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Charles Darwin |
"De casta le viene al galgo", "De tal palo, tal astilla"... mucho antes de la invención de la genética, la sabiduría popular ya reconocía la influencia de la herencia en la configuración del físico y del carácter o incluso del talento. Pero, ¿hasta qué punto? Ah, ahí nos meteríamos en un debate largo, complicado y posiblemente sin respuesta. Dejamos pues de lado -con toda la reverencia que merecen- a Darwin, Stephen Jay Gould y otros adalides de la influencia de los genes. La pregunta que hoy nos ocupa es, ¿se hereda el talento literario? Es decir, ¿los descendientes de un escritor tienen más posibilidades de ser escritores que los de un herrero, por poner un ejemplo? (Me pregunto si aún hay herreros, pero esa es otra cuestión...). Conocemos algunas insignes familias de músicos, sin ir más lejos
la de los Bach; aunque el miembro más conocido de esta saga musical es Johann Sebastian, constituyeron una verdadera genealogía de músicos durante doscientos años, y entre ella se cuentan más de cincuenta de algún renombre. Pero si uno nace y se educa rodeado de música y músicos, y si casi antes de saber andar le ponen entre las manos un instrumento, se incrementan notablemente las posibilidades de que devenga, como mínimo, en un buen intérprete. La famosa
teoría de las 10.000 horas de práctica de Malcolm Gladwell, ya saben. Una teoría que también tiene sus detractores, por otra parte. Si lo de las familias de músicos puede tener cierto respaldo, también lo tiene la teoría contraria. Que hay talentos innatos parece demostrado por historias como la del
tenor Julián Gayarre, que se crió como un humilde pastor del Roncal y no tuvo su primer contacto con la música hasta los quince años, en que se fugó tras una banda de música que pasaba por el pueblo, tal fue la fascinación que sintió ante esos sonidos. Sin embargo, seguro que contar con un apoyo familiar, si no con los genes, es de gran ayuda para sobresalir en cualquier disciplina. En el caso de la literatura, una biblioteca bien nutrida y un ambiente familiar literario no pueden ser perjudiciales. No obstante, si hacemos un repaso, no encontramos demasiados ejemplos de "familias de escritores":
Charles Dickens. Cuesta creer que los genes de ese coloso de las letras no produjesen alguna cosecha literaria. En realidad sí lo hicieron, aunque no muy florida. De sus hijos,
dos escribieron alguna cosa, sin demasiado relieve; sólo un par de generaciones más allá tenemos a su biznieta,
Monica Dickens (1915-1993), autora de numerosas novelas.
Harriet Beecher Stowe. La autora de la popularísima
La cabaña del tío Tom cuenta entre su descendencia con otra escritora famosa, aunque en un género muy distinto:
Patricia Cornwell, autora de exitosas novelas del género policiaco-forense.
Lev Tolstoi. La de los Tolstoi siempre fue una familia bastante aficionada a las letras. De los trece hijos del conde, sin embargo, ninguno salió novelista, aunque la vena literaria perduró en otras ramas de la familia, concretamente en la de Alexei Nikolaievich Tolstoi (1883-1945), que fue un popular autor de relatos de ciencia-ficción y otras novelas. Y, ya en nuestros días, está su biznieta
Tatiana Tolstaya, una notable cuentista y escritora.
John Cheever: en este caso hay línea directa, pues sus dos hijos Benjamin y Susan Cheever, son escritores. El primero, periodista de renombre, ha publicado varias novelas. Susan es autora, además de novelas y memorias, de una biografía de su padre.
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Susan Cheever |
Alexandre Dumas. No podía faltar aquí este hermoso ejemplo de talento familiar. Me temo que el hecho de que padre e hijo llevasen el mismo nombre hace quie mucha gente confuanda al autor de
El conde de Montecristo (el padre) con el de
La dama de las camelias (el hijo).
Pero, sin necesidad de desplazarnos a otras latitudes, en nuestro país también tenemos alguna familia con pedigrí literario:
Carmen Laforet, una novelista que lamentablemente escribió muy poco, tiene una hija también novelista,
Cristina Cerezales. Y,
last but not least,
Enric González -el periodista y autor de las imprescindibles
Historias de Roma,
de Londres y
de Nueva York- es hijo de
Francisco González Ledesma, el gran autor de novela negra.
No mucho, como ven. Parecería más bien que el talento literario -que de todos modos es un bien escaso- no tiene una raíz genética. Aunque, dado que la vida del escritor no siempre es fácil -a veces tampoco lo es la convivencia con él- es posible que tener un escritor en casa no invite precisamente a sus vástagos a seguir sus pasos.