Los amables lectores que se pasan por este rincón de la blogosfera ya deben haber notado a estas alturas mi afición por las supercherías literarias: falsos libros, falsos autores, escritores que se esconden detrás de (múltiples) seudónimos... Encontrar la ficción dentro de la ficción, como en un juego de cajas chinas, resulta un juego fascinante. Hace mucho tiempo, hice una breve entrada hablando de esos libros que salen en otros libros, pero que nunca han sido escritos. Citaba, por supuesto, el Necronomicon, que es probablemente el primero que le viene a cualquiera a la cabeza. Pero creo que ha llegado el momento de pasar revista a algunos más.
Comencemos, cómo no, por Sherlock Holmes. Las aventuras de este detective que ha llegado a ser más real que su propio autor cuentan también con algunos falsos libros: está el abstruso ensayo matemático al que le debe su fama académica el archivillano James Moriarty, La dinámica del asteroide. Al parecer, su contenido es tan enrevesado que resulta imposible hacer una reseña. Naturalmente, los fans de Holmes llevan cien años especulando acerca de este libro, a pesar de que si existiera no podrían entenderlo. Pero no sólo Moriarty escribe. También el propio Holmes, en uno de sus últimos casos (El último saludo de Sherlock Holmes, 1917) se jacta de haber escrito un sin duda imprescindible Manual práctico de apicultura, con algunas observaciones sobre la segregación de la reina. El libro será ficticio, pero al igual que ocurre con la imaginaria morada del detective en Baker Street, se pueden encontrar por ahí ejemplares de este libro inexistente.
En la distopia de George Orwell, 1984, tiene un papel relevante otro libro inventado, Teoría y práctica del colectivismo oligárquico, de un tal Emmanuel Goldstein. Este autor, según nos dice su creador, es físicamente muy parecido a Trotsky, y su nombre recuerda claramente al de la anarquista Emma Goldman.
Siguiendo con los mundos alternativos, es imperioso citar la novela dentro de la novela de El hombre en el castillo de Philip K. Dick, que lleva el delirante título de La langosta se ha posado, y cuyo autor es un tal Hawthorne Abdensen. Si en la ficción "real" las potencias del Eje han ganado la Segunda Guerra Mundial -dando lugar a un mundo en el que los nazis, entre otras cosas han desecado el Mediterráneo para convertirlo en tierras de cultivo-, en el libro "ficticio" es Inglaterra, con la ayuda de EE.UU., la que ha logrado una rápida victoria sobre los nazis y se ha erigido luego en imperio mundial.
Philip K. Dick |
En El guardián entre el centeno, Holden Caulfield nos informa de que su hermano D.B. es un gran escritor y cita una de sus obras "El pez dorado secreto", una historia que trata sobre un chico que no deja que nadie mire su pez. Por desgracia, parece que D. B. abandonó la verdadera literatura para irse a Hollywood a escribir guiones. Algo que dice bastante sobre la opinión que a Salinger le merecía el mundo del cine.
También encontramos en este gremio de escritores ficticios a uno de mis personajes favoritos, Stephen Maturin, el fiel compañero de aventuras de Jack Aubrey en la serie de Patrick O'Brian. Como experto cirujano naval (aunque confiese que no es muy bueno sacando dientes), Maturin es autor varios tratados médicos, entre ellos un utilísimo manual titulado Enfermedades de los marineros.
Luego hay una serie de escritores que no inventan un libro ficticio, sino muchos. Por ejemplo, Roberto Bolaño, en 2066, presenta a un tal Benno von Archimboldi, autor de una veintena de obras. O George R.R. Martin, que en su serie Canción de hielo y fuego inventa no sólo un mundo riquísimo, sino también las obras literarias que en éste son de lectura obligada. O Nabokov, otro gran fabulador de libros en sus obras. Y, por supuesto, Borges. Pero la lista sería interminable. Si la quieren más completa, existe una web que ofrece una relación abundante de estas curiosidades (aunque no completa).
Pero de verdad de verdad, de todos estos libros ficticios, el único que yo daría algo por leer es El manual de la cria del cerdo, de Augustus Whiffle, que Lord Emsworth lee con fruición en las novelas de P.G. Wodehouse. Pero... un momento,¡el libro existe! O al menos, algo que se le acerca mucho.
Para que luego digan que la realidad no imita a la ficción.
En "Si una noche de invierno un viajero..." de Calvino también hay un montón de libros inventados, no? Creo recordar....
ResponderEliminarHay escritores que son verdaderos especialistas en inventar libros dentro de sus libros. Montones. Hubiera sido imposible reseñarlos todos, pero es posible que algún día caiga otro post sobre el tema.
EliminarUn especialista también en inventar libros (y que no he visto citado en la web que indicas) fue Stanislaw Lem. Tiene al menos dos obras de este tipo:
ResponderEliminar"Vacío perfecto", una colección de reseñas de libros inexistentes.
"Magnitud imaginaria", una colección de prólogos de libros también inexistentes.
Los dos están publicados en español.
Saludos
Ah, pues yo creo haberlo visto allí. Sólo que listan los libros por sus autores imaginarios, no por el nombre del escritor que los ha inventado. Lem es extraordinario: un libro de reseñas de libros inexistentes es rizar el rizo de la superchería. Muy ingenioso
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