A una, que siente un aprecio tal vez desmedido por el libro como objeto, siempre le duele un poco ver cómo algún viejo tomo es empleado para otros usos distintos de la lectura. En alguna otra entrada he expresado mi incomodidad ante ellos (no siempre con razón, como me advirtió algún amable corresponsal). Ciertamente, el palimpsesto tiene una larga tradición tras de si. Ya los escribas medievales demostraban apreciar más el soporte (pergamino, un material valioso ayer tanto como hoy) que el contenido. Al fin y al cabo, pensaban, la cristiandad salía beneficiada si borraban aquellas obras paganas para convertirlas en libros de oraciones o vidas de santos. Hay que reconocer también que utilizar los libros actuales, que abundan mucho más que los manuscritos antiguos y cuyo coste es infinitamente menor, debe representar un pecado muy venial dentro de la escala de atentados bibliófilos. Vamos a suponer, pues, que artistas como Ekaterina Panikanova, que emplean los libros como soporte de sus obras pictóricas (casi a modo de lienzo, se diría) tienen buen cuidado de no elegir para ellos ejemplares de alto valor.
Como verán, el resultado es francamente atractivo. No sé si gracias al soporte o a lo que hay pintado sobre él, pero la conjunción de ambos trasmite una sensación de misterio, casi de inquietud.
Será verdad que utilizar como base el papel impreso, mejor dicho, no sólo impreso sino lleno de significados, le confiere a la pintura un sentido del que carecería si se hubiese utilizado un papel en blanco o una tela. Vean sino las obras de otra pintora aficionada al palimpsesto, Louise Laplante.
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En su caso, cada dibujo se efectúa en dos fases: primero selecciona el papel y hace con él un collage; luego crea un motivo para colocarlo sobre él. La selección de la imagen le viene sugerida por las palabras de los textos sobre los que ha de situarse, logrando así un conjunto armónico, en el que prima la imagen, pero ésta mantiene un sutil vínculo con el texto.
Podemos verlo como una manera distinta y creativa de darles nueva vida a volúmenes viejos o estropeados, cuyo destino de otro modo hubiese sido la trituradora. Siendo así, resulta menos difícil reconciliarse con el palimpsesto.
Aunque a nosotros nos apena desprendernos de cualquier libro no siento ver éstos convertidos en obras de arte pues seguramente tendrán una vida más longeva que de haberse quedado en su formato inicial. Pero es que, además, las obras que nos muestras de Ekaterina Panikanova me parecen preciosas. Al visitar su página he visto que tiene una que podría titularse: ¿qué fue primero, el libro o la gallina?
ResponderEliminarBesos
Sí, el de convertirse en obra de arte parece un destino más aceptable que la trituradora para los libros descartados, que son muchos. A mí también me han gustado mucho las obras de Panikanova.
EliminarMe han encantado estas obras. Si así ya parecen preciosas, en vivo han de ser alucinantes.
ResponderEliminarSí, en internet ví trabajos de "art Journal" y me acordé de los palimpsestos medievales. Es interesante y una forma de perdurabilidad.
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