John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

sábado, 1 de junio de 2019

JARDINES DE NOVELA



Hay un momento de la primavera en que, incluso en la ciudad, la primavera parece ganarle la partida al asfalto. Hasta para los urbanitas que vivimos rodeados de cemento y tubos de escape, mayo es un mes con aroma a rosas y a tilos en flor. Un mes iluminado por el verde lujuriante de los árboles que estrenan follaje y del césped recién renovado. Este instante de gloria -¡ay!- dura muy poco. En cuanto se instala el calor, las flores se marchitan, la hierba queda agostada y las hojas de los plátanos amarillean, sedientas, y caen, en un polvoriento anticipo del otoño.
Está comprobado que el contacto con la naturaleza, los jardines y parques, es beneficioso, no sólo para el cuerpo, sino también para el alma. En palabras de Oliver Sacks: "No puedo precisar cómo ejerce la naturaleza sus efectos calmantes y organizativos sobre nuestro cerebro, pero he podido ver en mis pacientes los poderes restauradores y curativos de la naturaleza y de los jardines, incluso sobre lo que padecían trastornos neurológicos profundos. En muchos casos, los jardines y la naturaleza son más poderosos que cualquier medicación".
Lamentablemente, salvo por algunas fugaces impresiones de verdor, los ciudadanos encerrados en nuestros bloques de piedra y ladrillo hemos de conformarnos con sucedáneos del jardín: documentales, láminas botánicas, libros... 


En cierto modo, tengo la impresión de que los jardines literarios son más frondosos, más fragantes y gratamente sombreados que los reales. Claro que, no siendo la feliz poseedora de un jardín de verdad, carezco de autoridad para determinarlo. Pero siglos de tradición literaria me respaldan: el locus amoenus de los clásicos forma parte de ese jardín ideal, lugar propicio para el descanso y el goce de los sentidos. Gonzalo de Berceo se regocija de que
La verdura del prado, la olor de las flores,
las sombras de los árbores de temprados savores,
resfrescáronme todo
lo mismo que Garcilaso, que nos regala unos versos en los que el discurrir del agua y el trino de los pájaros casi traspasan la página
Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
 Aunque la tradición también dicta que estos excelsos placeres que nos brinda la naturaleza sean raros, y pronto se disipen. Todo edén tiene su serpiente y al sol y los cánticos de las aves les sucederá, inevitablemente, el gélido invierno. Igualmente seductor es el hechizo de los jardines en la novela. Me vienen a la mente dos jardines novelescos en especial: el de Vana respuesta, de Rosamond Lehmann y El jardín secreto de Frances Hodgson Burnett. Supongo que el asociarlos deriva de que ambos son jardines ocultos, donde no parecen regir las leyes del mundo exterior, y de que para las protagonistas de estas dos novelas -dos jóvenes, tampoco es casualidad que se trate en cierto modo de novelas de formación- son un territorio casi mágico del que, cada cual a su manera, saldrán transformadas. 


Pero, mientras que la novela de Hodgson Burnett alcanzó una gran popularidad y hoy se considera un clásico para todos los públicos, la de Rosamond Lehmann, publicada en 1927, fue tachada de influencia corruptora para la juventud. Leída hoy, su contenido "escandaloso" suena francamente leve, tal vez incluso trasnochado, pero sigue rezumando la melancolía de los amores imposibles. Para los fans de Expiación -entre los que me cuento- resultará evidente la concomitancia entre la atmósfera de esta obra y la de McEwan, sin duda deliberada por parte del autor inglés, quien la menciona específicamente en la ficticia carta de rechazo que recibe Briony para su relato "Dos figuras en una fuente" (en la versión española, figura el título inglés de esta novela, Dusty Answer). 



En cuanto a El jardín secreto, si no la han leído, no dejen de hacerlo; como tantas otras obras, la etiqueta de "novela para jóvenes" no le hace justicia (una vez más, insisto en que los libros denominados "para niños" no son solo para niños: la buena literatura es para todas las edades). Es deliciosa. 
Gracias a estos y otros artificios librescos, incluso desde esa butaca que mira a un triste bloque de pisos es posible pasear por los jardines de novela, oler las flores y escuchar el canto de los pájaros.



15 comentarios:

  1. Pues agradezco la sugerencia informativa, pues ni de uno ni de otro había escuchado mención. Por cierto he visto que en Errata naturae hay lubros interesantes. Y que ha editado uno de Yoshida el monje. Puede que sea la misma obra que tengo yo en otra edición, solo que en Errata lo citan como "Pensamientos al vuelo" y mi ejemplar se titula "Ocurrencias de un ocioso" (Tsurezuregusa), en Hiperión, edición de bastantes años ha. Saludo.

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    1. Sí, a mí también me parece muy interesante el catálogo de Errata naturae, aunque no conozco el libro de Yoshido que mencionas.

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  2. Olvidaba comentar de este libro que no tiene nada que ver con novelas modernas, por supuesto, pero tiene una riqueza de reflexiones que yo estimo mucho.

