Que el saber no ocupa lugar es una frase que cualquiera con sentido común sabe que es tan falsa como aquella otra de "quien bien te quiere te hará llorar". Ni hacer sufrir a otro es señal de amor, ni podemos ser dueños de una sabiduría pasable sin cargar con una biblioteca más o menos bien surtida. Y los libros, señores, tienen peso y volumen. Ocupan lugar. Pequeños avances en la acumulación de información, como internet o la sustitución de las antaño ubicuas enciclopedias por la etérea Wikipedia no significan que vayamos a poder prescindir en breve de acumular libros en nuestras viviendas. Quiere la tradición (aunque no sea tan antigua como podría parecer) que los libros se almacenen en vertical, uno al lado de otro, con el lomo -esa práctica parte del artefacto libro que sirve para proteger los pliegos y, de paso para informarnos de lo que contiene- mirando hacia fuera y el corte delantero hacia la pared.
Un didáctico esquema de las partes de un libro. No todo el mundo sabe cuáles son y como se llaman. |
O, al menos, para eso están concebidas las estanterías, unos muebles destinados esencialmente a guardar los libros (que, en su lugar, en muchos hogares las llenen con figuritas de porcelana o bibelots varios no es más que una perversión del invento). Respecto a las estanterías, sus diversas formas o materiales y su mayor o menor adecuación a la función para la que fueron destinadas habría mucho que decir. Cualquier bibliómano que se precie ha intercambiado con sus colegas tremebundas historias de estantes que se comban bajo el peso del papel impreso, construcciones enteras que se vienen abajo o baldas que destiñen, dejando indeleblemente marcados los volúmenes en ellas alineados.
Las formas de guardar los libros tienen una historia tan diversa como los propios volúmenes, que Francesca Mari recorre en un entretenido artículo sobre el tema. Por supuesto, antes del libro en formato códice (ya sea manuscrito o impreso) existían los rollos de papiro. Estos se guardaban apilados en estantes, que podríamos decir que son los antepasados de nuestras actuales librerías. En la Edad Media, cuando los libros los copiaban a mano esforzados monjes, eran valiosos tanto por el material de que estaban hechos (los animales con cuyas pieles se hacía el pergamino eran caros, y el proceso para conseguirlo, largo y arduo) como por el trabajo invertido en copiarlos. Se consideró que esos libros tan caros -y pesados, en su mayoría- no debían estar en estanterías abiertas, al alcance de cualquiera, de modo que en muchas bibliotecas monásticas se guardaban en armarios. En otros casos, permanecían en un atril, pero asegurados con cadenas, no fuese que alguien sintiese la tentación... Además, estos códices primitivos se guardaban horizontales o bien en vertical, pero con el lomo hacia adentro. Un lomo que, en aquellos tiempos, no llevaba ninguna indicación acerca de título o autor. ¿Para qué, puesto que no estaba pensado para ser visto? La llegada de la imprenta comenzó a cambiar todo esto, en parte porque los libros se hicieron más livianos, más pequeños y más manejables. Aún así, se seguían colocando con el lomo hacia adentro, de modo que algunos adquirieron la costumbre de poner en el corte delantero alguna indicación sobre su contenido. Así, ciertos libros especialmente cuidados llegaron a ostentar verdaderas obras de arte en el borde exterior, destinadas a realzar su aspecto estético:
Así lucía la biblioteca de Odorico Pillone hacia 1580 |
[Quienes sientan curiosidad por saber cómo guardan sus libros algunos bibliómanos, pueden consultar la serie de artículos aparecidos en este blog bajo el título de Mi biblioteca.]
Hola Elena,
ResponderEliminarEn mis estanterías anarquía total! Jajajj. Incluso en la de favoritos que voy dejando/extraviando. Sólo hay orden con los de Libros del Asteroide, todos juntitos, y los de Anagrama. Los demás es fantástico, porque buscas una novela y te encuentras con un libro de poesía que no recordabas que tenías... Los encuentros son más inesperados.
Pues los encuentros inesperados suelen ser los mejores...
EliminarNo sabía lo del lomo para dentro! aunque explica que muchos empezaran a hacer esas ilustraciones en el canto de las páginas...
ResponderEliminarHay cantos de libro que son verdaderas obras de arte. Sería una lástima no enseñarlos.
EliminarJajaja...¡Bibelots! Yo no he visto más que "pongos" en estanterías ajenas y en las propias, en las que el orden es de lo más particular...pronto, un post al respecto que leer Ex Libris me ha inspirado. Y, por cierto, el libro me ha gustado mucho:¡gracias por la recomendación!
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te haya gustado Ex libris, ¡es una lectura perfecta para bibliómanos! Sobre el orden de las bibliotecas, ¿has leído los posts de la serie Mi biblioteca?
EliminarPor supuesto. Es divertido comparar con otros lectores y bibliotecas...
Eliminar¡Impresionantes las pinturas en los cortes de la biblioteca de Odorico Pillone! He buscado alguna fotografía más por internet, y por desgracia hay muy pocas, sólo he encontrado un detalle que se puede ampliar donde se aprecia el trabajo de miniatura que lleva. Muchas gracias por esta referencia, Elena.
ResponderEliminarEspectaculares esos cantos decorados, desde luego. No sé si has visto que se los encargó Pillone a un sobrino de Tiziano. ¡Quien pilara una biblioteca así!
EliminarActualmente los libros no están más que ahí...en la estantaría...y en cajas...sin disposición ni orden. Es algo que tengo pendiente desde la mudanza. Algunos imprescindibles están colocados, como Virginia Woolf, o Austen, o Tolkien...pero pocos más. Leí y disfruté mucho tus entradas sobre "mis librerías". La mía suele estar colocada por escritores, y anarquicamente, por temas...no siguen orden cronológico y alfabético...a veces están dispuestos según el lugar de la casa...incluso se repiten a lo largo de ella...es decir...tengo una parte de Austen en el salón y otra en el dormitorio...Pero te aseguro que sé donde está cada libro.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo como tienes el encabezado del blog.
Qué tengas un feliz día!!!
Gracias por compartir tu orden libresco, María. En cuanto a la imagen de cabecera, es un detalle de un cuadro de Luis Marsans. Precisamente ahora hacen una retrospectiva de su obra en la sala Volart de Barcelona. Vale la pena acercarse por allí.
EliminarHola, creo que en la imagen de cómo es un libro, donde pone números 2 y 3, quedaría mejos Cubierta y Contracubierta o Cubierta trasera.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Tal vez el esquema es argentino, donde sí suelen llamar portada a lo que nosotros llamamos cubierta.
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