Creo que sólo en Inglaterra podría prosperar la idea -original, aunque a priori se diría descabellada- de publicar una revista (¡en papel, ¡en estos días!) dedicada a escribir acerca de libros olvidados que valen la pena, muchos de ellos agotados tiempo ha. Pero ahí está, el invento se llama Slightly Foxed (título precioso e intraducible, que alude a la condición algo rozada de los libros antiguos), se publica trimestralmente, y está a punto de llegar a su número 60 con buena salud. Catorce años, nada menos.
Para celebrarlo, me he hecho con varios números de su archivo histórico, que seleccioné en principio guiándome por aquellos cuyo índice prometía artículos sobre algún autor que me interesaba, pero que una vez leídos en su integridad han revelado muchos otros descubrimientos interesantes (era de esperar, no en vano es ese el objetivo de la revista).
Entre ellos, he encontrado en el número 35 (otoño de 2012) un divertido artículo de Oliver Pritchett dedicado al arte de husmear, es decir, a qué se debe hacer y qué no en cuanto a reglas de etiqueta cuando uno anda hurgando por librerías. Comoquiera que sé que mis amables lectores suelen formar parte del gremio de husmeadores librescos, me he permitido compartirlo con ustedes.
Ante todo, en esa situación lo primero es recordar siempre que, como husmeador, uno forma parte del ambiente general de la librería (de hecho, añado yo, las librerías deberían tener siempre en nómina a unos cuantos de estos husmeadores, que prestan vida a su establecimiento y evitan la inquietante sensación de vacío: nadie quiere comprar en una librería en la que no hay nadie escudriñando lomos u hojeando libros). Pritchett distingue dos posibles posturas para dedicarse a esta amena actividad: la Despreocupada y la Devocional. En la primera, uno apoya su peso sobre una de las piernas y se apoya decorativamente en, por ejemplo, la sección alfabética de Ficción extranjera, con el codo derecho descansando sobre un estante mientras sostiene el libro que está hojeando con la mano izquierda. En la postura Devocional, en cambio, uno permanece de pie, sin apoyarse, sosteniendo el volumen con ambas manos, como si de un libro de oraciones se tratase. (No es propio de husmeadores con experiencia murmurar mientras se lee, eso denota poca pericia lectora o, tal vez, algún preocupante trastorno.)
Aquí, el husmeador retratado por Daniel Macklin |
Una de las reglas a cumplir estrictamente es no sentarse nunca en el suelo, y menos rodeado de objetos como mochilas, bolsas del Corte Inglés o bolsas de patatas a medio comer. Recuerden que no estamos en un aeropuerto; en una librería que se precie, solo a los niños les está permitido sentarse en el suelo (a ser posible, en la sección infantil).
El husmeador debe también mostrar cierta consideración hacia el propietario de la librería. Es decir, hay algunos límites en cuanto al tiempo que uno puede permanecer ahí hojeando (más bien, leyendo, seamos sinceros) un libro. Al fin y al cabo, se supone que su intención es catar la obra, no devorarla entera. Según Pritchett, el tiempo máximo tolerado para ficción sería de una hora y diez minutos, mientras que para no-ficción es de 44 minutos (desconozco cómo ha llegado a conclusión tan exacta, pero la daremos por buena; ignoro qué opinarán de ello los libreros). Si, como ocurre a veces, a pesar de haber husmeado largamente, uno decide no comprar nada, se sugiere que como acto de cortesía se adquiera al menos una postal o una libretita para tomar apuntes. En casos así, el colmo de la mala educación es llevarse alguno de los puntos de libro gratuitos que a veces se encuentran en el mostrador.
Apunta nuestro autor que existen personajes que, igual que otros van de tapeo de bar en bar -él lo llama pub crawl, claro, pero así se entiende mejor- consiguen leerse novelas enteras a base de consumirlas por capítulos en diferentes librerías. Cae por su peso que, si uno se topa luego en el bar con uno de estos tipos humanos, sin duda muy leídos, no son de los que te invitan a una caña.
Otra cosa que, definitivamente, no es de recibo, es utilizar la librería como uno haría con una biblioteca pública, es decir, emplear los diccionarios para consultar una duda puntual, o los libros de cocina para apuntarse subrepticiamente una receta (aquel pollo con especias exóticas con el que sin duda deslumbrará a los amigos que ha invitado el sábado). Aunque según cuenta Pritchett, algún filosófico librero le ha confesado que hay gente que le pregunta si le puede prestar un bolígrafo precisamente para eso.
Pero desde el advenimiento de las librerías-café, las preguntas de etiqueta para husmeadores se multiplican: ¿es aceptable comerse una madalena mientras uno está enfrascado leyendo a Proust? ¿seguro que la tensión causada por el último Ian Rankin no va provocar que derrames el café sobre la página 49? A pesar de que los libreros suelen hacer gala de bastante tolerancia con los clientes que se llevan libros a la cafetería, aconsejaríamos a los husmeadores que pasen por caja antes de sentarse a degustar su capuccino acompañado de lectura. Piensa que al siguiente husmeador no le haría ninguna gracia encontrarse con los rastos grasientos de tu bocata de jamón en el ejemplar de Anna Karenina.
(Ilustración: Robert Evans) |
(Por cierto, sería mi sueño poder hacer una revista como Slightly Foxed, hablando de todos esos libros maravillosos que, inexplicablemente, han ido desapareciendo del mercado, para dejar paso a una marabunta de novedades en su mayoría insulsas. ¿Algún socio capitalista dispuesto a perder hasta las pestañas?)
