Hay libros que son un bien preciado y otros que son prescindibles, para pasar el rato como mucho. Mientras que los primeros se guardan celosamente, de los segundos es muy fácil prescindir. Tanto, que muchos acaban olvidados, o abandonados, en alguna habitación de hotel. Voluntario o involuntario, el abandono de libros es al parecer algo muy frecuente. Tanto, que la cadena de hoteles británica Travelodge se dedica desde hace un tiempo a llevar un recuento de los que abandonan sus huéspedes y publica anualmente unas curiosas estadísticas al respecto (nada como los británicos para este tipo de cosas). Vaya por delante que las cifras son importantes: más de 7.000 volúmenes recogen al año entre sus 400 establecimientos hoteleros. Suficiente para llenar más de una biblioteca. En cuanto a cantidad, el ganador de este año fue un hotel de Leeds en el que se encontró una maleta entera de novelitas románticas. Pero, como no podía ser de otra manera, el plato fuerte de estas estadísticas es el ranking: los libros más abandonados del año. El de 2010 lo encabeza la -sin duda- poco apasionante biografía de Simon Cowell, presentador de un popular programa de televisión. Curiosamente, en años anteriores también fueron biografías las que se llevaron el título de "libros más abandonados". Este tipo de libros escritos a medida para aprovechar la fama de un actor o político suelen ser tan efímeros -y tan huecos- como la mayoría de sus protagonistas. Otros abandonos pueden deberse al deseo de no acarrear peso en la maleta, una vez leída la novela en cuestión, porque las tres entregas de la trilogía de Stieg Larsson figuran en el palmarés. Más preocupante resulta que -aunque sea en los últimos lugares del top ten- aparezca una novela de categoría literaria y de muy pocas páginas, como En Chesil Beach de Ian McEwan.
Y el detalle gracioso: en una misma habitación de un hotel de Southampton encontraron un ejemplar del Kama Sutra para torpes y un libro de autoayuda titulado How To Be a Gentleman in Seven Days. Imposible saber si su dueño consiguió sus objetivos y por eso los descartó, o simplemente los abandonó por desespero ante la magnitud de la tarea que tenía por delante.
Oh..que curioso. Yo nunca me he dejado un libro en un hotel..pero es que casi siempre llevo libros que me entusiasman. Desde luego jamás hubiera dejado Chesil Beach.
ResponderEliminarTe leo desde hace tiempo pero hoy es mi primer comentario.
Saludos.
Encantada de que pases por aquí, Moli. Yo soy adicta a tu blog, así que sequiremos viéndonos (virtualmente).
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada. Yo tampoco me he dejado un libro nunca en un hotel.
ResponderEliminar¿Biografía de Simon Cowell? ¿en serio? Ufff.
Pues me uno al resto, nunca me he olvidado un libro en un hotel y siempre llevo. Aprecio tanto los libros que, ni de los que no me gustan, me puedo desprender.
ResponderEliminarSaludos.
Cuando leí las cifras, me dio por pensar que a lo mejor eso de dejarse libros en los hoteles era una costumbre inglesa, porque yo no conozco a muchos que la practiquen. Pero haciendo cuatro números me doy cuenta de que sale a unos 17,5 libros por hotel y año. Nunca me he dejado un libro que estuviera leyendo, pero confieso que en una o dos ocasiones he dejado atrás alguna birria insufrible que no valía la pena acarrear de nuevo a casa.
ResponderEliminarConfesión: siempre abandono un libro en mis viajes. Y siempre en un taxi, si puede ser. La cosa es que siempre leo ediciones de bolsillo para viajar, para poder doblarlo, llenarlo de arena, para que aguante golpes, etc... Suele ser novela negra. Y no quiero que vuelvan a casa por tonterías mías. Los leo, los asimilo, los abandono.
ResponderEliminarEl último fue "1280 almas" de Jim Thomson.
Bueno, que yo sepa no hay estadísticas de libros abandonados en taxis. Aunque seguro que en algún almacén de Objetos perdidos de las ciudades que has visitado están todos esos libros que has ido dejando. Eso, o has conseguido que los taxistas se aficionen a la lectura :).
ResponderEliminar"El almacén de las novelas pulp abandonadas". Me convierto pues en el prescriptor invisible del mundo del taxi. Bien, está bien.
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