Bernat Ruiz Domènech reflexionaba hace poco en su blog verba volant, scripta manent -de lectura obligada para los que se interesen por la evolución del mundo editorial- sobre el papel de los prescriptores literarios y, por extensión, de la crítica tradicional en estos tiempos. Es preciso coincidir con él en que la crítica "analógica", por emplear su misma terminología, esa que aparece en las páginas de los suplementos culturales de los periódicos o en las (pocas supervivientes) revistas literarias, ha perdido su influencia. Él apunta como uno de los motivos el compadreo y la servidumbre a los poderes que elegían a los críticos que copaban los medios de masas: "El mecanismo tenía tanto de político –pórtate bien con el escalafón y el escalafón se portará bien contigo– como de académico." Por mi parte, por más molesto que eso me pareciera, peor aún llevo el hecho de que esas críticas que se suponían tan profundas y bien informadas no me aportasen apenas nada. No sé cuánto tiempo hace que no me compro un libro obedeciendo a una crítica que haya leído en algún medio impreso. Al igual que me ocurre con muchas críticas de cine -de las que sospecho que padecen un mal similar-, cada vez que confrontaba lo leído en ellas con el producto real, me sentía estafada; y viceversa, a menudo cuando he ido a ver una película despachada de cualquier manera -o declaradamente ignorada- por la crítica al uso, me he encontrado con una pequeña joya que me hubiese perdido de no haber ignorado sus advertencias.
W. H. Auden |
W. H. Auden, que había ejercido también la crítica literaria, define muy bien lo que uno debe esperar de ella:
"¿Cuál es la función de un crítico? En lo que a mí respecta, puede prestarme uno o más de los siguientes servicios:
1) Darme a conocer autores que hasta ese momento ignoraba.
2) Convencerme de que he menospreciado a cierto autor o determinada obra por no haberla leído con suficiente cuidado.
3) Mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que jamás habría descubierto por mí mismo porque no sé lo suficiente y jamás lo sabré.
4) Ofrecerme una "lectura" de determinada obra que mejore mi comprensión de la misma.
5) Arrojar luz sobre el proceso del "hacer" artístico.
6) Arrojar luz sobre el arte de vivir, sobre la ciencia, la economía, la ética, la religión, etc." (1)
De la lectura de una crítica que cumpla algunos de estos puntos se sale sin duda más informado y más sabio. Puede que luego uno discrepe con alguna de las opiniones vertidas por el crítico, pero será una discrepancia fundada en los argumentos que este haya aportado. Sin embargo, demasiado a menudo los críticos literarios ejercen como mucho de reseñistas: se limitan a hacer un resumen de la obra y a elogiar dos o tres rasgos muy generales -sin aportar prueba ninguna-, que igual podrían servir para cualquier otro libro; como mucho, comparan esta nueva obra con alguna anterior del mismo autor para lamentar que no esté a la altura de su predecesora o para ensalzar el avance que supone en la trayectoria del escritor. Total, que cuando uno ha terminado de leer ese artículo, apenas sabe más que si hubiese repasado el texto de contra que proporciona el editor.
No es tanto un problema de medios impresos o medios digitales, sino de la calidad del contenido. La buena crítica literaria puede ser infinitamente aguda y enriquecedora; yo leo con deleite muchos de los artículos de The New York Review of Books, de los que siempre aprendo algo. La mala, simplemente no es crítica.
(1) Fragmento tomado del libro El arte de leer, publicado por Lumen.
Ole, ole, ole. No podría estar más de acuerdo.
ResponderEliminarNo entiendo la función de las críticas oficiales. ¿Por qué no decir que un libro es malo? No lo entiendo, la credibilidad del crítico desaparece cuando todo le parece "bien" o cuando sencillamente como bien apuntas en el post, la crítica valdría para cualquier libro.
Según Auden, atacar los libros malos es innecesario porque pasarán rápidamente al olvido de todos modos. Dice una cosa estupenda: "El arte malo es omnipresente, pero las obras de peor calidad suelen ser fugaces, puesto que siempre se ven superadas por otras aún más malas". ¿Es esto pesimismo o realismo puro? Ja, ja.
