Leer una novela puede parecer lo mismo que ver una película. De hecho, hay gente que lo cree: "No he leído la novela, pero vi la película". Para nada. El visionado de la película es pasivo, las imágenes nos muestran lo que sucede, cómo son los personajes, cómo es el escenario en que actúan... Como mucho el trabajo del espectador es interpretar los posibles significados ocultos de lo que se dice, o rellenar con la imaginación alguna acción que ha sucedido fuera de pantalla. En la novela, la imaginación trabajo constantemente.
Peter Mendelsund, reputado diseñador (echen un vistazo a sus cubiertas) y director de arte de la editorial Alfred A. Knopf, trata sobre esto en su libro Qué vemos cuando leemos. Por ejemplo, le pide al lector que imagine la geografía de la casa que aparece en Al faro, de Virginia Woolf. Casi toda la novela transcurre en la casa que los Ramsay tienen en las islas Hébridas y a lo largo de la narración la autora nos describe numerosos detalles de ella. Y, sin embargo, si alguien nos pide que la describamos -o que la dibujemos con precisión-, todo lo que podemos sacar del texto es "un postigo aquí, la ventana de una buhardilla allá". Es decir, una especie de aproximación funcional, puramente operativa, a la casa, que sirve fundamentalmente para que podamos situar en ella los movimientos de los personajes. La casa, como tal, no está en la novela, sino en nuestra imaginación. Los lectores no sólo construimos mentalmente a partir de los datos que nos proporciona el autor, sino que nuestros mapas mentales están en continua evolución, de acuerdo con lo que el texto va añadiendo o quitando. Quizás en un primer momento hemos imaginado una puerta de tamaño normal, y hemos de acortarla de inmediato en el momento en que nos indican que un personaje muy alto tiene que agachar la cabeza para pasar por ella. O hemos pensado que el protagonista entraba en un almacén vacío, para tener que corregir esa impresión cuando resulta que en un rincón hay una extraña máquina.
Mendelsund hace también el ejercicio de preguntarle al lector cómo es Anna Karénina. Todos creemos saberlo. Bella, sin duda, pero Tolstoi sólo nos da una serie de detalles, como sus espesas pestañas o su abundante pelo. Lo demás, lo tiene que completar cada lector. Por eso leer ficción es una actividad tan estimulante: nuestro cerebro está trabajando todo el rato a pleno rendimiento, no sólo interpretando el texto, sino recreando luego lo que sucede a partir de los elementos que el autor nos proporciona. Por eso, quizás -esta teoría es mía, no del señor Mendelsund- los lectores poco avezados prefieren las descripciones muy detalladas (el mecanismo de creación a partir del texto no les funciona aún a pleno rendimiento), mientras que los lectores habituales se las apañan muy bien con cuatro pinceladas. Lo que es ciertísimo, y todos hemos podido comprobar, es que el personaje que yo me imagino será diferente del mismo personaje imaginado por otro lector. Cada cual construye el mundo ficticio a su manera.
Hablando de Anna Karénina: Mendelsund incluye una foto de Keira Knightley en su papel de Anna, con la siguiente advertencia: "Esta fotografía es una forma de robo". Se refiere a robo mental, por supuesto, en el sentido de que las adaptaciones cinematográficas de obras literarias tienden a sustituir nuestra propia y personalísima imagen mental de los personajes por los rostros intercambiables de actores y actrices que hoy son una aristócrata rusa y mañana la compañera de un pirata o una duquesa británica del XVIII. Así pues, uno debería pensárselo muy bien antes de ver la adaptación al cine o a la TV de su novela favorita, no sea que su Mr. Darcy acabe convertido en Colin Firth. Ah, ¿pero esa no era la cara de Jorge VI?
Mi cabeza, a veces, se monta películas incluso con banda sonora mientras leo. Asocio algunas escenas con alguna canción de fondo. Y viceversa cuando escucho música, me imagino historias o escenas con imágenes.
ResponderEliminarNo sé si soy el único.
Saludos :)
Curioso. La verdad es que yo cuando leo puedo ver imágenes, pero raramente las asocio con una música. Es interesante ver cómo cada lector construye su mundo imaginario de forma distinta.
EliminarEs absolutamente maravilloso el modo en que la lectura nos permite reconstruir o proyectar imágenes en la mente que escapan a toda recreación fílmica. Si bien es verdad que la gran pantalla ha sido un magnífico medio de transmisión de historias, jamás logrará competir con la imaginación del lector. Nadie podrá recrear en una pantalla el entorno exacto ni a los personajes perfectos o imperfectos que el escritor creó y que el lector imagina. No importa que escaseen los detalles. Seremos capaces de imaginarlo. ¡Qué magnífico artículo! Me ha encantado. Gracias. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Rachael. Ceo que es un tema que merece cierta reflexión.
