Como todo escritor sabe, no hay nada inocente en el nombre de un personaje. Uno puede inventar una figura de ficción llena de atractivo, aventurera, fascinante, pero si no es capaz de dar con el nombre adecuado para su criatura, corre el peligro de que no tenga el aura necesaria para convencer al lector. ¿Se imaginan qué hubiese pasado si el personaje de Ian Fleming se hubiese llamado Matthew Pumpernickel, por ejemplo? Por suerte, Fleming, gran aficionado a la ornitología (también los escritores tienen sus pasatiempos, no todo ha de ser escribir y escribir), no tuvo que ir muy lejos para dar con ese nombre. Le bastó con mirar la cubierta del extenso y utilísimo Birds of the West Indies, escrito por el ornitólogo James Bond. Seguramente, cuando bautizó a su personaje, Fleming no tenía ni idea de que el James Bond de ficción llegaría a ser mucho más famoso que el auténtico. (Uno se pregunta qué tal lo llevaría el ornitólogo en cuestión, claro.)
Un libro que se ha hecho famoso por motivos no relacionados con su contenido |
Y es que lo de poner nombres a los personajes tiene su complicación. ¿Hay reglas para nombrar? ¿Hay nombres más adecuados para unos géneros que para otros? A este misterioso arte ha dedicado todo un volumen Alastair Fowler. No lo he leído -mi interés por los nombres en la literatura inglesa tiene un límite-, pero sí me he divertido bastante con la amplia reseña que le dedica la London Review of Books. He aprendido así que hay autores que prefieren que los nombres de sus personajes suenen lo más neutros posible (Henry James, por ejemplo), pero que incluso estos caen a veces en la tentación de darles algún significado. Así, mientras Jane Austen suele inclinarse por nombres anodinos como Elizabeth Bennett o Fanny Price, no pudo evitar darle a uno de sus personajes el nombre de Knightley. Puesto que "knight" es "caballero" en inglés, está claro que iba a hacer honor a él. Curiosamente, Emma no se percata de ello hasta bien entrada la novela.
Sepan que todo está estudiado y que, como en tantas otras cosas, también los griegos fueron los pioneras en ocuparse de los nombres. Los nombres que dan pistas sobre el carácter del personaje se denominan "cratílicos" porque ya Platón en el Crátilo dijo que existe una relación intrínseca entre el nombre y la naturaleza de lo nombrado. También se llama "determinismo nominativo" a la tendencia a anticipar a través del nombre lo que va a hacer el personaje. Por ejemplo, cuando la Lisístrata de Aristófanes salía a escena, los griegos que se encontraban en el teatro ya se olían que esta señora tenía intenciones pacifistas, porque Lisístrata en griego quiere decir "la que disuelve el ejército". Sin remontarnos tan lejos, cuando Galdós le da a un personaje el nombre de Máximo Manso, no resulta extraño que éste resulte un ejemplo de rectitud y tolerancia. Y no hay que ser adivino para anticipar que Sancho Panza será alguien más preocupado por llenar el estómago que por deshacer entuertos.
Hay que reconocer que, una vez que somos conscientes de la importancia de los nombres, uno empieza a ver significados y conexiones por todas partes. Los nombres importan, y participan de las cualidades literarias del texto: significado, sugerencia, referencias extraliterarias...
Por más que Shakespeare le haga decir a Julieta:
What's in a name? that which we call a rose
By any other name would smell as sweet,
By any other name would smell as sweet,
en los nombres hay mucho más de lo que parece.
¡Qué bueno! ¡Y qué divertido!
ResponderEliminarSí, hay que pensar bien los nombres...
Dice el Libro, que Quijada o Quesada (pues no se sabe su verdadero nombre a ciencia cierta) pasó ¡cuatro días! pensando un nombre para su rocín, y siendo rocín, lo llamó 'Rocinante', un "nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo". El suyo propio tardó en definirse ¡ocho días...!
Pues sí, "Rocinante" es un buen nombre para ese caballo,Cervantes siempre tiene esos golpes de humor. El Quijote es un libro realmente divertido. No sé por qué todo el mundo se empeña en hacer ver que es una obra seria.
EliminarInteresantísimo, Elena. Además el libro parece que también habla de como eligen sus pseudónimos ciertos escritores, lo cual ha sido una cosa que siempre me ha llamado la atención. Es cierto que los nombres de Henry James son muy indiferentes, hace tiempo que me di cuenta de que a pesar de hasber leido mucho James no era capaz de recordar los nombres de los personajes de sus novelas (para mi recordar nombres de personajes o lugares como casaso haciendas de las novelas ha sido muy divertido).
ResponderEliminarEn cambio, a ver quien se olvida nuestro querido Ignatius J Reilly.
Confieso tener más de una cuenta de email con el nombre de mis personajes favoritos. Y que con otro como Ignatius lo he intentado, pero se me habían adelantado.
Saludos.
Pues sí, lo de la elección de seudónimos promete bastante. Me parece muy gracioso lo que dice la reseña sobre los nombres de los personajes de James: ¿qué se puede esperar de alguien que lleva un nombre que no se sabe si es nombre o apellido?
EliminarMenos mal que no tuvo un padre cachondo que le pusiera de nombre propio también James
EliminarDe estos los hay muy buenos, involuntarios, como William Carlos Williams, o voluntarios, como Ford Madox Ford.
EliminarEstá muy bien, pero yo conozco un señor que se llama Benigno, y, la verdad que le quedaba mejor Maligno.
ResponderEliminarbuena tarde
Marcelo, es que a veces los que ponen los nombres yerran en cuanto a la naturaleza de lo nombrado. No sé si lo dijo Platón, pero hubiera debido.
EliminarSé que me acabaría leyendo ese libro si lo tuviera a mano. Qué le vamos a hacer...
ResponderEliminarNormalmente me he dado cuenta de esto con los nombres más llamativos, más curiosos. Ahora me vienen a la cabeza los nombres del protagonista de The British Museum is Falling Down que iban por orden alfabético, o algunos de Dickens (mi propio pseudónimo blogero por ejemplo) pero no había caído en lo de Henry James.
Y de lejos, me quedo con el James Bond ornitólogo, donde vamos a parar.
A pesar de lo que digo en la entrada, estoy segura de que yo también lo leería si lo tuviese a mano...
Eliminar