Admirar monumentos, visitar museos, arrastrar los pies por ruinas y más ruinas, probar las especialidades locales, comprar souvenirs para la familia... todo esto forma parte de la vida del turista y es difícil sustraerse a ello. Por unos pocos días, se dejan de lado los hábitos y las aficiones de la vida cotidiana y el viajero se sumerge en un torbellino de actividades a menudo tan pautadas y cronometradas que no dejan margen para gran cosa más. Aún así, el turista bibliómano no puede evitar que se le vayan los ojos detrás del escaparate de cualquier librería que se cruce en su camino. Quizás no estén incluidas en esa ruta de obligado cumplimiento en la que se empeña su familia, pero las librerías de países extranjeros constituyen toda una educación y dicen más sobre la cultura del lugar que muchos museos. En este caso, el país visitado era Italia, cuna de las ediciones más elegantes exquisitas, y la ciudad, Roma, su fascinante, milenaria e inabarcable capital. Evidentemente, las librerías no entraban en el programa, que bastante repleto estaba ya. Pero, ¿quién puede resistirse a una Feltrinelli a pocos pasos del hotel? y, si paseando por las cercanías del Panteón se da literalmente de bruces con una librería que expone una selección delicadamente escogida de libros nuevos y antiguos, ¿cómo no entrar a echar un vistazo?
No esperen, pues, un recorrido por las librerías romanas. Por mucho que eso me hubiese gustado, me temo que tendrá que quedar para otra ocasión. Sólo un par de curiosidades que me llamaron la atención en esas ¡ay! demasiado breves incursiones. Ante todo, el hecho de que una librería de tamaño mediano, estupendamente instalada en pleno centro, no tuviese reparo en mezclar libros antiguos y modernos. Los primeros, además, exhibidos con verdadero primor y tratados a todas luces como si fuesen joyas (no, no se trataba de valiosos ejemplares, sólo de libros viejos bien seleccionados y valorados como es debido por alguien que obviamente tenía discernimiento).
Un criterio que se extendía al respeto por las grandes colecciones, esas que hicieron historia de la edición y de la lectura en su momento, que se mostraban agrupadas en atención a ello. Ya en el mismo escaparate, en lugar de honor, exponían una serie de libros de una colección de Arnoldo Mondadori de los años cuarenta, mientras que otras colecciones antiguas notables ocupaban toda una pared del interior. Libros viejos, sí, pero tanto más llenos de encanto y de sugerencia por cuanto se trata de colecciones literarias, que fueron en su momento referentes. Junto a autores hoy considerados clásicos (Faulkner, Gorki), había otros que fueron populares y cayeron en el olvido, para ser recuperados quizá tras unos años de oscuridad (Hans Fallada, T. F. Powys, Somerset Maugham) y otros más que confieso desconocer, pero que -por el propio hecho de estar publicados en la misma colección que el resto- me quedé con unas inmensas ganas de, al menos, hojear. ¿Quién sería ese tal Harvey Allen, o esa enigmática Maria Kuncewiczowa?
Para mí, ese buceo guiado en el pasado -no al azar, sino de la mano de un editor que en su momento apostó por esos autores- resultó más estimulante que las mesas de novedades cargaditas de Sombras de Grey y de otros bestsellers globales de los que, posiblemente, dentro de otros cuarenta años no quedará rastro si no es en alguna hemeroteca.
No fue ésta la única alegría que me proporcionaron las librerías romanas.También otra librería más grande, la Feltrinelli, mostraba rasgos de creatividad. Traducido en lenguaje librero, eso quiere decir que hay ahí alguien que no se limita a exponer los libros por su género y su tirón comercial, sino que le ofrece al lector posibles combinaciones, parentescos cercanos, tentaciones para el gusto literario que constituyen el verdadero motivo de que uno visite una librería en lugar de encomendarse a los algoritmos de Amazon. En este caso, mi alma caminante pudo regocijarse con todo un expositor dedicado a los libros sobre y de caminantes, donde algunos clásicos se codeaban con ensayos de autores modernos, con títulos tan atractivos como Camminare, una rivoluzione, o L'ebrezza del camminare. Ya lo decían los antiguos, "solvitur ambulando": o sea, caminando se resuelven los problemas. Y si el pavimento que uno pisa es el irregular adoquinado de las calles romanas, mejor que mejor.
