Decididamente, las redes son una mina. Por más que una sea cuidadosa con los perfiles que sigue, los señores que las gestionan (tal vez se encarga ya la IA, a estas alturas) se encargan de llenar tu pantalla de informaciones que ni has pedido, ni te interesan. Lo que por regla general resulta muy irritante, pero de vez en cuando estas apariciones no solicitadas dan pie a echar unas risas, o a reflexionar un poco, como en este caso. Todo viene a cuento de que me he topado con un tuit -una de esas preguntas a los lectores de las que hablé hace poco- que decía: "¿A partir de cuántas páginas consideras que un libro es un tocho?" Por supuesto, no he respondido, básicamente por dos razones:
1) Porque estoy segura de que su autor/a no tiene mayor interés en saberlo, solo busca acumular respuestas, retuits y nuevos seguidores.
2) Porque, de querer darle una respuesta, me vería obligada a sobrepasar de largo la extensión máxima de 280 caracteres. ¿Que podría hacer un hilo? Sin duda, pero no creo que Twitter sea el lugar más adecuado para elucubrar sobre estos temas. Así que me he venido hasta aquí para hacerlo.
Como suele ocurrir con este tipo de preguntas hechas sin ton ni son, ya su enunciado es discutible. ¿Qué entendemos por "tocho"? ¿Simplemente, un libro con muchas páginas? Obsérvese que el término "tocho" posee un matiz despectivo; en su primera acepción del diccionario de la RAE, como adjetivo, "tocho" significa "tosco, inculto, necio"; solo en su cuarta acepción, y como coloquialismo, encontramos el sustantivo "tocho" como equivalente a "libro con muchas páginas" (que suponemos es el significado que quiere dar a entender el tuit en cuestión). Ahora bien, ¿es el número de páginas un criterio válido para juzgar un libro? La pregunta no lo especifica, pero es común que a algunos lectores la perspectiva de leer más de un determinado número de páginas les resulte disuasoria. ("Huy, no, este libro no, que es un tocho.")
También es discutible el concepto de "páginas", que no es ni mucho menos inmutable. Según sean el formato, el cuerpo de letra, la interlínea o los márgenes de cada edición, una misma obra puede ocupar más o menos páginas. En épocas de carestía de papel, es corriente que el cuerpo y la interlínea se reduzcan, y los márgenes se aprovechen al máximo. Veamos el ejemplo de una de las novelas de Galdós, Misericordia, que en su edición original de 1897 ocupaba 398 págs.; en 1932 podemos encontrar una edición, de la editorial Hernando, con solo 361 págs., pero en épocas de vacas flacas el adelgazamiento se incrementa: en 1945, la edición que publica Losada tiene solo 240 págs.; a partir de ahí, el libro irá engordando: la última edición registrada en el catálogo de la Biblioteca Nacional (Navona, 2020) alcanza ya las 353. ¿La debemos, pues, considerar un "tocho", de casi 400 páginas, o una novela breve de solo 240?
Por cierto, lo que mucha gente no sabe es que esas larguísimas novelas del XIX por lo general no se comercializaban en un solo volumen. Muchas vieron la luz por entregas -y ahí sí que interesaba demorar todo lo posible su conclusión, porque de este modo el escritor seguía cobrando- o divididas en tres volúmenes, que era el formato usual (que las novelas de Jane Austen, por ejemplo, estén divididas en tres partes se debe, ni más ni menos, a que se publicaron de este modo, y cada parte corresponde a un volumen).
Aunque, a fin de cuentas, lo que debería importar no es la extensión en páginas de un libro, sino su contenido. Es decir, si esas páginas, no importa qué pocas o qué muchas sean, están bien aprovechadas. Personalmente, estoy muy a favor de los libros largos, de esos que una querría que durasen eternamente: eso sí, su longitud ha de estar justificada, nada de andar rellenando páginas con diálogos insulsos, o descripciones que no aportan nada. Hay, por desgracia, muchas novelas que habrían mejorado notablemente si su autor o sus editores se hubiesen dignado recortar varias decenas de páginas. Este de la extensión desmesurada es un mal que aqueja en especial a los por lo general horrendos productos comerciales llamados bestsellers, que parecen competir entre ellos por ver quién llena más páginas. (De paso, no me resisto a comentar que el mismo mal padecen las últimas producciones de Hollywood. Ya nadie parece ser capaz de contar una historia en menos de tres horas, y me quedo corta. ¡Pero si está lleno de obras maestras del cine que lo resuelven en hora y media, tan ricamente!)
