Sucede a veces que uno se deja cosas dentro de los libros. Yo, hasta ahora, por "cosas" entendía lo que más o menos se están figurando, normalmente aquellos elementos que hemos usado como puntos de libro a falta de algo mejor -billetes de metro, tarjetas de visita, postales, fotos...), o bien (posibilidad mucho más sugerente) algún documento que uno ha querido esconder a ojos ajenos, como una carta de amor comprometedora, ese poema tonto que escribió una vez y que, releído, le sumió en la más absoluta vergüenza (pero no tuvo el valor de romper), una nota con la combinación de la caja fuerte... Hay gente incluso que guarda fajos de billetes en algún grueso volumen. (Esto último sólo lo recomiendo si se dispone de una biblioteca decididamente vasta, porque no hay ladrón con paciencia para abrir más de 5.000 volúmenes; claro que si se opta por esta solución como alternativa al congelador -me dicen que últimamente a la gente le ha dado por ahí, personalmente a mí no me va mucho lo de recuperar los billetes de banco con olor a palitos de merluza- también conviene tener buena memoria y recordar dónde se ha guardado, o la broma puede salirle cara.) Todo esto está muy bien cuando los libros son los de la propia biblioteca, pero resulta que muchas personas tienen la costumbre de dejarse cosas también en los libros que alquilan en la biblioteca. ¿A quién no le ha ocurrido encontrar en ellos algún legado del lector que le ha precedido? En mi caso al menos, estos hallazgos siempre han sido triviales: una entrada de cine, una lista de la compra, un abono de metro (caducado, por supuesto). Fruslerías. Sin embargo, parece que los profesionales, es decir, los bibliotecarios, encuentran objetos mucho más diversos. Esto lo sé gracias a una encuesta llevada a cabo por la revista Tin House con motivo de la próxima publicación de una novela cuya trama precisamente va de una esposa que le escribe cartas a su marido y luego las esconde en los libros de su biblioteca (no he tenido el gusto de leerla, pero me da cierta mala espina, ¿es que a esta señora no se le había ocurrido la posibilidad de hablar con su marido? ¿o acaso esperaba que el marido tuviese poderes paranormales y acertase en qué libro escondía las cartas?). En fin, decía que estos señores les han preguntado a una serie de bibliotecarios qué era lo más raro que se habían encontrado dentro de un libro y las respuestas son sorprendentes y, según como se mire, preocupantes. Lo que más me ha llamado la atención, porque nunca se me hubiese ocurrido, es la frecuencia con que mencionan cosas de comer: rodajas de mortadela, lonchas de bacon, patatas fritas, galletas, ¡una gamba cocida! o, incluso:
Un taco mejicano, perfectamente conservado y prensado, como si fuese una flor, en el centro de un libro. Era tan delgado que era imposible saber que estaba ahí sin abrir el libro. (respuesta de una bibliotecaria de Bartow County, Georgia)
Digo yo que el taco estaría tan estupendamente conservado, pero el libro debía de haber sufrido lo suyo en el proceso.
La verdad, ni cuando era una niña se me pasó por la cabeza la posibilidad de emplear el relleno de mi bocadillo como punto de libro. ¿Y no sería preferible comerse la patata frita que usarla para recordar el capítulo en que dejaste la lectura? (Respuesta: si era una de esas patatas de comida rápida, blanduchas y con sabor a grasa mala, tal vez no.) En cuanto a la gamba, eso sí escapa totalmente de mi comprensión.
Del resto de respuestas, hay que destacar también una divertida anécdota del hallazgo de un billete de cien dólares dentro de un libro. Cuando la bibliotecaria llamó a casa de la última persona que lo había tomado prestado, una mujer, limitándose a preguntar si "tal vez se había dejado algo en un libro", el marido (que es quien respondió al teléfono) contestó enseguida: "¿Otra vez ha estado usando billetes como puntos de libro?". Si para esta señora se había convertido en costumbre, las lecturas debían de salirle bastante caras.
Aunque también hay lectores concienzudos, como el de una biblioteca canadiense que devolvió un libro con treinta años de retraso, pero con una amable nota de disculpa en su interior y varios billetes para pagar la multa correspondiente al tiempo transcurrido.
Sea como fuere, a partir de ahora, prometo que seré muy cauta al abrir cualquier libro que proceda de la biblioteca. Quién sabe lo que puede acechar en su interior.
(Animo a los bibliotecarios que se pasen por aquí a dejar constancia de sus experiencias en esto de los hallazgos dentro de libros. Estoy segura de que tendrán más de una anécdota que contar.)
