La venerable pero siempre joven editorial del pingüino, Penguin Books, deleitó hace unos meses a sus lectores con el lanzamiento de un nuevo diseño de cubiertas -elegantes, delicadas sugerentes- para su imprescindible serie de clásicos ingleses, la Penguin English Library. Una vez más, Penguin demuestra que sabe reinventarse constantemente y que el libro como objeto sigue siendo atractivo, sigue teniendo la capacidad de atraer a los lectores. Todos los títulos que componen esta serie son clásicos que se pueden encontrar en otras ediciones por muy poco dinero (o incluso gratis). Sin embargo, ¿a que apetece mucho más tener entre las manos una de estas cubiertas que descargarse un archivo de internet? No deja de ser curioso que una colección que nació como un producto económico, para hacer la competencia a los libros en tapa dura que entonces dominaban el mercado, se convierta ahora en la alternativa "cara" -pero ¡oh, cuánto más hermosa!- a esas otras ediciones. Aún cuando he leído muchos de estos libros y un número no despreciable de ellos figura en mi biblioteca (esa que en realidad no existe, ya saben), me cuesta mucho resistirme a la seducción de estos diseños. Y, cuanto más me fijo, más me gustan. Cranford, con sus delicados guisantes, me remite a la plácida -aunque nada aburrida- vida de ese grupo de solteronas.

Por si fueran pocas tantas tentaciones, Penguin no se ha limitado a darles un aire nuevo a sus clásicos de ficción, sino que, pensando sin duda en que no sólo de literatura vive el hombre, ha encargado a esta misma diseñadora que le diera un aire nuevo a una serie de clásicos de la gastronomía. El resultado ha sido de lo más sabroso.
(Para quien quiera saber más acerca de la historia del diseño de las cubiertas de Penguin, es muy recomendable el libro Penguin by design: a cover story 1935-2005, de Phil Baines, ampliamente ilustrado.)