John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 28 de octubre de 2018

TENER LOS LIBROS A MANO


El único inconveniente de los libros -y no estoy del todo segura de que lo sea- es que ocupan lugar. Tienen volumen y peso, "cuerpo", lo que hace que en cuanto te descuidas llenen estanterías y más estanterías. Si no los tienes sólo de adorno, es decir, si tienes por costumbre leerlos, habrás comprobado que poseen además la irritante costumbre de desparramarse por ahí y aparecer en los lugares menos previsibles, por más que te esfuerces en mantener un orden (sobre el orden de las bibliotecas se ha escrito mucho, también aquí, aunque sin llegar a ninguna conclusión definitiva). Algunos lectores -entre los que me cuento- solemos alternar además diversas lecturas al mismo tiempo, lo que hace que el desbarajuste de libros que andan de acá para allá aumente: tienes una pila de libros junto al sillón, pero el que quieres en ese momento está en el despacho; o has olvidado que el que creías haber puesto en la estantería de "libros pendientes de leer" te lo llevaste ayer para leer en la cama; cuando estás segura de tener determinada obra de un autor -recuerdas incluso en qué balda y junto a qué otros libros estaba-, resulta que en la última reordenación ese libro fue a parar a otra parte de la casa (porque, claro, tienes estanterías en todas las habitaciones, y no siempre es fácil seguirles el rastro). Así, reanudar una lectura a menudo implica diversos viajes y no poco ejercicio de memoria. Para colmo de males, el libro electrónico no ha hecho más que agravar esta confusión: al menos, los libros en papel tienen una apariencia física, dejan huella, mientras que los electrónicos son fantasmas inasibles, que moran en un difuso éter. Confieso que más de una vez me he devanado los sesos tratando de localizar un libro que estaba segura de tener, para comprobar tras mucho buscar y rebuscar que sí, en efecto era mío, pero estaba oculto en mi dispositivo electrónico. A fuer de sincera diré que, a veces, estos aparatos se me antojan más sepulturas de libros que contenedores de ellos: una vez están allí dentro, desaparecen de la faz del mundo y sólo pueden ser invocados, como espectros, mediante un acto de voluntad.

Como fantasmas entre los libros con peso y volumen, 
los libro electrónicos son etéreos

Comoquiera que sea, organizar este gran número de libros en lectura, recién leídos o a punto de serlo es todo un reto. La estantería de "libros pendientes de lectura" -que son simplemente las últimas adquisiciones que una tiene la intención de leer- es una necesidad, aunque son precisas podas periódicas para evitar que crezca con desmesura (los libros que una adquiere tienden a ser siempre muchos más que los que alcanza a leer en un plazo razonable). Lo es también la pila de la mesita de noche, así como otras pilas diversas que se van formando en lugares estratégicos de la casa (fundamentalmente, en todos aquellos sitios donde una se sienta a leer).


¿Habrá forma de racionalizar tanto trajín? Ciertas almas lectoras, sin duda afligidas por el mismo problema, parecen haber dado con una solución que me parece brillante: el carro portalibros. Sí, esos carros que están en todas las bibliotecas públicas, que permiten guardar un número importante de libros y transportarlos sin dificultad. ¿Por qué no adaptar esa idea para uso doméstico? La web Bookriot tiene algunas sugerencias al respecto, cuyo único inconveniente es que las mas bonitas, para mi gusto, son también las más onerosas. Pero ya me veo a mí misma empujando alegremente un carrito de esos por la casa, con todos los libros que están más o menos en danza por fin a mano. 



Tal vez -seguro, más bien- nunca llegue a poseer una de esas bibliotecas de ensueño, con doble piso y escaleras móviles, pero ¿por qué no aspirar a un carrito portalibros? Si no garantiza que logre tener los libros a mano, ¡siempre puedo usarlo como un lugar más donde almacenarlos!

14 comentarios:

  1. ¡Precisamente se nos había ocurrido lo mismo! Sin embargo, con la cantidad de libros que tenemos, al final decidimos que, en nuestro caso, estaría condenado a convertirse en otro rincón donde apilar libros, como "la silla", "la mesita" o "el mueble" que todos los lectores faltos de espacio conocemos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo que mí me ocurriría lo mismo, pero ¿y la ilusión que hace verse empujando un carrito con todos los libros que necesitas a mano? Lo de "el mueble" como lugar donde apilar libros me suena muy familiar... Creo que todos tenemos al menos uno.

      Eliminar
  2. Buena idea lo del carrito. Pero discrepo de las dimensiones. Debería tener dos metros de alto, por tres de ancho y cuarenta centímetros de fondo (para poder hacer doble fila).

    ResponderEliminar
  3. A mi el carro no me convence para casa pero me vendría bien cada mes que me mudo y olvido los libros que dejé en la otra cosa y tengo la necesidad imperiosa de llevarme los que tengo en la casa que abandono aunque está a dos minutos andando de la anterior.... cargo como una mula de un lado a otro pero me da tristeza estar sin esos libros que tengo pendientes de leer, que esperan turno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tal vez en tu caso lo que necesitas es una carretilla, para llevar los libros de una casa a otra. :-)

      Eliminar
  4. Quiero uno de esos carritos! :D No creo que sean muy diferentes de tener una estantería pequeña para poner los pendientes, pero qué bonitos son algunos.

    Por cierto, Elena, sobre estas líneas: "a veces, estos aparatos se me antojan más sepulturas de libros que contenedores de ellos: una vez están allí dentro, desaparecen de la faz del mundo y sólo pueden ser invocados, como espectros, mediante un acto de voluntad", me pasa igual. Supongo que debería llevar una lista de control, pero soy incapaz.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Mira si desaparecen, que me ha ocurrido comprarme un ejemplar físico de un libro que ya tenía en ebook! :(

      Eliminar
  5. ¡Que buena idea! El carrito-bar tiene los días contados. Saludos Elena :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oye, pues a saber si no se podrían reciclar algunos de esos carritos-bar (ahora que ya son puro vintage) en carritos para libros...

      Eliminar
  6. Excelente, me identifico totalmente con el problema y me encanta la idea del carrito! A considerar.
    Muy bueno tu blog, Elena. Si tienes un tiempito, date una vuelta por el mío, lo acabo de lanzar: http://elgustodeleer.com
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu visita y tu comentario, Carolina. ¡Me pasaré por tu blog!

      Eliminar
  7. Me ha hehco mucha gracia este artículo y me he sentido totalmente identificado. Añado como lugar estratégico la bandolera en la que guardo algún libro de relatos que leo cuando me hacen esperar en algún café.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Alberto. Desde luego, llevar los libros en bandolera es una forma práctica de tenerlos a mano.

      Eliminar