John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

miércoles, 6 de marzo de 2019

EL TIEMPO Y LA LECTURA


Es frecuente encontrarse, tanto en los medios como en la vida real, con personas que dicen no leer por carecer de tiempo para ello. O que lamentan que el tiempo que pueden dedicar a la lectura sea tan reducido: "Me gustaría leer más, pero ¿de dónde sacar el tiempo?". Sin embargo, quienes esto manifiestan no suelen ser esclavos en una mina de sal, sujetos con cadenas y vigilados por feroces capataces (un supuesto que justificaría la imposibilidad de dedicar ni un minuto a la lectura; además, dudo que en las minas abunde el material literario), sino urbanitas muy ocupados -o eso dicen- que no tienen reparo en dedicar varias horas al día a consultar sus móviles, a menudo innecesariamente y para cosas sin relevancia, y a mandar mensajes y fotos igualmente irrelevantes. "Conchi, estoy a punto de llegar" o una ristra de emoticonos para indicar lo mucho que te ha gustado esa irresistible foto de un gatito que te ha mandado tu prima no pueden considerarse como mensajes de alta prioridad. Y, no obstante, con estos y otros parecidos se consumen sin remordimiento minutos muy valiosos.

Quienes afirman no tener tiempo para leer, lo que están diciendo en realidad es que leer no es una de sus prioridades. Que, en su escala de valores, la lectura se encuentra por debajo de muchas otras actividades con las que llenan sus días. Que prefieren -consciente o inconscientemente- dedicarse a otras cosas y sólo recurren a la lectura cuando las han agotado. He de deciros, atareados amigos que argumentáis que os falta tiempo para leer, que uno siempre encuentra tiempo para lo que estima vital. Salvo en situaciones extremas, uno siempre tiene tiempo para comer, para lavarse, para hablar con su pareja... (aunque tal vez es una mala comparación, está lleno de gente que se queja de no tener tiempo para conversar en familia, cuando lo que quieren decir probablemente es que no hay nada de qué hablar). Si uno considera que la lectura, como nos ocurre a los verdaderos apasionados del asunto, forma parte de esas necesidades vitales, el tiempo nunca falta. Como decía Arnold Bennett -en su divertido a la par que útil ensayo Cómo vivir con veinticuatro horas al día-, el tiempo es la más preciada de las posesiones, una que nadie puede quitarte y con la que puedes hacer lo que te dé la gana. Tanto el noble como el mendigo disponen cada día de las mismas veinticuatro horas, para gastar según su criterio. Es obvio que esos lectores fallidos carecen precisamente de eso, de criterio, de la voluntad de buscar tiempo debajo de las piedras para algo que se supone consideran importante.





Además, el concepto de lectura de ciertas personas -sí, esas que dicen amar la lectura pero no ven nunca el momento de dedicarse a ella- consiste en una especie de imagen ideal: muchas horas por delante, una casa silenciosa, un sofá cómodo... En fin, condiciones que, seamos sinceros, se dan raras veces. Si esperas a que se reúnan todos estos factores para abrir un libro, entonces es comprensible que no leas apenas. Los auténticos lectores aprovechan cualquier resquicio para abrir un libro, y no tienen empacho en hacerlo en las situaciones más diversas. El otro día, en la radio, alguien contaba que, en su familia, cuando llegaba la hora de comer cada cual sacaba su libro y de este modo las comidas transcurrían en armoniosa compañía, todos enfrascados en sus lecturas. Lo pillé al vuelo y lamento no saber quién era el que lo contaba, pero tiene todas mis simpatías. (Personalmente, considero leer mientras como, o desayuno, uno de los placeres fundamentales de la vida.) Otra lectora decía por ahí que ella había llegado a leer hasta en una boda (aunque no durante el servicio religioso, subrayaba). No se me había ocurrido, lo confieso, pero al próximo enlace al que me inviten pienso ir provista (discretamente) de un libro. Seguro que puedo aprovechar algun momento tonto para leer unas páginas.

