Puntos, comas, dos puntos...Tan pequeños y tan importantes. ¡La de quebraderos de cabeza que puede traer un signo de puntuación mal utilizado! Y qué decir de esos textos en que las comas más que colocarse, parece que hayan sido lanzadas a voleo por un sembrador.
La puntuación es, casi más que la ortografía (y eso es decir mucho), una de las grandes olvidadas de la enseñanza primaria. Así nos va luego, que muchos textos administrativos resultan casi ilegibles, a fuerza de lucir puntos y comas en todos los sitios, menos en los que hubiesen debido tenerlos. Y no es porque no existan estupendos manuales para aprender puntuación, sino que mucha gente está convencida de que la puntuación es una cuestión de gusto personal. No lo es, se lo aseguro. Uno de los libros más útiles para solucionar esta carencia es el que publicó hace unos años José Antonio Millán, con el simpático título de Perdón, imposible.
Claro que, como la notación musical, los signos de puntuación han ido evolucionando a medida que lo hacía la reproducción de los textos escritos. No siempre han sido tal como hoy los conocemos ni han tenido las funciones que ahora cumplen. Todo esto lo explica de manera abreviada y muy accesible Keith Houston, autor del blog Shady Characters (otro blog que se ha convertido en libro; digan lo que digan, parece que las redes sociales no logran acabar con la letra impresa). Para los curioso de estos asuntos, tomo de él unas cuantas pinceladas de historia de la puntuación.
De entrada, en el griego arcaico no existían los signos de puntuación. Los textos antiguos se escribían todos seguidos y en un estilo llamado bustrofedon, por su semejanza con el movimiento de los bueyes al arar un campo (comprobarán que la comparación entre el texto escrito y las labores del campo es recurrente): es decir, la primera línea se lee de izquierda a derecha, la segunda de derecha a izquierda y así se van alternando a lo largo de todo el texto. La única ayuda para el lector era el paragraphos, un trazo horizontal en el margen que indicaba que en esa línea había algo digno de ser tenido en cuenta. El lector era quien debía deducir qué. Uno se teme que leer en aquellos tiempos no debía de ser empresa fácil. Claro que era una actividad minoritaria.
A partir del siglo III a. C. se empezaron a introducir los puntos. Así, en plural, porque había tres tipos: bajo, mediano y alto, según indicasen una pausa de mayor o menor duración.
Como podemos ver en esta inscripción procedente de la columna de Trajano, los puntos se empleaban para delimitar el final de cada palabra o las abreviaturas. De ellos, andando el tiempo, derivaron las actuales comas, puntos, puntos y coma y dos puntos. El paragraphos evolucionó por su parte hasta convertirse, en los manuscritos medievales, en el calderón o antígrafo, que marcaba el inicio de un nuevo párrafo, de una nueva idea. Con la llegada de la imprenta, todo se revolucionó y se sistematizó. Los antígrafos, que eran tan bonitos pintados a mano, dejaron de añadirse. El vacío que dejaba su omisión se convirtió así en el punto y aparte que hoy conocemos. Pues en puntuación cuentan los signos que se escriben, pero también lo que no se escribe, los blancos. Esa reliquia de los manuscritos, el antígrafo, reviviría inesperadamente con la llegada del ordenador: ahora es ese simbolito tan mono que representa la función "mostrar todo" en la mayoría de procesadores de texto. Reinar después de morir, podría llamarse eso.
Yo reconozco sentirme muchas veces perdida con los signos de puntuación. Aunque creo tenerlo bastante claro en realidad no es así, pero hace algunos años mi hermano me regaló uno de sus libros: Libro de estilo universitario de Carlos Arroyo y Francisco José Garrido de Acento Editorial.
ResponderEliminarMe pasé parte del fin de semana en su casa consultando este libro y él que es de natural generoso me lo dio junto con unos cuantos más.
Te dejo la definición que dan del punto y como y que se parece mucho a lo que yo siento:
"El punto y coma señala una pausa entre dos períodos que no son plenamente independientes. Es un signo intermedio entre la coma y el punto, de escasa utilización por la inseguridad que produce su ambigua definición".