EliminarA mí también me ha encantado. La adaptación a la pantalla, sea cine o tele, no deja de ser lo que un lector ha imaginado y cada uno de nosotros tenemos nuestra propia "visión".
ResponderEliminarEn cuanto al robo mental, sí me pasa que cuando hablo o pienso en una obra adaptada, sobre todo si ha sido muy mediática, tengo la imagen del actor/actriz, o del paisaje que sale en pantalla. Sin embargo, releyendo la obra, consigo meterme en la historia y retomar lo que mi mente creó la primera vez.
Encuentro que el robo mental es aún peor cuando has visto la película antes de leer la novela: entonces sí que ya no puedes deshacerte de las imágenes que el cine ha "plantado" en tu imaginación.
EliminarHola!
ResponderEliminarA mi lo del robo mental si me ha pasado, por ejemplo yo empecé a leer harry potter después de la segunda película y ya me los leí con la cara de todos los actores.
Besos!
Además, nos han machacado tanto con las películas de Harry Potter, que casi resulta imposible desligarlas de los libros. Una lástima.
EliminarEs cierto que requiere más trabajo (y más tiempo) leer una novela que ver una película.
ResponderEliminarY es cierto, también, que existe un mecanismo psicológico, del que no recuerdo el nombre, que hace que otorguemos más valor a las cosas atendiendo al esfuerzo que requieren de nosotros.
Mi postura personal (si alguien me forzara a tener que exponerla) es que todas las generalizaciones son inexactas, porque, al menos en una parte, no se cumple el principio que se trata de afirmar extendiendo la generalización a todas las opciones posibles.
Y es que hay libros buenos y libros malos, como hay películas buenas y malas.
Además de eso, hay ciertas obras que son memorables; aquellas que uno guarda en su memoria y que le acompañan de por vida.
Dado que la memoria es episódica, al menos para mí, me resulta más sencillo rememorar ciertas escenas de determinadas películas. Ando ahora con "El graduado" y no se me quita de la cabeza la expresión de Dustin Hoffman y Katharine Ross (Ben y Elaine), sentados en el autobús, tras haberse fugado de una iglesia.
No sé cómo está contada la escena en el libro (que no he leído), pero la película ha dejado (en mí) una huella imborrable.
Gracias.
PD - Mi comentario no trata de invalidar el argumento de que la lectura sea un proceso "activo" y el visionado lo sea "pasivo". Es, en todo caso, una reacción hacia tesis en las que es mucho mejor TODOS los libros que TODAS las películas, cuando se trata, a mi juicio, de experiencias DIFERENTES.
Pues claro, tienes toda la razón: no se puede generalizar. Hay libros malísimos, que no estimulan nuestra imaginación ni nada que se le parezca, y películas buenísimas, que sí lo hacen. Sin dejar de ser, como bien señalas, experiencias diferentes. Pero para elaborar cualquier teoría, es inevitable generalizar un poco. Aunque luego, como ocurre aquí, haya un montón de excepciones...
EliminarGracias por tu aportación.
Nunca lo había pensado pero, ¿sabes? Posiblemente tengas razón en lo que dices y parte de esta adicción a la lectura se deba a que nuestro cerebro va creando. Tiene una gran afición a "unir puntos" y lo que hacen los buenos libros es dar numerosas ideas que nuestro cerebro luego une, recrea, imagina e inventa.
ResponderEliminarEs cierto que una vez que ves una adaptación con el rostro de determinado actor, tiendes a leer el libro con esa imagen. Y que una peli no te estimula intelectualmente como un libro.
Pero atrae a otra parte de nosotros, a la emoción, más que a la creación. Por eso el cine, como la música, puede hacernos reír o llorar con mucha más facilidad que un libro.
Y ahora que lo pienso, con la música clásica, que ahora básicamente consumimos grabada, ocurre algo análogo a la lectura, sobre todo la música descriptiva o narrativa tipo ópera. Además de la emoción y el sentimiento, estimula la imaginación, porque te imaginas a los personajes, el vestuario, la ambientación...
Interesante post, hace pensar.
Muchas gracias por tu comentario, Bona, que también hace pensar. Creo que tienes razón cuando dices que el cine quizás no nos hace imaginar tanto como un libro, pero nos emociona más fácilmente.
EliminarY la música... bueno, para mí la emoción causada por la música es distinta, más abstracta, que la emoción que puede provocarte una película. Quizás algún neurofisiólogo pueda explicarlo mejor, pero yo diría que la música va por circuitos neuronales distintos, está menos asociada a hechos concretos (alguien muere, alguien se enamora, etc.) y más a reacciones primarias (algo de eso dice Sacks en Musicofilia).
En fin, un tema con mucho para reflexionar.