Hasta con el pretexto de sacarle el polvo a
los libros se pueden leer unas páginas


  

26 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con todo. Yo leo a todas horas y para mí, el desayuno leyendo es sagrado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuando desayuno en un bufé de hotel, lo que menos me gusta es haber de renunciar a la lectura. Bueno, a veces pillo un periódico, que parece que queda mejor

      Eliminar
  2. Yo también estoy de acuerdo en todo. Quizás, quizás no tanto en lo del criterio. Lo están haciendo para hacer lo que quieren, lo demás son excusas.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Lo que tiene la lectura es que es difícil; entendiendo difícil como algo que requiere más esfuerzo, claro.
    No sé otros, pero yo siempre llevo un libro a mano.

    Supongo que quien leyó en una boda no sería en la propia.

    Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Ja, ja! Imagino que no sería en la propia boda. Pero ¿quién sabe?

      Eliminar
  4. Lo has dicho bien. El que busca excusas indica que la lectura no es una de sus prioridades y no va a hacer nada por cambiarlo. Los que leemos habitualmente, sabemos buscar o crear los momentos.Yo soy habitual lector, por ejemplo, de transporte público y logro abstraerme perfectamente (he podido leer gozosamente El Quijote o Los hermanos Karamazov rumbo al trabajo) y en el mismo lugar rara vez encuentro a alguien con un libro pero sí con móviles, lo que confirma que el tiempo existe para todos igual pero el interés no. Y puedo entender que haya gente que cuando llegue de trabajar quiera dejar la mente casi en blanco conectada a cualquier programa televisivo, pero entonces han de ser conscientes de que la lectura no es su principal deseo o afición aunque en las encuentas y ante los amigos digan lo contrario (como el manido "yo veo los documentales de la 2"). La lectura requiere tiempo (y mucho) y eso es algo de lo que andamos escasos, pero los que disfrutamos de ella sabemos encontrar los momentos y en el tiempo en que uno ha mirado cien mensajes insulsos de instagram yo he saboreado un pedazo del viaje de Leigh Fermor (por poner el ejemplo de mi actual lectura que sé que aprecias).
    Un placer también leerte como parte de mis gustos lectores

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues para mí un método muy eficaz de relajarme después de un día duro es leer un novela que me guste. Supera con mucho a cualquier programa absurdo de televisión. ¡Y qué placer leer a Leigh Fermor!

      Eliminar
  5. El otro día vi un reportaje en un Telediario en el que afirmaban que "se considera lectores habituales a los que leen al menos una vez a la semana".

    ¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?

    A tomar viento; estoy convencido que incluyen en las estadísticas a los que leen guasaps.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como apuntas tú, esto genera más preguntas que respuestas: ¿Por qué una vez a la semana y no dos veces, tres, cada día...? Y ¿qué tipo de cosas leen? ¿Se considera lectura un manual escolar? (En ese caso, todos los escolares se considerarían lectoras habituales. En fin, que estas estadísticas son bastante inútiles.

      Eliminar
  6. Quienes amamos la lectura desde siempre, solemos olvidar algo: leer requiere esfuerzo. En primer lugar, hay que decodificar un sistema simbólico. Y hay que hacerlo con rapidez, porque si no el ritmo de lectura se vuelve tedioso. Luego, hay que comprender el significado de lo que se lee. Por último, hay que imaginar lo que describe el texto. Es complejo y trabajoso.

    Pero, diantres, todo eso lo hacemos nosotros sin ningún esfuerzo, ¿no? Claro, porque llevamos haciéndolo desde que éramos unos enanos. Hemos automatizado el proceso. Por ejemplo, el mero hecho de "captar" los signos escritos en un papel. ¿Leemos letra por letra? No. ¿Palabra por palabra? Tampoco. Leemos captando de un vistazo grupos de palabras. Porque tenemos mucha práctica. Pero alguien que no lea habitualmente, lee literalmente palabra por palabra. Lo cual es muuucho más lento.

    En cuanto a la imaginación, no es un don divino, sino un músculo que, cuanto más se emplea, más fuerte se hace. Y si no lo usas, se atrofia. Hay gente incapaz de imaginar lo que lee, y la lectura sin imaginación puede ser muy árida.

