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Con tantísimos libros que hay por leer ahí fuera, podría parecer una pérdida de tiempo dedicarse a la relectura. Si se mira desde una óptica puramente mercantilista -el libro como un objeto del que extraigo algo, que me aporta un valor- una sola lectura debería bastar. Sin embargo, nuestra relación con los libros es mucho más compleja, más emocional, más personal. Y si los libros no cambian, nosotros sí. Por eso, el mismo libro leído a los quince años o a los treinta genera una experiencia de lectura completamente distinta. Naturalmente, conocemos ya la historia, no nos sorprendemos si tal personaje muere, o sabemos desde el principio cómo se resolverá determinado misterio. Pero no se emprende la relectura de una obra para devorar la historia que nos narra, sino para contemplarla con otros ojos, los de nuestro yo actual. O bien para intentar recuperar, a través de la repetición de la experiencia, algo de la persona que fuimos.
Por muchos libros que se amontonen en mi pila de "pendientes", hay momentos -por regla general momentos de aflicción, de hastío, esos días en que nada parece tener sabor ni olor- en que lo único que me satisface es volver a algún viejo libro ya leído. Inexplicablemente -pero en circunstancias así no hay explicación racional que valga-, en casos así mi radar libresco no suele llevarme a los grandes clásicos, sino a novelas de género -románticas, policiacas-, o a viejos favoritos, lo que sea, pero han de ser, ante todo, lecturas que en su momento resultaron satisfactorias. En todos los sentidos, el equivalente literario de una tarrina de helado de chocolate.
Anne Fadiman -los que me siguen conocen bien mi compenetración con esta señora- es la editora de una selección de artículos -Rereadings- dedicada precisamente a estas relecturas, una recopilación en la que diecisiete autores revisitan libros que en su momento les causaron impresión. En su prólogo, ella explica muy bien esta necesidad de volver a los libros que nos gustaron.
"Si un libro que leíste de joven es un amante, ese mismo libro, releído más tarde, es un amigo: 'el mejor amigo', como escribió el artista victoriano William James Linton, 'al que no alejarás de ti ni se sentirá ofendido/no importa cuánto lo hayas olvidado, pero que regresará cuando le llames/con la antigua amistad'. Esto puede parecer una degradación, pero después de todo cuando necesitas consuelo sueles volverte hacia los viejos amigos, no hacia los viejos amantes. El cansancio, la pena y la enfermedad piden familiaridad, no innovación. Cuando estás en cama con gripe, no te dices "Vaya, nunca antes he probado la comida afgana. ¡Voy a pedir comida para llevar, y que sea bien especiada!" Lo que deseas es un buen caldo de pollo. Del mismo modo, lo más probable es que se te antoje un libro que conoces bien, quizás uno algo infantil que te permita una reconfortante regresión."Una sensación que también describe perfectamente una de las contribuyentes a esta antología, Allegra Goodman, cuando relata la siguiente anécdota sobre una de sus relecturas de Orgullo y prejuicio:
"Acababa de volver del funeral de mi madre. Tenía veintinueve años y nunca me había sentido tan vieja. Mi madre había muerto de cáncer cerebral con cincuenta y un años recién cumplidos. [...] La lluvia cayó torrencial esa primera noche y siguió cayendo al día siguiente. Hacía demasiado malo para sacar al bebé de paseo, de modo que jugaba en el suelo mientas yo escuchaba la lluvia. Repiqueteaba en la claraboya de la escalera y tamborileaba sobre el tejado, y comencé a releer Orgullo y prejuicio. Lo leí lentamente y de manera acrítica, echada en nuestro nuevo sofá azul en nuestra nueva y escasamente amueblada casa de la ciudad. Lo leí porque a mi madre le había encantado Jane Austen y porque releerlo como consuelo era algo que ella hubiera hecho. Lo leí porque mi madre era como Jane Austen en su ingenio, su amor por la ironía y su concisión. Mi madre era lista como Austen, y ocurrente; florecía en las situaciones profesionales complicadas. Y, como Austen, mi madre murió joven sin terminar su trabajo."Me ha hecho pensar en mi madre, y en su pasión por los libros. Nada nos consuela de ciertas pérdidas. Pero si algo puede mitigarlas, sin duda es un buen libro.
El enlace "rereadings" no lleva a ningún sitio
ResponderEliminarArreglado. Gracias por el aviso.
EliminarHe llegado a tu blog a través de La fraternidad de Babel.Me parece muy interesante y entro de de vez en cuando,incluso sigo algunas de tus recomendaciones lectoras.
ResponderEliminarLa de hoy me ha gustado especialmente porque yo me estoy convirtiendo en una gran relectora y no lo había visto bajo el prisma emocional.Ahora sí me doy cuenta. En momentos de malestar físico que ye obligan a estar en la cama o en el sofá la relectura se presenta como lo seguro y consolador. Un solo ejemplo,de los muchos que podría poner: yo vuelvo cada X tiempo a una novelita de Carmen Martín Gaite, El cuarto de atrás. Su tono coloquial y cotidiano,como una madre o abuela que te va contando sus recuerdos de un tiempo que ya pasó pero que ahí está todavía....es como un alivio,como si Carmen se pusiera sentada en la cama a mi lado para distraerme y hacerme olvidar lo malo.
En fin,que solo quería darte las gracias por tu blog y saludarte.
