Finalizado el año, a todos nos da por hacer balance. En el caso de los blogueros bibliómanos, es casi inevitable hacer un recuento de las lecturas del año, de los libros que más han gustado, de los descubrimientos literarios o -si el año se ha dado particularmente mal- de las decepciones librescas. Me resulta muy entretenido fisgar en las largas listas de los demás pero, como ya dije en ocasiones anteriores, soy malísima para llevar este tipo de cuentas, de modo que ni sé a ciencia cierta cuántos libros he leído durante el año ni -por lo que se refiere a los que recuerdo- soy capaz de situar con precisión en qué momento lo hice. Es verdad que algunos, los menos, han ido saliendo en este blog, aunque eso no quiere decir que no haya leído otras muchas obras que me gustaron y no encontré el tiempo o el pretexto para traerlas por aquí.
Así, desecho por imposible la idea de hacer una lista o una selección. Pero, rebuscando en mi memoria, se me ocurre que sí vale la pena mencionar ciertos libros que llegaron a mí por caminos inesperados. Porque está muy bien hacerte con la obra más reciente de un autor que admiras o comprarte esa novela que tanto te han recomendado. Satisfacción casi asegurada. Ideal. Sin embargo, aún mejor es cuando salta la sorpresa, cuando ese libro que coges por casualidad, distraídamente y sin mayores expectativas, resulta ser una lectura estupenda. Y, aunque no sean frecuentes, algunas de esas han habido en 2014. Libros que no busqué, sino que salieron a mi encuentro.
Estaba en la biblioteca buscando algo muy concreto, que por supuesto no encontré (¿por qué será que ese libro que uno necesita siempre parece estar prestado?). Acabé llevándome este por dos razones. La primera, banal, porque estaba en el mismo estante donde debería haber estado la obra que buscaba y me gustó el título; la segunda, más sólida, porque soy gran admiradora del Vargas Llosa crítico literario (también del novelista, aunque no de todas sus novelas por igual, algunas me han decepcionado bastante). Iba con prisas y ni siquiera me paré a leer de qué iba (la portada hubiera podido darme algún indicio, pero debía estar torpe ese día y no hice la conexión). De modo que mi deleite fue doble cuando, al comenzar su lectura advertí que era ni más menos que un análisis de Los miserables de Victor Hugo. Un gran escritor hablando de otro gran escritor, y diseccionando los mecanismos que hacen su novela tan irresistible. Me pareció, más que un estudio crítico notable -que lo es- uno de los más perceptivos análisis de cómo crear un mundo ficticio. De esos libros que todo aspirante a escritor debería leer.
A principios de julio, durante una breve escapada a Madrid, andaba yo deambulando por la plaza de Santa Bárbara cuando me encontré con una pequeña pero coqueta y estupenda librería de viejo. Me gustó tanto que, entretenida en husmear su variado e interesante fondo (a pesar de las reducidas dimensiones del local, toda una proeza), un poco más y llego tarde a mi cita. Muchas cosas me tentaban, pero como no era cosa de ir cargada, opté por comprar un solo libro, algo para leer en el tren de vuelta. A ciegas, me decidí por Los imperfeccionistas -de nuevo creo que me dejé llevar por el título- y resultó ser la elección ideal. Seguramente, de haber trabajado yo alguna vez en un periódico, lo hubiese disfrutado aún más, porque parece lleno de guiños internos que sin duda hacen las delicias de la profesión. Es algo así como la historia de un diario -trasunto del ya legendario International Herald Tribune- y de la variada fauna que trabaja en su redacción. Una novela ágil, divertida y llena de tipos humanos curiosos y de anécdotas (con el aliciente añadido de que da la impresión de que muchas de ellas deben basarse en hechos reales).
Seguro que se trata de un prejuicio estúpido, pero suelo desconfiar de los libros escritos a cuatro manos. Por eso, aunque es verdad que había oído hablar bien de Rosa Ribas, este libro no estaba para nada en mi lista de lecturas. El caso es que uno de esos domingos los libreros locales montaron una mini-feria del libro en una de las plazas de mi barrio. Me acerqué por allí más que nada por husmear y de hecho estaba sobre todo interesada en ver si encontraba algo para mí en el tenderete de la librería inglesa. Pero mira por dónde este libro estaba muy a la vista en el tenderete de al lado, entre una serie de volúmenes al tentador precio de 2 euros y acabé por dejarme tentar. Acierto total (y un prejuicio más que queda desmontado). Me encantó la sugestiva recreación de la Barcelona de los años cincuenta -en la que quise ver ecos del Nada de Carmen Laforet-, que una de las investigadoras sea una filóloga y que la resolución del caso gire en torno al uso del lenguaje. Una atractiva combinación que me ganó del todo.
Sospecho que estos libros, que no busqué, me estaban esperando. Espero que este 2015 me depare al menos otros tantos afortunados encuentros. Y lo mismo les deseo a todos mis lectores. ¡Que tengan un buen año de lecturas!
Hola! :) Llegué aquí por casualidad buscando blogs de lectura y me gustaría invitarte a mi pequeño blog de opiniones y reseñas breves sobre todos los géneros literarios que voy tocando... Desde él comienzo a seguirte. Gracias, te leo! :D
ResponderEliminarGracias por seguirme, Xaquelina. Espero verte a menudo por aquí!
EliminarElena me encanta leer acerca de estos encuentros inesperados con libros que no se esperan. Espero que este 2015 te llevé hacia muchos hallazgos igual de satisfactorios.
ResponderEliminarGracias por descubrirme la librería Santa Barbará, la próxima vez que pise Madrid no me la pierdo. Un saludo y ¡feliz año!
Un buen año te deseo a ti también, Marie. Estoy segura de que la librería Santa Bárbara te gustará.
EliminarHola Elena! casualidades de la vida al día siguiente de leerte esta entrada , nos íbamos a Madrid así que no dudé en pasarme por la librería Santa Bárbara. Cuando sales del metro parece un cupcke plantado en medio de una plaça y te gusta más cuando ves sus libros. Tenías muchas raçón: muy buen fondo. Nos compramos tres libros que ya os enseñaré en algún post.
ResponderEliminarQue tengas un muy buen año! Saludos
¡Qué estupenda casualidad! Me alegra que encontrases libros atractivos, yo tuve que contenerme para no comprar más, pero iba mal de tiempo y de espacio en la maleta.
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