John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

martes, 30 de noviembre de 2010

VARGAS LLOSA Y FLAUBERT

Boda campestre, un lienzo que se expone en el Museo de Bellas Artes de Rouen.


La concesión del Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa ha hecho correr ríos de tinta, y es del todo innecesario que abunde ahora en sus sobrados méritos. Sin embargo, entre tantos artículos sobre el escritor y su obra, he echado de menos que se hablase con cierta profundidad de su faceta de crítico literario. Porque Vargas Llosa es un buenísimo lector y, en tanto que practicante del oficio, sabe también diseccionar con gran finura e inteligencia los mimbres que componen la obra literaria. Como apasionada de Madame Bovary -es de las pocas obras que he releído varias veces, aunque no tantas como él, y cada una de ellas con el mismo placer que la primera-, uno de mis ensayos preferidos del autor de La ciudad y los perros es el que le dedica a esta novela, La orgía perpetua. Contiene no sólo un lúcido análisis de la novela flaubertiana, sino también muchos aspectos del escritor y de la persona de Vargas Llosa. Es como el encuentro de dos grandes de la literatura, frente a frente. Lo publicó en 1975, cuando ya había escrito algunas de sus obras mayores, como Conversación en la Catedral, pero cuando aún tenía por delante algunas de sus novelas y ensayos más importantes. Para celebrar de algún modo el Nobel y recordar de paso mi visita a Normandía, lo he retomado ahora y me he sentido de nuevo deslumbrada por algunas de sus observaciones. Da la impresión de que, mientras disecciona la obra del francés, va aclarando consigo mismo qué quiere hacer él mismo y cómo ha de hacerlo. Por eso, me gusta en especial su primera parte, la más personal, aquella en que deja un poco de lado la metodología crítica para mostrarse como un lector más -un lector con muchas horas de vuelo-, enamorado de Emma y de su destino:

"Un libro se convierte en parte de la vida de una persona por una suma de razones que tienen que ver simultáneamente con el libro y la persona. Me gustaría averiguar cuáles son en mi caso algunas de estas razones, por qué Madame Bovary removió estratos tan hondos de mi ser, qué me dio que otras historias no pudieron darme."

Y, más adelante:

"Pero no es sólo el hecho de que Emma sea capaz de enfrentarse a su medio -familia, clase, sociedad-, sino las causas de su enfrentamiento lo que fuerza mi admiración por su inapresable figurilla. Esas causas son muy simples y tienen que ver con algo que ella y yo compartimos estrechamente: nuestro incurable materialismo, nuestra predilección por los placeres del cuerpo sobre los del alma, nuestro respeto por los sentidos y el instinto, nuestra preferencia por esta vida terrenal a cualquier otra."

Todo un credo vital y artístico.


2 comentarios:

  1. Hace ya mucho tiempo que admiro a Vargas LLosa, y que lo leo, claro. No siempre fue así. Su opción política me puso a la defensiva en un tiempo en el que yo era más joven y estricta con estas cuestiones. Rectificar es de sabios. No digo que yo lo sea, pero sí he rectificado, y ya hace mucho tiempo.
    Toda esta digresión es para decirte que he recuperado mi edición de "La orgia perpetua" de Seix Barral (1975) y también la he retomado con gran placer. ¿Coincidencia?

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Laura, coincidencia, pero no tanto. Creo que a más de uno este Nobel le ha servido para refrescar sus lecturas de Vargas Llosa. Bienvenido sea, desde luego. Yo tengo ahora "El sueño del celta" pendiente de lectura, a ver qué tal.

    ResponderEliminar