John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

lunes, 2 de septiembre de 2013

COSAS ABSURDAS QUE SE HACEN CON LIBROS

El libro -y me estoy refiriendo al libro en papel, que ahora es necesario aclararlo- tiene bastantes más usos aparte del obvio de ser leído. En este blog hemos visto algunos de ellos, por ejemplo las preciosas escenografías librescas de Su Blackwell o las esculturas de Guy Laramee. Aunque siempre da cierta pena ver cómo se ha inutilizado la verdadera función del libro -transmitir una historia- para emplearlo como un simple objeto hecho de papel, tinta y cartón, lo cierto es que la mayoría de los usos alternativos tienen en cuenta lo que significa el libro. Pero buscando por ahí se ven a veces empleos de los libros que me parecen del todo absurdos, por no decir claramente irreverentes (qué quieren, yo soy de los que sienten respeto por el papel impreso, nunca se sabe qué tesoros puede desvelar). Por ejemplo, para mi gusto, por muy vistosos que resulten, los libros no deberían ser vistos como piezas de construcción:
 
 
¿Se imaginan la tortura que resultaría tomarse una copa en este bar? Y si resulta que el lomo del quinto libro empezando por la derecha y tercero desde arriba llama poderosamente mi atención, ¿qué hago? ¿Lo extraigo a riesgo de poner en peligro la estabilidad de la barra? Muy poco práctico, la verdad.
Aunque hay usos aún más disparatados:
 
 
Hemos de suponer que los libros en cuestión han sido debidamente impermeabilizados. Aún así, creo que no me gustaría demasiado la sensación de darme un baño ahí. Y se nota a la legua que el autor de esta idea no es un lector. No porque haya empleado los libros de este modo (que también), sino porque cualquier lector preferiría poder ver los títulos de los lomos mientras se baña, en vez de conformarse con unos aburridos tacos de hojas.
Claro que el listo que pensó en hacer con ellos un sofá también es de concurso. Como para recostarse a echar la siesta. ¡No debe de ser precisamente mullido! (Bien pensado, podría ser una manera de reciclar esos libros de los que uno siempre ha querido deshacerse y no se decide. Y, de paso, librarse de las visitas no queridas, por el simple expediente de invitarlas a sentarse en él.)
 
 
Otros usos, de puro absurdos, no merecen casi comentario:
 
 
¿Tan complicado es hacerse con un tiesto normal?
De todos los casos que ebookfriendly.com cita como ejemplos a no seguir, sólo he visto uno que, en mi modesta opinión, no sólo no cuenta como "uso inadecuado", sino que me gusta bastante:
 
 
 
Y es que aquí los libros no se emplean por su práctica forma rectangular (que los asemeja a ladrillos) ni por el atractivo color de sus lomos, sino que recuperan en parte su función: las páginas abiertas invitan a leer, aunque sea fragmentariamente, el contenido. Desde luego, se corre el riesgo de pasarse la noche de rodillas o de pie sobre la cama, en vez de cómodamente echado, devorando lecturas. Pero hay una cierta sensación de confort en la idea de dormirse rodeado de libros abiertos.
 

9 comentarios:

  1. Pues el cabecero de mi cama aún está inmaculado de ideas y acabas de darme una.
    Aunque temo que el trabajo que llevaría, el destrozo que conllevaría y otra vez el trabajo que costaría mantenerlo bien aseado (como dice la RAE pero en esta ocasión en sentido literal) hará que desista de llevarla a cabo.

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    1. ¡Si te decides, no dejes de mandarme una foto! Lo ideal, creo yo, sería hacer un cabecero con libros de quita y pon. Así cuando te canses de uno, lo sustituyes por otro. Aunque no estoy segura de que sea realizable...

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  2. ¡Ah! Se me olvidada... la Biblia como tiesto me resulta fantásticamente irreverente, mmmmm, esta quizá sí....

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    1. Su punto irreverente lo tiene, claro. Estoy segura de que la elección no ha sido casual. Aunque yo debo decir que la Biblia me resulta una lectura fascinante, religión aparte. No sé si me animaría de destrozar una para hacer un porta-plantas.

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  3. Pues yo con algunos libros me construiría una taza de vater super-fashion. Pero sí, estoy contigo que ya hay demasiadas casas que tienen los libros de decoración (conozco una que tiene toda su biblioteca forrada con el mismo papel para no desentonar y es imposible detectar los títulos), como para realizar objetos decorativos con ellos. Es irreverente aunque a veces sea resulton.
    Un saludo.

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    1. No le cuentes la idea de la taza de váter al de la bañera, que te la copia, Carlos...

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  4. Otra variante del libro-florero es el libro de arte o arquitectura, normalmente de gran formato, perfectamente escuadrado sobre una mesa, de cristal a ser posible. Si se apilan dos o tres, que estén en distintos idiomas, sean del mismo tamaño o mantengan entre sí una perfecta proporción. Esta variante no es tan disparatada como las que muestras (de hecho es un clásico de las revistas de arquitectura de interiores, los apartamentos turísticos y el catálogo de IKEA), pero igualmente absurda. Resulta muy decorativa y no requiere riego, a diferencia de la Biblia de la fotografía.

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    1. Tienes razón, Urzay, los libros de arquitectura cuidadosamente colocados son también libros-florero. Los ingleses, tan prácticos, tienen acuñado el nombre de "coffee-table books", que es exactamente para lo que sirven. Nunca nadie debe haberlos leído.

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  5. Me encanta la cama. Ojalá los libros estén incrustados de uno en uno y puedan extraerse. O se trate del mismo libro repetido, abierto por distintas páginas que conformen un relato.

    ¿Y un árbol con hojas de libro? Por ejemplo Rayuela, para mayor jolgorio.

    En cuanto a la Biblia, estoy contigo, Elena. Un respeto, por favor. Yahvé es grande en el Sinaí y fuera del Sinaí: el Libro no sólo contiene libros de poesía extraordinarios. Además, como sostenía Benet, en ella aparece la primera novela donde se simultanean los tiempos: El libro de Tobías.

    ¡Que pongan de maceta a Zubiri o al Quijote de Avellaneda!

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