Desde Santander.....Aurora Boreal
Muchas gracias por pasarte por aquí y por comentar, Aurora. A mí también me gusta mucho ese tono cotidiano de Carmen Martín Gaite. Otro libro suyo que me gustó fue "Nubosidad variable". Una relectura a tener en cuenta en los malos momentos.
EliminarCreo que podría enumerar algunas decenas de libros que he releído, a veces más de una vez, y ya solo al tomarlos de la estantería sentía que ahí había algo más que leer un libro. La experiencia de la relectura no me ha defraudado nunca, incluso cuando el libro me pareciera peor de lo que recordaba. Me ha pasado también al leer por vez primera libros que fueron de mi madre y que sé que le gustaron. Pero me estoy dando cuenta de que por ahí me voy a alejar de lo que en realidad era el objeto de mi comentario: decir que la entrada me ha parecido preciosa.
ResponderEliminar¡Gracias, Urzay!
EliminarNo sé que le pasa ultimamente a blogger que me traga los comentarios. Decía que practico la relectura sin ningún pudor. Creía que simplemente era que me lo pedía el cuerpo o que necesitaba volver a un lugar seguro después de alguna decepción literaria.
ResponderEliminarOrgullo y prejuicio es precisamente uno de mis releídos; también 1984 o To kill a mockingbirdAh, comparto el gusto por el tono cotidiano de Carmen Martín Gaite y os recomiendo Pido la palabra
¡Se traga los comentarios?... Eso da mucha rabia. Me alegro de que al fin hayas podido subir el tuyo. Y gracias por la recomendación.
EliminarTan solo hay mayor placer que el de leer: releer.
ResponderEliminarYo soy adicto.
Un abrazo, Elena.
A mí también me encanta releer. Últimamente releo poco, quizás porque quiero ir librándome de los pendientes, pero aun así, durante el año siempre cae una relectura, simplemente porque algún hecho de mi vida cotidiana desencadena un recuerdo asociado a esa lectura.
ResponderEliminarPreciosa entrada.
Es verdad que las relecturas suelen surgir de asociaciones: vemos o leemos algo que nos recuerda lo ya leído y nos hace volver a ello. Gracias por tu comentario.
EliminarSeré la nota discordante: recelo de la relectura (me refiero sólo a la narrativa). No sólo se trata de que un libro sea bueno, y de que te guste, sino también de cómo te gusta y en qué momento te gusta. Supongamos que releo un libro que me encantó cuando tenía 25 años. Puede incluso que ahora me guste más que entonces, y mejor, pero lo que es seguro es que no me gustará de la misma manera, porque soy diferente a mi yo de 25 años. Cuando ha transcurrido mucho tiempo entre la primera lectura y la relectura, siempre hay cierto grado de frustración, porque no voy a sentir lo mismo que la primera vez.
ResponderEliminarComo dije en mi blog, creo que sería mejor releer, no los libros que nos gustaron, sino aquellos que, aun siendo buenos, no nos gustaron, porque es posible que ahora les pillemos el tranquillo. De todas formas, confieso que he releído múltiples veces a Borges; pero es que llevo haciéndolo desde que le leí por primera vez. Y Borges... en fin, es Borges.
El debate siempre es estimulante, César. Coincido plenamente en que, como no somos los mismo que cuando lo leímos por primera vez, nuestra apreciación de un libro releído siempre es distinta. Y sís que es verdad que algunas relecturas producen cierta decepción: lo que tan bueno nos pareció, quizás ahora nos parece simplemente entretenido o -peor- mediocre. Aunque esto último me ha ocurrido pocas veces.
EliminarRespecto a lo de releer lo que no te gustó, confieso que se me hace difícil. Lo que sí he hecho alguna vez es retomar libros que en su momento dejé a medias, basándome en que cada libro tiene su momento y no siempre te pilla receptivo a su contenido. Y es verdad que, a menudo, en este segundo envite el libro me ha gustado.
A mí me pasa lo que cuentas al principio. Solo pensar en releer, y ya pienso en los pendientes, en el tiempo que podría dedicarles en vez de estar releyendo. No digo que nunca lo vaya a hacer, pero por el momento no lo he hecho. Con las películas me pasa lo contrario: si una me encanta de verdad, me da igual cuantas veces la vea, que siempre me encanta como la primera vez.
ResponderEliminarDesde luego,...releer libros es lo que nos convierte en "anti mercantiles",...es cuando realmente nos relacionamos con el libro, con los personajes, y con el autor.
ResponderEliminarNunca sabes cuando vas a volver a leer un libro, y cuando eso sucede se convierte en un momento distinto. Como bien dices, hay aspectos que reconocemos de la primera lectura...pero es genial, cuando descubres algo que se ha pasado de largo...o que causó una sensación diferente en ti cuando lo releíste.
Gracias Elena, por una entrada tan especial (bueno, la mayoría lo son, pero esta me ha llamado especialmente la atención), y además, he conocido a Allegra Goodman, de quien no tenía el gusto de saber nada.
Anne Fadiman es genial...de cuando en cuando ojeo ex-libris, y me encanta redescubrir nombres y palabras que se me habían pasado en la primera lectura.
Buenas relecturas, sucedan cuando sucedan...
Coincido contigo en que releer a Anne Fadiman es siempre un placer. Siempre se descubren cosas. En cuanto a Allegra Goodman, yo tampoco la conocía, pero después de admirar su contribución a la antología recopilada por Fadiman, seguro que la tendré presente en mis lecturas,
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