    No sé, supongo que a mí alguna vez me supuso un esfuerzo leer, pero era tan pequeño que lo he olvidado. Lo que quiero decir es si no adquieres el hábito de la lectura cuando eres niño, leer acaba convirtiéndose en algo trabajoso e insatisfactorio.

    Quizá no deberíamos mirar por encima del hombro a los que "no tienen tiempo para leer", porque ellos no tuvieron la fortuna de nacer, como nosotros, en una familia que les fomentó ese maravilloso hábito.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy acertadas tus reflexiones, César. Puedo asegurarte que no es en absoluto mi intención despreciar a quienes no leen porque han tenido poco acceso a la lectura. Pero hay muchos que, siendo perfectamente capaces de descifrar, comprender e imaginar un texto, optan libremente por no hacerlo. Claro que están en su derecho y tampoco se lo echo en cara. Lo que sí me parece criticable (y esa es la intención de mi post) es que pongan como excusa la falta de tiempo. Mejor sería que dijesen que prefieren ver la tele, o salir de copas con los amigos, que fingir que no leen porque no tienen tiempo.

      Eliminar
  7. No te criticaba a ti, querida Elena; hablaba en general. Más bien me criticaba a mí mismo, porque cuando conozco a una persona que no lee... no sé, siento que algo me separa de ella. Incluso, lo reconozco, me siento un poco superior. Y eso no es justo. Respecto a la excusa del tiempo, creo que quienes no leen, al menos algunos, experimentan cierto complejo de culpabilidad o, quizá, de inferioridad, y, pues eso, ponen excusas. A nadie le gusta sentirse inferior; mejor echarle la culpa al tiempo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ciertamente, César, a los muy lectores nos es difícil comprender que alguien pueda no leer, y a veces nos parece casi que son una raza distinta (posiblemente, ellos piensen lo mismo de nosotros). Aunque a mí eso se me ido curando con el tiempo, al conocer a gente maravillosa que apenas había leído un libro en su vida. Los libros son muy importantes, pero no lo son todo.

      Eliminar
  8. Es tan sencillo como apagar la televisión.
    Es también un punto de vista; la lectura no es una obligación sino un entretenimiento sano. Mi mujer, que no era gran lectora, ahora se lamenta cuando se enfrenta con un tiempo de espera y no dispone de su libro a mano.
    Yo mismo recuerdo aquel infausto tiempo en el que no disponía de coche y tenía que ir en bus al trabajo, ¡cuánto leía!
    Tampoco hay que obcecarse con que si se lee mucho o no... qué más da... Hace 35 yo era un mocete raro porque acudía a la biblioteca. Hoy no se lee menos, ni más...

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tú lo has dicho: basta con apagar la televisión y automáticamente se multiplica el tiempo que uno puede dedicar a la lectura. Si se quiere, claro...

      Eliminar
  9. Qué maravilla haber tropezado con tu blog...yo padezco la enfermedad de la lectura compulsiva desde los cinco años, y aunque creo que es cierto que ver leer en casa puede hacer que te pique el gusanito, creo que la lectura es como cualquier otra afición; se ama o no, sin saber muy bien porqué.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por pasarte por aquí y comentar, Amaj! Si eres lectora compulsiva, desde luego este es un buen lugar para ti.

      Eliminar
  10. Estoy completamente de acuerdo con lo que cuentas en este artícuo. Por eso mismo siempre llevo un libro conmigo que saco en cualquier ocasión. De hecho, a veces, cuando he quedado con alguien, encuentro delicioso que llegue tarde. Siento que me está regalando unos minutos para dedicarlos a la lectura.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Alberto. Está claro que, si uno quiere, siempre puede sacar tiempo para leer.