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  3. Leí El jardín secreto hace poco, después de años en mi lista de pendientes. Me pareció una maravilla. Me apunto Vana respuesta.

    Los libros en los que salen jardines, bosques, y el autor consigue transmitir que estás ahí, son un descanso aunque esa naturaleza te quede lejos.

    Un abrazo.

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    1. Me temo que mucha gente no lee El jardín secreto porque piensa que es una historia cursi para niños, cuando es todo lo contrario.
      Creo que te gustarán las descripciones de Vana respuesta, de esas que te hacen sentir que están allí.

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  4. " El jardín secreto" es una joya. Libro maravilloso como tantos adjudicados a la infancia y la adolescencia que merecen relectura en la edad adulta donde se disfrutan aún más. De " Vana respuesta" no tenía noticia, pero si aunque sea lejanamente está relacionado con " Expiación" me haré con él. Por cierto, también he conseguido un jardín en el sur, que ya tenía tres de las cosas que deseaba para él: un galán de noche arborescente, un jazmín ( tiene dos) y una campana en la puerta. Está lleno de flores en invierno y en verano, pues posee un microclima perfecto. Es pequeñito: sólo tiene dos árboles además de los del seto de altos cipreses sin despuntar. Hay otro muro muy alto,de hiedra, que tapa el sol del poniente, y dos pérgolas cubiertas por una misma bignonia con miles( sin exagerar) de flores. Cuando enfermo, voy hasta allí y me curo al momento. Cierto que la naturaleza es sanadora. Oir salir y entrar a la mirla que anida en el jazmín me llena de una alegría absurda pero efectiva. Tengo un pájaro de barro que imita el canto de los pájaros y he aprendido a hablar con ellos. También se ponen como locos con el piano.
    Este jardincito a un km del mar me consuela de todos los jardines perdidos a lo largo de mi vida de forma traumatica,que fueron tres. Sin embargo, más que serpientes te diré que el verdadero peligro del jardín es el maldito pulgón.

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    1. ¡Bienvenido de vuelta, Blanca! Ese jardín con las pérgolas y los jazmines parece un paraíso. La alegría que inspiran los cantos de los pájaros se siente incluso en la ciudad, donde de repente pasando por una calle tranquila puedes oírlos.
      Y estoy totalmente de acuerdo contigo en que los (buenos) libros para niños hay que leerlos o releerlos en la edad adulta para disfrutarlos aún más. Yo acabo de darme una panada de leer a E. Nesbit ha sido maravilloso.

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    3. De hecho, mi novela favorita es Kim. Incluso la prologué, tomándome unos trabajos enormes ( a tal señor, tal honor). Tardé seis meses en escribir nueve folios, y la recompensa fue estar a cuatro centímetros en la portada. Aún no me lo creo. Por cierto, voy a recomendarle tu blog al editor, a ver si se anima a publicar alguna de tus recomendaciones. Y ahora me voy a seguir leyéndolo, porque la verdad es que es apasionante.

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    4. Leí Kim en mi juventud y, sí, guardo de ella un recuerdo fabuloso. Después, he releído algún fragmento, pero creo que debería plantearme una relectura completa, que sin duda valdrá mucho la pena. Prologar un libro así debe de ser una gran responsabilidad, pero también un inmenso placer. Hablando de Kipling, hace poco estuve leyendo un libro autobiográfico de Angela Thirkell (sobrina de Kipling), donde cuenta sus recuerdos de cuando él era su vecino en Inglaterra y les explicaba historias. ¿Te imaginas una infancia llena de historias de Kipling?

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  7. Me encanta relacionar literatura y jardín...¿No era Cicerón quién decía que la felicidad era cuidar de un jardín y disfrutar de una biblioteca? Pero aunque no lo hubiera dicho él, ni nadie...o incluso lo hubiese dicho una "anónima" antes que él, estoy convencida, que parte de la felicidad se encuentra entre los libros y los seres vivos.
    Libros que relacionan la literatura y la jardinería, o el medio ambiente...son los que más me llaman la atención últimamente. Añadiendo a quienes exploran nuevos mundos.
    Por su puesto "El Jardín Secreto "es maravilloso y es para todas las edades. Estoy escribiendo algo para una revista de mi pueblo y he recordado, la relación de mi abuela con el libro,...lo leyó con más de sesenta años...y quedó prendada con la historia.
    A Rosamond Lehmann no la conozco, aunque sí he tenido ese libro en mis manos...
    "Expiación" no fue uno de mis libros favoritos, aunque reconozco que es una buena historia....
    Un abrazo y felices lecturas.

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    1. Pues sí, María, era Cicerón el de la biblioteca y el jardín. Es verdad que la naturaleza nos depara tanta felicidad como los libros. Y si, encima, son libros que tratan sobre la naturaleza... todavía más.
      ¡Gracias por tu comentario!

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  8. Muchas gracias por las recomendaciones literarias, aunque por una vez no estoy muy de acuerdo con tu opinión. Hay algo en ese pasear entre los árboles que no se puede traspasar a un libro.
    Es un placer leerte.
    Alberto Mrteh (El zoco del escriba)

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