John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 19 de noviembre de 2014

LEER EN TIEMPOS DE AFLICCIÓN



Evitamos pensar en ello, pero la muerte es una realidad de la que resulta imposible escapar. La idea de nuestra propia mortalidad es difícil de digerir, pero al fin y al cabo, una vez desapareces -cuando te conviertes "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada", como decía Góngora- qué más da todo. Lo verdaderamente duro es la muerte de los demás, de aquellos a quienes amas. Nada, ni la enfermedad más larga, ni el diagnóstico más sombrío, te prepara nunca para eso. Te enfrentas entonces al abismo, a un inmenso vacío imposible de llenar. Este dolor, este largo proceso de duelo es además totalmente individual, incomunicable. Es un camino que sólo tú puedes hacer. Como dice Julian Barnes "es banal y a la vez único". Cuando Barnes perdió a su mujer, Pat, hace unos años, quedó devastado. Llegó a pensar en el suicidio. Afortunadamente, recordó a tiempo que si él también moría, morirían con él los recuerdos de la vida conjunta de ambos, del amor, de la complicidad. Debía vivir, pues, para que ella siguiera viva, aunque fuese sólo en su memoria. Y para escribir un libro como Niveles de vida, una obra sobre el dolor y la pérdida estremecedora y memorable..
 
 

"Si ella estaba en algún sitio era dentro de mí, interiorizada. Esto era normal. Y era igualmente normal- e irrefutable- que no podía matarme porque entonces también la mataría a ella. Moriría por segunda vez, y mis luminosos recuerdos de ella se perderían en la bañera enrojecida. De este modo, al final (o, por el momento, al menos) quedó zanjado el asunto. Y también la cuestión más amplia, pero relacionada: ¿cómo voy a vivir? Debo vivir como ella habría querido que viviera."

Tal como dice Barnes, los amigos pueden tener la mejor voluntad del mundo, pero a menudo no son la solución. Unos son demasiado solícitos, otros se empeñan en rehuir hablar del fallecido,  otros se muestran demasiado prácticos ("Te conviene hacer esto o lo otro"). Y el afligido no sabe lo que quiere o necesita, pero sí sabe lo que no. En palabras de otro doliente, C.S. Lewis: 

“Percibo cómo los demás, cuando se aproximan a mí, intentan decidir si me 'dirán algo sobre eso' o no. Odio que lo hagan, y odio que no lo hagan."


 
Para momentos así están las lecturas donde otro ser humano, con un dolor seguramente muy distinto y en una época también distinta, ha volcado su trayectoria por "los trópicos de la aflicción". Como lo hace Julian Barnes, como lo hizo C.S. Lewis en Una pena en observación, o Joan Didion en El año del pensamiento mágico. Lecturas que ayudan, que acompañan. Escritores que tienen el don -valiosísimo para los que se debaten en un dolor que cuesta explicar- de darle voz a la pérdida. De darnos la mano para atravesar ese territorio oscuro y desconocido.
 
"La aflicción resulta ser un lugar que ninguno de nosotros conoce hasta que llegamos a él."

 
 

Una vez más, leer puede ser la salvación.


 

5 comentarios:

  1. Hola Elena, pues precisamente estoy en un mal momento.Mi padre ha muerto hace poco, en octubre y se suma a multitud de angustias anteriores.
    Perdí mi madre muy joven y noto mucha diferencia entre los dos duelos, ahora me encuentro mucho más serena y acepto la pérdida sin tanto dolor. Conozco casi todos los libros que mencionas, pero por alguna razón irracional no quiero leer nada acerca de la muerte y como seguir adelante.
    Curiosamente he leído un libro "Mis postales de Barcelona" de Isabel Núñez y ha sido una lectura casi catártica, sin tener nada que ver con mi vida ha sido una lectura muy intensa.
    Espero poder leer cuando el animo me lo pida algunos de estos libros, un saludo

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    1. Siento tu pérdida, Ángeles, sé lo duro que es. También comprendo que por ahora no te sientas con ánimos de leer libros sobre este tema. La verdad es que se necesita cierta distancia, cuando la herida está recién abierta, no apetece removerla. Me han hablado muy bien del libro de Isabel Núñez y teníamos varios amigos comunes, de modo que sin duda lo leeré.
      Gracias por tus palabas y por pasarte por aquí.

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  2. Quizá el consuelo no sea leer, sino escribir. Cuando murió mi madre, mi padre, José Mallorquí, volvió del hospital a casa y se metió en su despacho para escribir un guión para el programa de radio que tenía en aquel entonces ("Miss Moniker"). Era un programa de humor. Al día siguiente, leí ese guión y era tan gracioso e imaginativo como cualquiera de los anteriores. Nadie diría que lo había escrito un hombre destrozado por la muerte de su esposa.

    Escribir era el refugio de mi padre, creo que cuando lo hacía se olvidaba de todo y entraba en un universo más amable donde su mujer no había muerto. Tiempo después, cuando una lesión de espalda le impidió escribir a máquina, se vio forzado a dictarle a una secretaria, pero no era lo mismo. Se quedó sin refugio... y murió.

    No, no estoy seguro de que leer sea un consuelo en esas circunstancias. Pero escribir sí.

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    1. Seguramente tienes razón, César. Lo que sé es que estos textos que narran de forma directa la pérdida y sus consecuencias no se pueden escribir "en vivo", hay que dejar que la herida cicatrice, al menos un poco (la mujer de Barnes, por ejemplo, murió en 2008 y hasta 2013 no apareció su libro hablando de ello). Seguir con la vida normal, volcarse en una actividad que te absorbe por completo, como la escritura, puede ser una manera de llenar el vacío. Yo sólo sé, ateniéndome a mi experiencia, que pasan meses (o años) hasta que uno puede volver a afrontar el asunto cara a cara. Y que solo entonces leer que otros han pasado por lo mismo que tú resulta un consuelo.

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  3. Elena,...cuánta razón tienes. No conocía el libro de Barnes, que anoto de inmediato...pero si conocía el libro de Una pena en observación, de Lewis, que he releído en varias ocasiones. Es un libro maravilloso, que a pesar de la tristeza que te transmite.
    Otro libro que habla de estos desgarros es el último (creo que es el último) de Rosa Montero, con "La ridícula idea de no volver a verte", en el que narra el duelo de Marie Curie, y de algún modo, también el suyo propio.
    La tristeza forma parte de la vida...pero sabemos que no dura para siempre...aunque hay ausencias que dejan una huella profunda en nuestro ser, eso sin duda.
    Un abrazo grande

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