John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 19 de febrero de 2014

DE VAMPIROS Y MONSTRUOS

John William Polidori

Por una de esas (frecuentes) casualidades que se dan en la red, ha coincidido para mí en el tiempo la lectura de dos artículos de procedencias muy distintas y sin embargo firmemente relacionados. El primero pertenece al blog del luciérnago amigo José C. Vales y habla de la bonita edición del Frankenstein de Mary Shelley en Austral. El segundo -How To Be A Monster, publicado por Carrie Frye en www.theawl.com- trata de un personaje secundario que asistió a la génesis de la idea de esta escritora -en aquel lluvioso verano de 1816 del que ya habíamos hablado- y que escribió uno de los primeros relatos de vampiros que se conocen. Aunque, pobrecillo, nunca alcanzó la fama a la que aspiraba y, como mucho, se ha quedado en nota a pie de página.
El artículo de Carrie Frye es tan sugerente y divertido que, en lugar de contarles su contenido, he optado por traducir una parte. Estoy segura de que sabrán perdonarme la extensión:

"En 1816, a un joven doctor de nombre John Polidori le fue ofrecido un puesto como médico acompañante de George Gordon, Lord Byron. Polidori era sombrío, cáustico, ambicioso, culto y bien parecido. Se había licenciado en Medicina a los 19 años (algo tan poco usual entonces como ahora) y esta oferta le llegó menos de un año más tarde. A pesar de las objeciones de su familia, la aceptó. Polidori tenía ínfulas literarias; se le presentaba un poeta increíblemente famoso que le proponía unirse a él en un tour europeo. Debe de haberle dado la impresión de que el destino arrastraba a ello. Como confirmación de lo bien que iban las cosas, un editor le ofreció 500 libras por llevar un diario de sus viajes con el poeta (500 libras… en 1816).
Era primavera. Byron abandonaba Inglaterra para siempre, con una nube de infamia pendiendo sobre su cabeza. (Es una de las pocas personas de las que puedes decir algo así y que sea verdad; en parte, por eso resulta tan satisfactorio.) Se hizo construir un carruaje que copiaba el de Napoleón, lo que da la medida de su sentido de preeminencia imperial sobre el mundo. Incluso para los parámetros de la época, Byron tenía la crónica manía de acarrearlo todo consigo: su equipaje incluía porcelana, libros, cosas de vestir, ropa de cama, pistolas, un perro, la alfombrilla especial del perro, más libros, un criado o dos, y a Polidori, que zumbaba alrededor cual excitado insecto. (Según un informe, también un pavo real y un mono formaron parte del viaje.)  El carruaje iba tan sobrecargado que continuamente se averiaba. El médico también desfallecía, víctima de mareos y desmayos, y su paciente se vio obligado a cuidar de él. De este modo avanzaron a través de Bélgica y remontaron el Rin. Cuando llegaron a su hotel en Ginebra, Byron anotó su edad en el registro del hotel como “100”.

Lord Byron. Un aspecto angelical.
 
Si sienten ustedes algún interés por el Frankenstein de Mary Shelley, por los vampiros o por los poetas románticos o, quién sabe, por el turismo suizo, sin duda habrán oído el nombre de Polidori. Es un tipo curioso, Polly Dolly, notable no por lo que escribió, sino por haber estado cerca de otras personas cuando escribieron cosas. Una extraña fama póstuma; crees que te han dado un gran papel, y luego resulta que estás allí, sobre el escenario, sí, pero relegado a un lugar lejano en el ala izquierda, en la semipenumbra, donde la luz de los focos apenas llega. “Pobre Polidori”. Así se referiría a él Mary Shelley, escribiendo años después. Y lo era. Así aparece en las cartas, como ésta escrita por Byron: “El Dr. Polidori no está aquí, sino en Diodati; lo hemos dejado en el hospital con una torcedura de tobillo que se hizo al caer de un muro: no sabe saltar”. John Polidori tenía la desgracia de resultar cómico sin tener sentido del humor, de desear ser un gran escritor pero ser malísimo, de ser inusualmente inteligente pero verse rodeado durante un verano por personas que eran titánicamente más inteligentes que él y de ser lo suficientemente consciente de todo ello para encontrarse siempre incómodo. Además, no sabía saltar. Pobre Polidori.
No obstante, un relato de los que escribió sigue siendo importante, una historia de vampiros que leyó toda Europa cuando fue publicada y que allanó el camino para Drácula. Pero ni siquiera ese relato era del todo de Polidori. En una bonita muestra de vampirismo literario, para escribirlo aprovechó un esbozo de Byron, y el relato se publicó por vez primera bajo el nombre de éste (de ahí que llamase tanto la atención), lo que resulta también instructivo como recordatorio de todo lo que escritores y vampiros tienen en común. 

