John F. Peto

John F. Peto
Cuadro de John F. Peto (detalle)

domingo, 7 de abril de 2013

EL LIBRO Y SUS ARTÍFICES (II): LA TRADUCTORA

La segunda entrega en esta serie de entrevistas que pretenden acercar al lector común a la labor, a menudo tan poco y mal reconocida, de los profesionales que hacen posible la existencia de un libro está dedicada al oficio de la traducción. Si el lenguaje es la herramienta fundamental de la literatura, también puede ser su mayor obstáculo. Sin los profesionales de la traducción, ¡miles de tesoros literarios nos estarían vedados!

Rosa Sala Rose es licenciada en filología alemana y doctora en Filología Románica por la Universidad de Barcelona. Combina su trabajo como ensayista, faceta desde la que se ha dedicado a profundizar en la historia reciente de Alemania, con su actividad como traductora literaria. Se inició en la traducción y edición de clásicos en 1999 con su versión comentada de la autobiografía de Goethe Poesía y verdad (Alba Editorial), seguida de numerosas ediciones de clásicos alemanes. Destacan las ediciones anotadas de La voluntad de ser feliz y otros relatos de Thomas Mann (Alba Editorial, 2000), en poesía El hombre de cincuenta años y la Elegía de Marienbad de Goethe (Alba Editorial, 2002), Mozart de camino a Praga de Eduard Mörike (Galaxia Gutenberg, 2006) y, sobre todo, las monumentales Conversaciones con Goethe de J. P. Eckermann (Acantilado, 2006). Además de escritora, bloguera y conferenciante, Sala Rose también es colaboradora ocasional de diversos medios de comunicación, en los que trata sobre todo de aspectos relacionados con el universo germánico. También mantiene una presencia muy activa en las redes sociales.

¿De dónde viene tu vinculación con el mundo de la traducción? ¿Es algo que siempre quisiste hacer?
A los veinte años fundé una pequeña agencia de traducciones técnicas y comerciales que me permitía sufragar mis estudios en horario nocturno en la Facultad de Filología. Eran traducciones bastante bien pagadas, pero el contraste entre esos textos tan áridos y la maravillosa literatura con la que me encontraba en mis horas de estudio acabó siendo doloroso. De un modo bastante natural, con el tiempo decidí cobrar mucho menos pero traducir cosas más acordes a mi modo de sentir.


Viendo tu historial como traductora, es evidente que no traduces cualquier cosa. ¿Qué es lo que determina tu elección de un texto?
No creas: Aunque no lo pongo en mi currículum, me inicié en la traducción literaria traduciendo novelas de baratillo del inglés para Plaza & Janés. Y aunque eso me parecía un ejercicio más satisfactorio que traducir manuales de instrucciones para microondas, pronto llegué a la conclusión de que, puestos a cobrar poco, era mejor hacerlo con obras que realmente me enriquecieran. Fue así como le propuse a la editorial Alba la traducción de Poesía y verdad, la monumental autobiografía de Goethe. Hasta cierto punto fue una casualidad. Aproveché la circunstancia de que ya había traducido un largo pasaje que necesitaba citar en mi tesis doctoral, en la que estaba trabajando por entonces, de modo que ya disponía de un buen material que podía presentarle a la editorial como credencial. Para mi sorpresa, funcionó. Desde entonces Goethe nunca ha dejado de acompañarme. Pronto le siguió Thomas Mann, a quien al fin y al cabo podríamos definir como una prolongación de Goethe en los siglos XIX y XX. (Al propio Mann le gustaba verse así). Y así, hasta hoy...



Has traducido a algunos de los grandes autores en lengua alemana y muchas de tus traducciones son además ediciones críticas. ¿Cuál dirías que es tu principal preocupación a la hora de traducir? ¿Qué autor te ha causado más complicaciones como traductora?
Confieso que me encanta anotar textos. La nota crítica es un pequeño género literario al que se le hace muy poco caso, pero que presenta muchos desafíos. Hay que pensar cuándo conviene realmente ponerla y en qué ocasiones no pasa de aditivo molesto, cómo formularla para que sea sintética y útil, qué notas necesita el lector de cultura hispana que serían innecesarias para un lector alemán… Es una especie de conversación con el texto que me entusiasma. Más incluso que la traducción propiamente dicha, lo confieso. En cuanto a esta última, la prosa de Goethe es tan diáfana que su versión al castellano no me ha presentado grandes problemas. Thomas Mann, con sus frases alambicadas y largas, ya resulta más difícil. Pero para mí el peor de todos ha sido Wagner. Acabo de entregar el manuscrito de mi traducción anotada de un texto polémico y feo, tanto en lo ético como en lo estético: su panfleto El judaísmo en la música. Wagner es un gran músico al que le gustaba dárselas también de intelectual. En esa faceta adopta, acaso por inseguridad, el vicio principal de todo mal ensayista: expresar una idea simplona de forma complicada. Eso es terrible para un traductor.