EliminarA mí me han encantado los 6 puntos de Auden. Cualquier crítico literario (o cualquier mindundi como yo que tiene un blog y que actualiza de higos a brevas) debería imprimirse los 6 puntos y colgárselos en el escritorio.
ResponderEliminarUn saludo.
Totalmente de acuerdo, estos seis puntos deberían ser de obligada lectura y cumplimiento para todo aquel que aspire a ejercer la crítica literaria.
EliminarLo suscribo totalmente. Intentaré acordarme de ellos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarElena, nos brindas unas reflexiones lúcidas y oportunas sobre un tema tan fascinante como polémico.
ResponderEliminarJulio Casares (1877- 1964), antaño miembro de la RAE e intelectual de una deslumbrante formación humanista, exponía en su libro “Crítica efímera” (omitiré algunas palabras):
“ ¿Qué condiciones desearía yo en la crítica cuando me toca el papel de enjuiciado? Supuesta la honradez literaria, sin la cual toda crítica es estéril, solo dos cosas pediría: competencia y objetividad.
Al reclamar objetividad en la crítica quiero decir que no me satisfacen esos lirismos floreados… esas vacías sonoridades verbales cercanas al camelo vulgar, que obran como vapor de cloroformo sobre la inteligencia de los lectores y que, a beneficio de su vaguedad cautelosa, son aplicables a todos los libros y no son aplicables a ninguno “
Vemos que las palabras de Julio Casares gozan de plena vigencia y son argumentos que reflejan bien tu parecer Elena.
Comparto tu impresión de que las críticas apenas aporten unas notas insulsas.
La obra de un escritor ( un escritor de verdad, no a un engendro mediático para hacer caja), está impregnada en su estilo, léxico y construcción literaria de su “yo” íntimo, su cosmovisión, algo que nunca podrá ser aprehendido por el crítico, una parcela que le está vedada y, sin embargo, es relevante para valorar la obra en profundidad. Por tal razón creo que la crítica puede revelar aspectos significativos que se encuentren en la superficie, y sin duda ayudarán al lector en diferentes parámetros. Otra cosa es ir a las profundidades, es factible desde la condición de lector, como crítico es un acto inabordable, y si lo aborda ya no hablará un crítico porque ahí dentro el análisis racional es estéril. Siento haberme extendido tanto, has servido un tema muy jugoso y te lo agradezco. Cuídate Elena y un placer leerte.
Muchas gracias por tus reflexiones, Paco, y por ofrecernos la cita de Casares, tan oportuna.
EliminarDe hecho, con los blogs de cabecera volvemos a la forma más tradicional y efectiva de crítica: el consejo del amigo de gustos afines o argumentos sólidos. A mí me interesa mucho más lo que me recomendáis vosotros que cualquier lumbrera editorial.
ResponderEliminarY ya me he enmarcado las palabras de Auden, aunque no sea colega...
Pues sí, yo ya no me fío de los críticos de renombre, pero sigo las recomendaciones de mis blogs amigos, que nunca me dan gato por liebre. Además, debo decir que con algunos posts he aprendido más sobre literatura que en muchas críticas anodinas.
EliminarYo añadiría aún más. En géneros como la ciencia ficción, la novela negra o la romántica, que sólo muy esporádicamente aparecen en los suplementos literarios, los blogs de gente de cuyo gusto te fías son el único recurso. Aun así, también hay gato por liebre aquí. No hay más que ver la cantidad de blogs con "editoriales colaboradoras", de gente que se hace un blog para que le regalen libros y todo acaba pareciéndole igual de estupendo que a los críticos de los periódicos les parecen las novelas de las editoriales del mismo grupo económico.
EliminarTotalmente de acuerdo contigo, Bona. Hay que echarles también el ojo a esos blogs y saber de qué pie cojean, aunque a la mayoría se les reconoce de inmediato.
EliminarElena, me ha gustado mucho el post.
¿Opiniones? Cada uno tiene las suyas. Lo cual no quiere decir que tengan el mismo valor. Hay que pasar bastante, por no decir muchísimo. Luis M. Pousa.
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