John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

jueves, 18 de octubre de 2012

EMMA BOVARY, REVISITADA

Las ediciones de Madame Bovary que
tengo en casa. Y creo que falta alguna...
Dice Mario Vargas Llosa en su espléndido estudio La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary: "Un puñado de personajes literarios han marcado mi vida de manera más durable que buena parte de los seres de carne y hueso que he conocido. Aunque es verdad que cuando personajes de ficción y seres humanos son presente, contacto directo, la realidad de estos últimos prevalece sobre la de aquéllos -nada tiene tanta vida como el cuerpo que se puede ver, palpar-, la diferencia desaparece cuando ambos tornan a ser pasado, recuerdo, y con ventaja considerable para los primeros sobre los segundos, cuya delicuescencia en la memoria es sin remedio, en tanto que el personaje literario puede ser resucitado indefinidamente, con el mínimo esfuerzo de abrir las páginas del libro y detenerse en las líneas adecuadas". Y, continúa, "ninguno más persistente y con el cual haya tenido una relación más claramente pasional que Emma Bovary". Unas palabras con las que me identifico plenamente. Madame Bovary, en esa época en que se descubre la gran literatura y en que todo parece nuevo, me deslumbró, hasta el punto que, durante varios años (creo que no tantos como Vargas Llosa, que dice haberla releído más de seis veces) este libro era mi lectura recurrente cada verano, y cada vez encontraba en él nuevos asombros, nuevos detalles fascinantes, un goce por el lenguaje difícil de igualar. Lo he leído en diversos formatos, en francés, en castellano -en la hasta ahora canónica traducción de Consuelo Berges- e incluso le he echado un vistazo a una traducción inglesa (¿sabían ustedes que la primera versión inglesa de este libro la llevó a cabo Eleanor Marx Aveling, la hija del mismísimo Karl Marx?) y siempre me ha deparado gratísimos momentos. Por eso, nada puede algerarme más que el hecho de que desde hace poco contemos con una nueva traducción al castellano, obra de María Teresa Gallego y primorosamente editada por Alba. Su título ha despertado algún debate, pues se ha castellanizado todo él a La señora Bovary. Pero la explicación que de ello da la propia traductora creo que zanja cualquier discusión.
 
 
 
¡Si la primera versión castellana llevaba por título La adúltera! (pienso que sus editores, atentos sólo a los superficial, creyeron que era un folletín). Otro motivo de satisfacción con esta edición es su bella cubierta. La mayoría de ediciones que conozco llevan como ilustración de cubierta una mujer (menos en el caso de la edición de Wordsworth de 1993, donde se ve un hombre desesperado, suponemos que el pobre Charles, ya viudo, aunque eso suena más bien a spoiler), pero el del botín es un motivo mucho más adecuado. Pues Flaubert, como nos recuerda Vargas Llosa en su estudio, era un verdadero fetichista de los pies y los pies, o el calzado, como motivo erótico son un detalle recurrente en la novela. Vean como muestra los aspectos que selecciona el novelista para mostrar cómo Charles percibe el abismo que separa a la joven y bella Emma (aún soltera, a quien él visita en su granja) de su propia, vieja y gruñona esposa. Como es natural, cito por la traducción de María Teresa Gallego:
"... le gustaban los zuequitos de la señorita Emma en las baldosas fregadas de la cocina; con esas alzas parecía de estatura algo mayor y cuando lo precedía al andar, esas suelas de madera, al alzarse deprisa, restallaban con un ruido seco contra el cuero de la botina." Su mujer, en cambio "... era flaca, con los dientes hacia fuera y llevaba en todas las estaciones una toquillita negra con un pico que le caía entre los omóplatos y el talle tieso metido en vestidos como fundas, que le estaban cortos y dejaban asomar los tobillos, con las cintas de unos zapatos muy anchos cruzándose encima de las medias grises".
Después de leer a Flaubert, resulta difícil ver unos botines sin que se encienda la imaginación...
 

10 comentarios:

  1. Para mi fueron Anita y Anna (más Anita, su beaterismo me pareció mucho más entretenido) . Me da envidia tu historia con Emma, pero me leí "La educación Sentimental" en primero de carrera... y el señor Flaubert se me cruzó. Es decir, intelectualmente entendí toda su maestría, pero emocionalmente... o, es que no pude.
    Quizás debería tomar nota de tu entusiasmo y apuntarme esta nueva traducción (a esa inmensa pila de pendientes, por cierto XP)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nit, si te gustó la Regenta creo que por fuerza tiene que gustarte también Madame Bovary. No te dejes disuadir por el patinazo de la Educación sentimental, es un libro bien distinto.

      Eliminar
  2. La traducción de Gallego es magnífica y la edición de Alba en su línea de elegancia y buen hacer. Aprovecho para recomendar, a todo el que le guste esta obra o se sienta interesado por ella, el monográfico "Otoño Flaubert" en el blog El infierno de Barbusse (www.elinfiernodebarbusse.com). Las puertas del infierno están abiertas a todos.
    Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Interesante la entrada y la actividad que propones. ¡Y el señuelo de conseguir un ejemplar de la edición de Alba es irresistible!

      Eliminar
    2. Gracias.
      Y sí, Alba no es cualquier premio. :)
      Saludos.

      Eliminar
  3. Yo he leído Madame Bovary tres veces, una en español, otra en francés (con un segundo de EOI se puede), y en inglés, precisamente la edición que mencionas de Wordsworth classics.
    Y la verdad es que podría leerla otras tres más. Aparte de que, como muy bien dices, uno de deja de encontrar nuevos detalles y sutilezas, ésta es una de esas obras que nos permiten ver cómo cambiamos como personas y, sobre todo, como lectores: cada vez que lo he leído me he quedado con una impresión diferente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy cierto, a cada edad lo leemos de maneras distintas. Yo encuentro que la disfruto más cuanto mayor me hago.

      Eliminar
  4. De nuevo Alba y L. Magrinyá dando en el clavo: menudo portadón. No es la primera vez que se arriesgan con un título clásico: no se cortaron ni un pelo con Austen, y lanzaron "Juicio y sentimiento" frente al tradicional "Sentido y sensibilidad". (Por cierto, atención a la colección de Austen en tela).
    Ay, siempre leyendo novelas, siempre leyendo novelas. Y que no aprendemos... ¡Mira las ideas que se le metieron en la cabeza a la señora Bovary por leer novelas...!
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las cubiertas de Alba suelen ser de una osadía una belleza notables. ¿Recuerdas la de David Copperfield con el cocodrilo? Eso es lo que me gusta, que huyen de los lugares comunes (el pobre niño huérfano de todas las ediciones) para optar por un camino más arriesgado y siempre acertadísimo.
      Estoy contigo en que eso de leer novelas es malísimo. Así nos va...

      Eliminar
    2. La del cocodrilo de Copperfield era sublime y te pasabas tiempo pensando cuál era la relación entre el motivo de cubierta y la historia que se contaba.

      Otra maravillosa es la de Martin Eden, de Jack London, es como un colofón gráfico de la narración.

      Saludos.

      Eliminar