      Eliminar
  11. Me he reído bastante con la primera parte, la verdad! Bien dicho, Elena! Sin embargo, te diré que yo me bajo un libro también al buffet de los hoteles. Y desayuno, como y ceno leyendo, a no ser que tenga una película apetecible en la tele, en cuyo caso mientras la veo aprovecho para planchar, coser o hacer algo manual, para no sentir que pierdo el tiempo. Se hacer un montón de cosas leyendo, desde pelar patatas a limpiar metales. Noto la mirada de envidia en las colas, cuando todo el mundo está hocicando con ojos bovinos sobre su móvil o cambiando de pie, contemplando el tendido y resoplando y yo saco mi libro apasionante y me voy con la mente a otro lugar y otro tiempo,bien lejos. A veces leo por la calle, como los jesuitas en los claustros. Leer es como vivir muchas vidas, pensar con muchas mentes, tener muchas almas. No me explico cómo los no lectores aguantan su tediosa vida de monos ( en sentido griego y no griego)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo de pelar patatas leyendo no lo he probado, pero me parece una excelente idea. Yo, para no sentir que pierdo el tiempo con este tipo de tareas, últimamente me pongo algún podcast de un tema que me interese. Y leer por la calle me parece mucho más sensato que ir mirando el móvil, como hace todo el mundo ahora. Definitivamente, la vida sin lectura no valdría la pena.

      Eliminar
  12. Son unas palabras con las que un lector compulsivo se puede sentir plenamente identificado.
    Yo soy una lectora compulsiva, que puedo pasar 24 horas seguidas leyendo y olvidarme hasta de comer. Cualquier hora y espacio es bueno para leer, cuando tenía clases presenciales en la universidad aprovechaba al máximo el tiempo en el bus, la hora del almuerzo, hasta en el cambio de salones.
    Con honestidad, me hiciste sentir comprendida en este escrito que publicaste, porque la mayoría me miran como bicho raro cuando me preguntan cuántos libros he leído en el mes (sin contar los de la universidad) y yo respondo que 15.
    La verdad es que no puedo concebir un día de mi vida sin leer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenida al club de los lectores compulsivos, desconocida. Tal vez somos raros, pero somos más de lo que parece. Y si no es así, tanto nos da, porque estaremos leyendo. ¡Gracias por comentar!

      Eliminar
  13. he sido profesora de lengua española y Literatura durante 35 años de mi vida. Mi vida laboral. En el colegio ya me enseñaron a leer mucho y en los veranos de vacaciones leíamos en familia novelas agradables. La lectura era parte de la vida familiar.
    Hoy día no forma parte la lectura ni de los planes de estudio. Todo son resúmenes y se buscan y se copian de los ordenadores. Hablo de la mayoria. Siempre hay minorias ilustradas, cada vez mas escases.
    No digo nada de las CCAA con dos lenguas cooficiales que les enseñan a leer a los niños de habla española en catalán, en vasco o en gallego.
    La decodificacion de esos simbolos ya supone un esfuerzo. Imaginen si les cambian la lengua a los niños/as de 6 años que comienzan a leer en una lengua que no es su lengua materna.
    No solo sufren un retraso cognitivo, sino que no les gusta leer. No llegan a comprender bien el otro código lingüístico porque en el hogar emplean es idioma español. El idioma del Colegio es otra cosa.
    Aunque es una cuestiónmeramente política, de política escolar, tiene consecuencias importantes para la vida posterior y no veo en los periódicos , ni apenas en los debates de cualquier tipo este problema de la lectura en lengua materna cuando supone en verdadero problema , y muy serio, que repercutirá en la vida de al manos mas de la mitad de los niños/as de las CCAA con dos lenguas cooficiales.
    ¿Como hacerles entender a semejantes políticos obtusos que cada niño/a aprenda a leer en su lengua nativa y -una vez fijada bien esa lectura- se pueda pasar a la lectura en la otra lengua ?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que planteas, me parece, forma parte de un debate distinto. Sin duda dispondrás de estudios y estadísticas que avalen la importancia del aprendizaje lector en la lengua materna. Sin embargo, en las comunidades bilingües (y esto lo sé por experiencia), es frecuente que dentro de una familia se empleen indistintamente ambas lenguas. Los niños manejan con igual fluidez ambas. En fin, un asunto complejo y con mucha casuística distinta.
      Diría, asimismo, que una cosa es aprender a leer (o sea, a descifrar textos y comprender lo que estos dicen) y otra cosa es fomentar la lectura. La práctica totalidad de los adultos es capaz de leer un texto, pero sólo un porcentaje de ellos lee por gusto.

      Eliminar