En fin, como ven, en cuanto al asunto de los "tochos" no es tan fácil pronunciarse. Por mi parte, ando aún llorando por las esquinas, lamentando haber acabado mi lectura de Guerra y paz, un "tocho" que no me habría importado en absoluto que tuviese unos cuantos cientos de páginas más.
Yo tengo en la memoria grandes "tochos" que me hicieron muy feliz: Ana Karennina, Guerra y Paz, La broma infinita y sus más de 1000 páginas, incluso Los pilares de la tierra cuando tenía 18 años y me sumergí en él. A mi me da igual las páginas que tena, la verdad...lo único que me preocupa ahora es no tener tiempo para disfrutarlos bien
ResponderEliminarEs cuando un libro te gusta de verdad, desearías que tuviese infinitas páginas... y tiempo para leerlas, claro.
EliminarMe encuentro en un momento de dos libracos sobre mi mesilla. El jilguero de Donna tartt q la recordaba mitificada por El secreto. Y El cuaderno gris de josep pla traducido por ridruejo.
ResponderEliminarEl primero intuyo que la version española se ha dejado algo de belleza en el traslado al español y se hubiera podido prescindir edevarias de sus 1200 pags.
El segundo de Pla la traduccion enriquece si cabe. Y no pararía de leer y leer. Mil como seismil.
Tengo el problema de que rara vez dejo un libro a medias y por eso me resisto a leer gorduras, salvo recomendacion.
Abraaaaazos
Coincido contigo en lo de Donna Tartt, a ese libro le sobran páginas. ¡Y leer a Pla es siempre un placer! Ya sé que hay gente que no deja libros a medias, pero siempre que he perseverado en la lectura de un libro que no me convencía (por aquello de "igual más adelante mejora") ha sido una absoluta pérdida de tiempo.
EliminarA mí, cuanto más tocho parece un libro más me atrae de primeras. Y si la historia es buena me puede parecer corto incluso.
ResponderEliminarPero como tú dices, hay libros largos a los que les sobra la mitad y cortos que no necesitan más.
Besos.
Exacto, Devoradora, los libros buenos, que tengan muchas páginas, por favor. Al resto, les sobran todas.
EliminarTengo una historia de esta misma maniana q ya contaré en el blog cuando pueda, pero titular: he estado en la puerta del "colegio de senioritas" donde Becky Sharp está trabajando al principio de "Vanity Fair" (Walpole House) y en la misma plaza donde tira el "dixtionary" cuando se va a Londinium (Chiswick Sq)... hablando de libros de >600 págs! :)
ResponderEliminarWow! La verdad, no era consciente de que el colegio en cuestión existía. Pero , claro, es verdad que los ingleses lo conservan todo. Igual han montado una ruta literaria "Vanity Fair"...
EliminarLa academia de Miss Pikerton está en un edificio listado grado I llamado Walpole house y en el pasado era un cole de chicos: uno de sus alumnos era... Thackeray!
EliminarSi tiras para abajo en esta web, hasta "Chiswick Mall" lo ves...
https://nicolefu.co.uk/2021/11/20/this-is-vanity-fair-publishing-history-fashion-chiswick-mall/
Muchas gracias. ¡Muy interesante!
EliminarHola, Elena:
ResponderEliminarDebo reconocer que uso la palabra tocho según me convenga. Si un libro tiene más de quinientas páginas, seguro es un tocho, por su peso, y mi rechazo aumenta de manera proporcional al número creciente de páginas. Hay que ser muy bueno/a escribiendo para sostener una historia tan larga y que no sobre una buena parte.
Pero luego también puedo decir que algo es un tocho si me ha resultado largo. No voy a decirlo de una novela de ciento veinte páginas, pero sí de cualquier cosa que pase de trescientas (más o menos) y me ha haya resultado resultado soporífero.
Así que tirando de esto, quién sabe cuántas páginas debe tener un libro? Las necesarias. A algunos les faltan, a otros les sobran y alguno tienen la suerte de estar maravillosamente escritos y tienen las justas.
Un abrazo.