Que post más chulo y me ha encantado la idea de la revista. ¿Has descubierto muchos libros interesantes? ¿lo contarás aquí? ¿Es bonita la revista? ¿donde la compraste? :))
ResponderEliminarSí, hablar de esos libros que nadie conoce o que hace tiempo están olvidados es una cosa que me encanta. Y que haya una revista dedicada a eso me parece maravilloso. Slightly Foxed se mantiene (o eso he deducido) porque además publican libros (recuperaciones de esas obras de las que hablan en la revista), muy bien editados y encuadernados, y negocian en libro antiguo (se comprometen a buscarte ejemplares de los libros que aparecen en sus páginas). La revista es muy bonita, tiene un "look" como de otra época. Échale un vistazo a su web, seguro que te encanta. Y las compras, por internet, claro.
EliminarYa lo he mirado... y tengo tentaciones fuertísimas de suscribirme aunque creo que es mejor comprar algunas que sepa que hablan de libros que ya conozco para empezar... ¡Qué gran descubrimiento! Muchas gracias
EliminarSí, a mí me ha pasado lo mismo. Por eso me hice con una selección de números. Aunque después de leerlos, la tentación de suscribirse es aún mayor...
EliminarA mí parece casi obligatorio comerse una madalena mientras se lee a Proust ;-)
ResponderEliminarSí que es bonito el término (y el concepto) de Slightly Foxed. No lo conocía y me ha encantado.
Este verano he leído "Diario de un librero", de Shaun Bythell, que también da testimonio del comportamiento de algunas personas en las librerías, aunque me temo que Bythell se centra más en destacar los malos comportamientos. Eso sí, los excéntricos son mis favoritos. Ah, como te decía, que me voy por las ramas, Bythell me recordó que existe un libro de George Orwell ("Bookshop memories", no recuerdo si está editado en castellano) en donde el autor se queja amargamente de los locos que entran en las librerías, pues pasó un tiempo, en su juventud, trabajando en una. Me han entrado ganas de echarle un ojo. Un abrazo.
Hablé de ese artículo de Orwell hace tiempo en otro post: http://notasparalectorescuriosos.blogspot.com/2014/11/vocacion-y-oficio.html
EliminarAl pobre no le gustó demasiado hacer de librero, por lo que se ve.
Socio capitalista, por desgracia no. Pero si quiere un colaborador desinteresado, estaría encantado. Me encanta la idea y me gustaría participar en un proyecto así. ¿Lo intentamos?
ResponderEliminarGracias por el ofrecimiento, Bonifacio. Si, milagrosamente, aparece un benefactor, te aviso.
EliminarEsperemos pues. Mientras tanto seguiremos encontrándonos en tu estupendo blog. Saludos.
EliminarMe ha encantado, Elena. En unas líneas me he identificado, en otras he echado pestes, pero lo he disfrutado muchísimo.
ResponderEliminar¡Gracias, Dorotea!
EliminarHola, Elena. Acabo de conocer tu blog, gracias a esta preciosa entrada. Me siento muy identificada con el "merodeador devocional", me encanta revolver las librerías de arriba a abajo y descubrir tesoros que ni siquiera el/la librero/a sabía que tenía entre sus abarrotadas estanterías. Sin embargo, yo siempre me llevo algo, si no tengo presupuesto prefiero no entrar para evitarme el desconsuelo... Saludos, me quedo por acá!
ResponderEliminarMai (de cronopia literaria)
Hola, Mai. Bienvenida al blog, siempre es grato tener por aquí otra merodeadora de librerías.
EliminarHola! (✿◠‿◠)
ResponderEliminarUna idea maravillosa, pues hay muchos libros olvidados y hoy en día se habla mucho de los mismos libros, siempre es bueno variar :3
Un beso!
Me encanta el concepto que pones de husmeador y me siento muy identificado nunca comprar sin husmear.
ResponderEliminarPrecisamente acabo de poner el RIP a la Libreria General de mi pueblo, entre otras cosas por no dejarme husmear en una planta de libro escolar y remitirme a una fila eterna de papis compradores de libros de texto, cuyo objetivo parece que sea comprar sin mirar.
Probablemnte estaban temerosos de que alguien descubriera la tomadura de pelo que llevan manteniendo coles (profes), editoriales y librerias desde hace años.
Parece que entre bancos de libros viejos en los coles y el demonio amazon le están viendo las orejas al lobo.
Me apunto a tu blog y juro que no siempre soy tan casacarrabias como en este comentario.
Abrazos.
"Nunca comprar sin husmear" es un buen lema. Incluso cuando vas a por un libro concreto, sería un pecado no dejarse tentar por esos otros que esperan en las estanterías. ¡Siempre hay sorpresas! Lo de los libros de texto: entiendo que muchas librerías viven de ellos, pero yo sería partidaria de eliminar los libros de texto de las librerías de "libros" a secas. Son dos mundos que no tienen nada que ver.
Eliminar¡Bienvenido al blog!
Interesantísima la entrada, y el descubrimiento de la revista más
ResponderEliminarBesos
¡Gracias! "Slightly Foxed" es una delicia.
EliminarHola!
ResponderEliminarjajaja madre mía! 1 hora y 10 minutos? jaja creo que nos echarían de la mayoría de librerías xD Muy buena entrada.
Un beso!
Gracias, Lit. En efecto, la estimación que hace este señor de los tiempos máximos de lectura en librerías me parece del todo optimista. Aunque quizás es de los que se leen la novela entera allí de pie (si no es muy larga, con dos o tres visitas, igual lo consigue). :-)
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