Pues yo no encontré nunca nada, aunque sólo fui "bibliotecario" por un periodo muy corto, año y medio.
ResponderEliminar¡Qué curioso! Yo una vez me encontré un papel con notas, pero nada más. Lo de la comida me parece ya cosa de película, no se cómo se le ocurre hacer eso a alguien >.<
ResponderEliminarMi inventario personal, después de 20 años al pie del mostrador:
ResponderEliminar«...pèls, sorra, pols (normalment de terra seca, però també de curri o d'altres espècies), taques (les de cafè són les més freqüents i identificables a ull nu; d'altres requeririen una prova d'ADN), cendra, insectes (vius o morts), borrissols, cosa d'origen vegetal (flors, pètals, trèvols, espigues), bitllets de transport públic (o de loteria o de paper moneda de països llunyans), entrades (d'espectacles, de museus...), receptes mèdiques, factures vàries, plomes d'ocell, palets de gelat, tiquets d'aparcament, calendaris, comprovants d'operacions bancàries, llumins, escuradents, targetes de visita, multes de trànsit, etiquetes, esqueles, llistes de la compra, cartes personals (cada cop menys habitual), naips, fotografies més o menys compromeses (turístiques, de celebracions familiars, de dones en negligé), estampes de la mare de déu de la medalla miraculosa, fils, retalls de tela, alguna postal...»
¡Estupendo catálogo de hallazgos, Matilde! La presencia de los insectos confío en que fuese accidental y no los pusieran deliberadamente los lectores. ¡Sería indicio de una mente muy retorcida! Aunque tal vez en la línea del que puso la gamba...
EliminarGracias por compartir tus experiencias.
También cabe la posibilidad de que fuese una gamba lectora, asesinada por el despiste de un/a bibliotecario/a al cerrar un libro y guardarlo en la estantería. Accidentes más tontos se han visto.
ResponderEliminarTienes mucha razón, Mazcota. Sin duda sería una gamba lectora. Igual que los insectos, ávidos lectores que quedaron atrapados entre las páginas. ¡Peligros de la lectura, ya se sabe!
EliminarYo también he encontrado insectos en libros de la biblioteca. Supongo que los dejarían abiertos sobre la mesa, y en un arrebato de prisa por irse a casa, el bibliotecario los cerraría sin darse cuenta del futuro fósil que estaba dejando allí...
ResponderEliminarY pelos, manchas de café, aceite y otros también...
Y dobleces en las páginas, que eso me enfurece basatante, la verdad... los libros "públicos" no es que no sean de nadie, es que son de todos... y por eso hay que cuidarlos más aún que los propios.
Muy gracioso el tema de hoy :-D
Lo de los insectos me parece que es muy típico. Es lo único "extraño" que encontré cuando trabajé de bibliotecaria. Son pequeños, cierras el libro sin darte cuenta de que están ahí y ¡plas! Puedes olvidarte un billete de transporte, un papel, que guardas para no perder y pierdes. Pero... ¿y la comida? ¡ese taco! ¡Y el test de embarazo! No salgo de mi asombro.
ResponderEliminar¡hola! fíjate que en lo personal, estos «curioso hallazgos» siempre me han parecido fenomenales, que por cierto, se les reconoce con el nombre de «testigos» lo vi en un programa, siempre que compro un libro de segunda mano, siempre lo leo con esas ganas de encontrar algo... hasta ahora lo que más me ha sorprendido encontrar es un viejo ticket de un circo y un volante promocionando un foco, que por lo visto llevaba ahí un buen rato.
ResponderEliminarMe gusta el nombre de "testigos", muy acertado. Al fin y al cabo, eso son, testigos de otras lecturas. ¡Gracias por comentar!
EliminarFascinante. Tengo un blog y en una entrada traté un tema parecido. http://elbbdordelanoche.blogspot.pe/2011/02/el-futbol-la-lectura-y-algunos-libros.html
ResponderEliminarMuchas gracias, Orlando. Interesantes anécdotas las tuyas. Me he gustado sobre todo la del chico que vende un libro que contiene un billete de mayor valor que el precio de esa venta.¡Señal de que ni siquiera lo había abierto!
EliminarHace algunos meses fui a una libreria de libros viejos y compre el libro "Todos los cuentos" Gabriel garcia marquez. Una edicion antigua de 1983. Al abrirlo, en el cuento La siesta del martes, encontre la siguiente nota:
ResponderEliminar"Recibi conforme la cantidad de tresientos intis"
y abajo una firma.
Arriba la fecha que indicaba 1986, Lima.