No fue ésta la única alegría que me proporcionaron las librerías romanas.También otra librería más grande, la Feltrinelli, mostraba rasgos de creatividad. Traducido en lenguaje librero, eso quiere decir que hay ahí alguien que no se limita a exponer los libros por su género y su tirón comercial, sino que le ofrece al lector posibles combinaciones, parentescos cercanos, tentaciones para el gusto literario que constituyen el verdadero motivo de que uno visite una librería en lugar de encomendarse a los algoritmos de Amazon. En este caso, mi alma caminante pudo regocijarse con todo un expositor dedicado a los libros sobre y de caminantes, donde algunos clásicos se codeaban con ensayos de autores modernos, con títulos tan atractivos como Camminare, una rivoluzione, o L'ebrezza del camminare. Ya lo decían los antiguos, "solvitur ambulando": o sea, caminando se resuelven los problemas. Y si el pavimento que uno pisa es el irregular adoquinado de las calles romanas, mejor que mejor.
Grey... diosss!!! Bueno, en definitiva, excelentísimo recorrido y una gran experiencia tuvo que ser vivirlo.
ResponderEliminarUn saludo!!
que envidiaaa mortallll
ResponderEliminary que has comprado??
Comprar, comprar... me temo que el presupuesto se agotó con el coste del viaje y de las entradas a los museos (nada baratas, por cierto). Al final, creo que lo único que me traje fue un libro sobre Caravaggio. ¡Y no por falta de ganas de comprarme muchos más! En esas librerías, hubiera arramblado con casi todo.
EliminarTomo buena nota de esta librería en Roma, no hay cosa que disfrute mas que estar entre libros..
ResponderEliminarBesos
María, me doy cuenta de que no he dado muchos datos acerca de la librería en cuestión. Ahora mismo subo el enlace, por si alguno de vosotros se "pierde" por Roma.
EliminarMe ha gustado mucho tu recorrido, que ganas de volver a Roma!. Creo que la idea de mezclar libro nuevo con libro viejo es magnífica.
ResponderEliminarEspera, espera... que voy a copiar: "Solvitur ambulando". Resolver los problemas mientras se pasea. A veces creo que Roma es tan apabullante que es difícil pensar en nada que no sea una humilde admiración.
ResponderEliminarRoma, ¿cómo no amarla?
ResponderEliminarUna precisación para l@s que decidan perderse entre los estantes de este templete en sus próximas vacaciones: la librería Arion que visitaste probablemente sea la situada en Via Veneto, aunque existen muchas otras Arion en la ciudad de Roma, igualmente recomendables.
http://www.libreriearion.it/libri/wp/index.php/arion-via-veneto-2/
Un saludo (desde Roma, por cierto).
¡Desde Roma! ¡Qué envidia! Muchas gracias por tu comentario y la precisión, pero yo diría que no estaba en la via Veneto, sino en una callecita mucho más pequeña y cerca de Piazza di pietra. Siento no haberme anotado el lugar exacto. En cualquier caso, muy recomedable, como tú dices.
EliminarAh, pues entonces será la de Montecitorio!
Eliminar¡Sin duda era esa! Muchas gracias.
EliminarMe alegro de que disfrutaras. Como tu dices es casi imposible no mirar las librerías y siempre se descubre algo interesante. Yo en mi viaje de estas navidades a Irlanda he descubierto algo en las librerías que me gustaría que tuvieran las nuestras. Una sección tanto en las librerías nuevas como en las de segunda mano de "Irish Interest". Un punto muy positivo para quien quiere sumergirse principalmente en sus autores.
ResponderEliminarUn saludo.
Me parece una idea estupenda. Además, con la de autores irlandeses interesantes que hay, ese rincón debe estar bien nutrido!
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