una red social.

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    1. En eso estamos, Dorotea en que parece que todo el mundo, voluntariamente, está dispuesto a compartir cada momento de su vida con desconocidos. Confieso que me supera esto.

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  5. Yo no subrayo, salvo que sea absolutamente necesario (y jamás novelas). Pero conozco a una persona que sí lo hace. Un día cogí uno de sus libros y descubrí que había subrayado alrededor del 90 % del texto. Mi conclusión es que, si adquieres las costumbre de subrayar, llega un momento en que lo subrayas todo. Leer y subrayar se convierte en lo mismo. Y puede que al final no leas y sólo subrayes.

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    1. Ja, ja, me ha sucedido lo mismo alguna vez. Si subrayan casi todo, ¿qué sentido tiene subrayar?

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  6. Me encuentro un poco entre ambos. Subrayo (ensayo esencialmente) pero con delicadeza, es decir, con línea fina y nunca bajo el texto sino lateralmente. Alguna vez escribo, pero las menos. Uno supone que algún día recuperará esa frase que le ha impactado o sobrecogido, aunque reconozco que la mayoría de veces el subrayado se queda perdido en el bosque de hojas.Como decías, en una época donde el blog era una herramienta de expresión, subrayar te ayudaba a repensar y recrear lo que querías comunicar. Ahora lo utilizo muchas veces para ofrecer a otras personas las ideas interesantes que he descubierto en uno u otro libro.
    Pero lo que has explicado del Kindle me deja muy fuera de lugar. Hoy en día parece que todo se cuantifica y estoy de acuerdo con lo que han apuntado sobre el libro como red social. Ya no es suficiente con que dejes tu valoración o comentario, además has de indicar aquello que más te gusta y compartirlo.Hay una obsesión muy perversa que no me atrae nada. Es como una guía de lectura comunitaria, donde el aparato te recuerda que aquello a lo que tú no le has dado importancia puede serlo y te quedas con cara de tonto. Claro que existen muchas personas que quieren reforzar su pensamiento viendo como otros han prestado atención a lo mismo que ellos y eso les debe satisfacer. Todo esto hace que siga totalamente apegado al libro de papel. Un buen texto para reflexionar Elena.
    Saludos

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    1. Gracias por tu comentario, Carlos, hace tiempo que no conversábamos (claro que es también culpa mía, que últimamente actualizo de tarde en tarde, cuando me deja el trabajo). Lo del subrayado social me parece, en esencia, absurdo. Cada cual tiene sus intereses y busca cosas distintas en los libros. A lo mejor podría ser una herramienta útil si se pudiese limitar qué personas lo ven. Puedo imaginarme un grupo de personas que estudien un tema determinado compartiendo de este modo sus lecturas sobre el este. Pero ¿subrayar novelas? Y sobre todo ¿las tonterías que llegan a subrayar? Eso forma parte de esta manía de subirlo todo a la red, incluso las cosas más absurdas que se hacen. Ahí que no me busquen.

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  7. Yo subrayo pero poco, más que nada por pereza y, eso sí, siempre en lápiz. También soy aficionada a ir doblando esquinas pero al final es un pitote y no me aclaro. Y por ello encuentro muchas ventajas en subrayar en el Kindle.Aunque el subrayado social me inquieta y me molesta. Es como una irrupción del momento privado, casi íntimo, de encuentro entre el libro y yo. No quiero saber qué les interesó o emocionó a otros, es mi momento.
    Muy interesante el artículo, Elena.
    Un abrazo.

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    1. Fundamental lo del lápiz, Beatriz. Subrayar con otra cosa me parece casi un pecado (¡los rotuladores fluorescentes, como mucho, para los apuntes!)

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  8. Sí, sí. ¡Abrir un libro con marcas de boli o fluorescentes es como una puñalada en el pecho!

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  10. Siendo del bando de los que no subrayar, me parece todo un hallazgo lo del subrayado social (también soy del bando del libro físico).
    Como los libros son sagrados, últimamente leo con papel y boli a mano.
    Cuando era niño ansiada encontrarme comentarios en los márgenes en los libros que cogía prestados en la biblioteca. Incluso me atreví a escribir alguna vez.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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    1. A lo de los comentarios al margen no he llegado a atreverme nunca. Es verdad que, si el comentarista llega a hacerse famoso, ese libro garabateado se convierte en un tesoro. Pero, para empezar, estoy segura de que no es mi caso; además, me da cierto pudor que otros puedan leer mis opiniones cuando, al releer un libro leído años atrás, yo misma me doy cuenta de lo mal que lo juzgué. ¡No quiero ni imaginar la vergüenza si eso llega a quedar por escrito!

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