La traducción tiene mucho de creación, pero el traductor también tiene que lograr que el lector olvide que entre el texto original y él media otra voz, la del traductor. ¿Cómo te enfrentas a este reto?


No reflexionando demasiado sobre él. Una idea que me ayuda mucho es preguntarme: “Si Goethe hubiera dominado el castellano, ¿cómo habría expresado esta idea?”. Una vez resuelta esta cuestión, se trata tanto de evitar arcaísmos lingüísticos que alejen artificialmente un texto en el tiempo como las expresiones excesivamente modernas. Pienso que lo ideal para un clásico es que el texto suene atemporal. No siempre se consigue.


El traductor debe adaptar su propio estilo al del autor que traduce. ¿Ocurre también a la inversa? En tu caso, que también eres escritora, ¿crees que ha quedado algo de los autores que has traducido en tu estilo?


Es una buena pregunta. Yo no soy consciente de ello, pero otros me han dicho que sí, que en mi estilo se perciben ecos de la prosa de Mann y de Goethe (¡espero que no de Wagner!). Cuando se pasan muchas horas traduciendo a alguien, se acaba adoptando involuntariamente su estilo incluso para pensar. Es un mimetismo inevitable, pero creo que en gran medida pasajero.


Desde el punto de vista práctico, la traducción puede ser una tarea bastante solitaria, a veces obsesiva. Cuando traduces, ¿te dedicas en exclusiva al texto que tienes entre manos o lo compaginas con otras actividades?

Me encantaría poder compaginarlo con otras actividades, pero nunca lo consigo: Siempre se me caen los plazos encima, de modo que acabo pasando meses agotadores sin hacer absolutamente nada más. Pero me temo que la culpa de ello no la tiene el oficio, sino mi naturaleza.


Una de las principales injusticias que se cometen con el traductor es su invisibilidad. ¿Cómo lo llevas tú?

Quizá he tenido mucha suerte en este sentido: nunca me he sentido invisible en esta actividad. De hecho, muchos me conocen más por mi faceta de traductora que por la de ensayista. Creo que si un traductor ha adquirido cierto prestigio, la editorial que lo contrate será la primera interesada en hacer destacar su nombre. Aunque es posible que quienes traducimos del alemán tengamos una situación de partida más beneficiosa que quienes traducen del francés o del inglés, por ejemplo. Por un lado, somos menos. Por otro, nos prestigia esa opinión generalizada de que el alemán es una lengua muy difícil.


Además de traductora, eres una prestigiosa ensayista. ¿Cuál es tu último proyecto en este campo?

Todavía no puedo decirlo, pero está previsto que salga en septiembre. Es un ensayo que tratará de las implicaciones de ciertos sectores de la intelectualidad española en las dimensiones más sombrías del Tercer Reich. Invito a quienes deseen saber más a que me sigan en mi página de Facebook o se suscriban a mi lista de correo: ellos serán los primeros en conocer los detalles.
 
***

Aunque aquí nos hemos centrado en la faceta de traductora de Rosa Sala, nadie debería dejar de leer sus interesantísimos ensayos. Resulta imprescindible para cualquier aficionado a la historia del siglo XX conocer su Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo (Acantilado, 2003) o, en un tono más ligero aunque igualmente aleccionador, Lili Marleen, canción de amor de y de muerte (Globalrythm, 2008). Échenle un vistazo al vídeo y seguro que les fascina.



Tampoco hay que perderse su inmensamente entretenida (pero no por ello menos erudita) historia de la literatura alemana: El misterioso caso alemán. Un intento de comprender Alemania a través de sus letras (Alba, 2007). Para aprender muchísimo a la vez que uno se divierte.


6 comentarios:

  1. Más que interesante entrevista a una gran representante de una actividad que es una de mis obsesiones con respecto a la literatura: la traducción.

    La edición de Rosa Sala de "Conversaciones con Goethe" en Acantilado es absolutamente canónica.

    Enhorabuena.

    Un abrazo.

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  2. Curioso que precisamente estos días le diera vueltas a una posible entrada sobre los "olvidados" , los traductores. Un aspecto fundamental que debería cuidarse más -siempre cito el caso del monje dominico que convirtieron en dominicano.


    Gracias por la entrevista que me ha resultado no solo fascinante sino realmente ilustrativa. Me llevo apuntados sus ensayos

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  3. He visto dos veces seguidas el vídeo de tanto que me ha gustado. Una historia agridulce y romántica que deja un nudo en la garganta. Gracias.

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  4. Interesante reportaje. Traducir es siempre interpretar y las notas del traductor pueden arrojar mucha luz sobre su versión del autor original.

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  5. Una gran historiadora que domina a la perfección la escritura, dos cosas que no siempre van juntas. Y además, una persona asequible con quien es posible compartir su trabajo y que es sensible a la voz de todo el mundo.

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  6. Comparto todos los comentarios anteriores. Y voy a compartirlo en mi facebook. ¡Enhorabuena Rosa!

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