Un saludo.
Hay quien piensa que el punto y coma debería eliminarse (como Hemingway, por ejemplo). Yo no lo uso mucho, pero hay frases en que es el signo de puntuación perfecto.
EliminarDesde que leí Perdón, imposible que me fijo muchísimo más en la puntuación...Hasta tuve que dejar de leer la autobiografía de Errol Flynn (¡con lo que me interesaba!) porque era prácticamente imposible descifrar el texto de lo mal puntuado que estaba: sembrado, literalmente.
ResponderEliminarImagino que no sería el propio Errol el perpetrador de la siembra de comas. ¡Pero ya podía haberse buscado un negro literario un poco más ducho en puntuación!
EliminarAún recuerdo la polémica que desató García Márquez con su discurso de apertura del primer Congreso Internacional de Lengua Española en el que abogaba por la abolición de la gramática. Yo creo que aquello fue una broma, ¿que sería de nosotros sin los puntos y comas? El sentido de una frase puede cambiar completamente dependiendo de los signos de puntuación.
ResponderEliminarNunca se aclaró si era o no una broma. La raíz de eso creo que estuvo en que realmente García Márquez siempre tuvo problemas con la ortografía...
EliminarEl libro de Perdón(,) imposible parece muy curioso. Me ha hecho recordar una nota que dejé hace poco: "descongelar chuletas cerdo". Me vi en la obligación de señalarle a Manuel que no había coma antes de cerdo, no fuera que la interpretara mal (y descongelara otras chuletas ;)).
ResponderEliminarJa. ja. ja!!! Buenísimo ejemplo de la verdadera utilidad de las comas. Ya veo el titular "Conflicto conyugal provocado por la mala colocación de una coma" :))
EliminarEl problema de la puntuación es general o, como dicen ahora los cursis, transversal. También en Inglaterra hace unos años se publicó Eats, shoots and leaves, que tuvo mucho éxito.
ResponderEliminarMis alumnos son todos profesores, y es desesperante ver no sólo el pésimo nivel que tienen algunos, sino la convicción que tienen de que la puntuación no es en absoluto importante.
Sí, una opinión desgraciadamente muy extendida, incluso entre gente que se supone más o menos culta (concepto que merecería una revisión). "Yo puntúo así", dicen, como el que dice que le gusta la coliflor o que detesta las fresas.
EliminarLa recuperación del calderón ha sido una de las sorpresas agradables de la era del procesamiento de textos. Ahora solo falta que algún programa nos deje también darle la forma de un dragón, una mantícora o algún otro animal del bestiario fantástico, como hacían los miniaturistas medievales. :-)
ResponderEliminar¡Oh, sí, qué bonito sería!
EliminarPues sí que está interesante esta entrada. La verdad, creo que, tal y como dices, la puntuación y la ortografía no son enseñadas como debieran, o tal vez no se les otorga la importancia que merecen. Hoy soy estudiante de la universidad, y me avergüenza reconocer que muchas veces tengo dudas con respecto a la puntuación, dudas que también muestran mis compañeros y que repercuten muy negativamente a la hora de hacer, por ejemplo, un trabajo.
ResponderEliminarEn mi opinión, se debería reforzar este aspecto ya desde la educación primaria; bien es cierto que se enseña, pero deberían realizarse muchas más prácticas. Y me atrevería a decir que éstas tampoco estarían de más incluso en los estudios superiores, porque como también afirmas, la puntuación se encuentra en constante cambio, y más aún en esta llamada "Era digital".
Hola, Sofía, bienvenida al blog. Lo cierto es que no sirve de nada enseñar las reglas de la puntuación o de la ortografía si no se practican. Y se corrigen, además. Es la única manera de interiorizarlas.
EliminarInteresante post.
ResponderEliminarLo comparto en mi perfil de FB.
Un saludo.
Virginia Aguilera
Gracias, Virginia, me alegro de que te guste.
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