 “El vampiro” se publicó originalmente en 1819, en el New Monthly Magazine, firmado por Byron. Causó sensación internacional. Inspiró una obra de teatro y luego una ópera, cosa que es poco probable que hubiera sucedido si el relato se hubiese presentado al mundo como obra de un médico londinense. La opinión más extendida es que Polidori fingió que el relato era de Byron de forma intencionada, pero no hay pruebas definitivas al respecto. También es posible que, puesto que el manuscrito pasó por varias manos después de que Polidori lo escribiera, los detalles de su conexión con Byron se confundieran de camino a la imprenta. (Byron, sacándoselo de encima airosamente: “…dudo mucho de que nadie que me conozca creyese que esa cosa del Magazine era mía, ni siquiera si la hubiese visto escrita en mis propios jeroglíficos.”  Podría haber añadido: “Tampoco sabe saltar”.)

 Al final, uno casi que comprende al pobre Polidori, ridiculizado por sus brillantes compañeros, cuyo intento de emularlos en lo literario sólo consiguió ser leído porque... apareció bajo otro nombre.




5 comentarios:

  1. Voy a añadir entonces una tercera casualidad a esta sugerente entrada. Hace tan solo un par de días he leído la siguiente cita militante tomada de un texto que ilustra la disputa entre “clásicos” y “románticos” que ocupó a las letras hispánicas precisamente en esos años y duró unos cuantos más. El extracto, que copio, procede del número de 16 de noviembre de 1819 de una revista madrileña, la Crónica científica y literaria:

    “¿Qué legión de espíritus tenebrosos se ha apoderado de los escritores de nuestros días? ¿Qué sed de horrores atormenta sus desarregladas imaginaciones? Los griegos en sus obras de imitación no pintaban otros crímenes sino aquellos que formaban parte de la historia mitológica y que emanaban de los irresistibles decretos de la fatalidad. Aun en estos casos usaban con mucha parsimonia de ideas atroces y horrorosas y no cargaban la mano a la pintura del mal, contentándose a veces con indicarlo. Pero en nuestro siglo hemos adelantado mucho en esta carrera. Gracias a la literatura de los pueblos septentrionales, los personajes de los dramas y novelas son asesinos, salteadores, brujas, magos, corsarios, diablos y hasta vampiros. Sí, señores. Un vampiro es el héroe de cierto poema que se atribuye a Lord Byron por la conocida propensión de este alegrísimo joven a semejantes personajes.”

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    1. ¡Magnífica y oportunísima aportación, Urzay! Me encanta el tono del artículo. Y viene a confirmar que toda Europa creyó (al menos durante un tiempo) que ese vampiro era obra de Byron. Su fama le precedía, naturalmente.

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  2. ¿Conoces la antología de Siruela "Vampiros"? Es una maravilla, allí conocí a Polidori. Mi favorito del libro es "Carmila", de Sheridan Le Fanu, una historia morbosa y fascinante.
    Felicidades por la entrada. Me ha gustado muchísimo.

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    1. He visto la antología, pero no la he leído (creo que porque conocía de antemano bastantes de los relatos que la componen). Pero buscaré ese relato de Le Fanu. ¡Gracias por tus visitas y por la difusión!

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  3. Por lo que he visto en el fragmento que has traducido del articulo de Carrie Frye no tiene desperdicio; tendré que leerlo.
    Drácula y Frankenstein son dos de mis libros preferidos y la edición de Austral de la que habla Jose C. Vales tiene una portada muy sugestiva.
    En cuanto al pobre Polidori, tampoco me importaría leer su relato.

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